Compañera

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Cada vez que tenía que hacer aquel camino, aquella vuelta sobre sus pasos, se le resentía un poco más las fuerzas, la esperanza y hasta el alma.

Habían pasado dos semanas. 11 días. 268 horas. O quizás algunas más.

Llevaba buscándola sin descanso dieciséis mil ciento nueve minutos y seguía sin dar con nada que lo llevaba hasta ella.

Había quedado con Maggie en que, mientras ellos hacían su parte, él seguiría rastreando solo, pero, a cambio, tenía que volver cada dos días a aquel lugar, al sitio en el que se perdía la pista de Carol, para que ella le diese algo de comida y pudieran intercambiar novedades.

Paró.

Miró al sol.

Estaba justo arriba de su cabeza y, sin embargo, no había nadie allí: solo él y Dog.

-No me jodas, Maggie- pensó y miró a ambos lados por si, de repente, aparecía.

Nada. Solo, en el árbol, una maleta colgada de una rama.

Una maleta.

¿Y si la habían encontrado? ¿Y si eso significaba que Maggie había tenido que volver a Alexandria junto al resto para poder cuidar a Carol? ¿Y si ese era el fin de toda aquella pesadilla?

Cogió la maleta y la abrió con rapidez.

Pan, un par de cantimploras con agua, algo de carne, vendas y una nota.


Todos están demasiado cansados y no nos quedan muchas más provisiones de las que aquí te dejo.

No está. No aparece por ningún lado y, entre el tiempo que ha pasado y lo último que hemos visto de ella, me temo que lo único que vamos a encontrar es algo que no queremos ver.

Lo siento, Daryl, no podemos seguir. Tú haz lo que tengas que hacer, pero vuelve. Por favor.

Maggie.


Arrugó el papel.

No la habían encontrado. No habían vuelto a Alexandria para cuidarla. No era el fin de aquella pesadilla.

Nada. No era nada. Solo una retirada. Palabras vacías y carentes de sentido. No era nada. Nada salvo una excusa para abandonar a Carol.

"Lo único que vamos a encontrar de ella es algo que no queremos ver", desdobló la nota para volver a leer y luego la lanzó al agua.

Llevaba once días buscándola y, hasta el momento, no se había permitido dejar que aquella idea se instalase en su cabeza. No encontrarla no era una opción, pero aún menos lo era el dar con sus restos, con un cuerpo sin vida o con una vida que ya no era tal.

No.

No.

Cerró los ojos y respiró.

No la había perdido. No la había perdido.

Respiró otra vez, tan profundo que hasta sintió como le quemaban los pulmones, y luego abrió los ojos para coger todo lo que había dentro de aquella maleta y meterlo en la suya.

-Vamos, Dog- le dijo antes de meterse en el río como si no hubiera agua, como si no fuera a mojarse.

En aquellos días había recorrido toda la orilla, había buscado por el interior del bosque, había perseguido su rastro una y otra vez, e incluso había cruzado el río tal y como ahora estaba haciendo. Había trazado todas y cada una de las rutas que se le habían ocurrido y había ido tan lejos como había podido, pero si tenía que repetir caminos, si tenía que andar sobre sus pasos, lo iba a hacer.

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