Huella

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-¡No, tío Daryl, eso no vale!- protestó Judith.

-¿El qué?- fingió sorprenderse y, sin pensarlo demasiado, miró a Carol para buscar su colaboración.

-¡Esconderse las cartas!- lo terminó de acusar.

-Yo no he visto nada...- la niña no le había preguntado y estaba convencida de que Lydia y Hershel también le habían pillado mientras se la guardaba, pero ella igualmente intervino para evitar que él quedara como un tramposo delante de los niños.

-¿Ves?- para ellos la palabra de Carol era casi sagrada, así que solo tenía que insistir un poco más y habría ganado. -Tengo todas mis cartas aquí...- estiró ligeramente la mano para hacerlas más visibles.

-¿Y en la silla?- preguntó Hershel.

-¿Qué pasa en la silla?- la próxima vez tendría que ser mucho más sutil.

-Levántate- le pidió Lydia.

Y, en vez de hacerlo, Daryl paseó su mirada de izquierda a derecha mientras trataba de convencerles a todos de su inocencia. Hershel, Lydia, Judith, que parecían ser tres policías en mitad de un interrogatorio, y Carol, que a duras penas estaba pudiendo aguantarse la risa.

-Vamos, tío...- insistió la pequeña mientras se levantaba de su sitio para colocarse junto a él.

Así que ya estaba, no le quedaba más remedio que hacerlo y quedar retratado delante de todos como un... ¿Y la carta?

-¿Dónde está?- arrastró Judith la silla, desconcertada y miró por debajo de la mesa por si es que la había tirado o se había caído.

Nada.

-¿Veis como no me había escondido ninguna carta?- les soltó, tan extrañado como ellos, porque de verdad esperaba encontrársela allí. -Y encima, os he ganado- le dio la vuelta a sus cartas y les miró victorioso.

-¡No vale!- se cruzó la niña de brazos.

-Bueno, mañana jugamos otra vez y hacemos la revancha, ahora a dormir- pronunció Carol con más serenidad de la que de verdad tenía.

-Pero...-.

-A dormir...- insistió y esperó en silencio a que los tres se decidieran a abandonar el salón para subir escaleras arriba hacia sus cuartos.

Después sonrió y empezó a recoger las cartas de la mesa en silencio, como si Daryl también se hubiera ido, aunque seguía allí parado esperando algo que no sabía muy bien qué era.

La carta, quizás.

Movió su pie izquierdo, se agachó y la cogió del suelo para enseñársela y sonreírle.

-¿Cómo lo has hecho?- formuló con más admiración que curiosidad.

-¡Ahh...!- se encogió de hombros con cierto secretismo.

Él negó con la cabeza.

-No quería que los niños te perdieran el respeto solo porque eres demasiado torpe haciendo trampas- y ensanchó un poco más su sonrisa.

-Mmm... ¿Gracias?- sonrió él también.

-¡De nada!- soltó una carcajada y luego, por no seguir mirándole, por no dejarse sentir de la manera en la que se estaba sintiendo, volvió a poner su atención en las cartas, en recogerlas y guardarlas.

-Carol...- la llamó, porque él sí que prefirió dejar de pelear contra sí mismo.

-Dime- pronunció mientras se giraba para dejar la baraja sobre el mueble como el tesoro más preciado que conservaban, casi el único modo de distrarse allí, de no pensar en el resto de las miserias que les rodeaban.

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