Carol, nada más

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-¿De qué van disfrazados, tía Carol?- susurró R. J., haciendo que su hermana sonriera levemente al escucharlo.

-No sé- respondió con aún menos voz que él, sin dejar que su mente analizase la pregunta porque ya la sintió demasiado ocupada tratando de entender qué era todo aquel circo en el que se estaban adentrando y porqué llevaban más de media hora esperando en tres frías sillas de un pasillo vacío.

-Pero así no iban vestidos antes, ¿no?- insistió.

-¡No!- ahora sí detuvo sus pensamientos para mirar al chico y sonreírle. -Nadie iba así antes- le acarició el pelo.

-¿Entonces?-.

-Creo que... esos trajes debían de salir en una película, o... por lo menos se parecen mucho- volvió a forzar su sonrisa.

-¿Qué película?- ahora la que se dejó llevar por la curiosidad fue Judith.

-Pues no estoy segura, pe...- fue a decir, pero calló al oír a uno de los hombres disfrazados con aquella armadura blanca llamar la atención de su compañero.

-¡Daryl!- pronunció ella al seguir la mirada de aquellos soldados y verle a él al final del pasillo.

-¡Quieta!- se giró uno de ellos y la apuntó con su arma de la misma forma en la que el otro apuntaba a Daryl.

-¡Vengo por los niños!- explicó él mientras alzaba las manos. -Mercer me ha dejado pasar- añadió.

-¿Son sus hijos?- preguntó el soldado bajando su arma antes de darle un codazo a su compañero para que hiciera lo mismo y dejara de apuntar a la mujer.

-No, pero también están a mi cargo- no iba a volver a explicar lo mismo que acababa de contar a todos para que le dejaran llegar hasta allí, así que esperaba que eso bastara para convencerlos, y casi bastó. -Vengo a quedarme con ellos mientras Carol hace la entrevista- añadió.

-Bien- ahora sí fue suficiente.

-Gracias- fingió agradecer amablemente y avanzó con rapidez hacia ellos para abrazarlos como si hiciera meses que no los veía, cuando en realidad no habían pasado más de cinco horas desde que se habían despedido en Alexandria.

-¿Todo bien?- necesitó Carol preguntarle.

-Sí, ¿vosotros?-.

-No estoy segura-.

-¿Y tu tobillo?-.

-Tampoco- torció el gesto y se levantó ligeramente el pantalón para enseñárselo.

-¿Por qué te has quitado la venda?- no fue una pregunta sino un reproche.

Carol se encogió de hombros y se volvió a bajar el pantalón, convencida de que había sido un error enseñárselo, como quizás también lo había sido andar como si nada le doliera y provocar que otra vez estuviera hinchado y amoratado: aunque volvería a hacerlo una y mil veces con tal de no mostrar ni un ápice de debilidad frente a aquellas gentes de las que aún no se fiaba en absoluto.

-Estarás un rato dentro- la advirtió Daryl, -pero no...- la puerta que R.J. tenía a su derecha se abrió bruscamente y eso le impidió seguir hablando.

-Usted- una mujer de pelo rojo y flequillo apareció frente a ellos para señalar con su mirada a Carol, -pase- le ordenó.

Carol miró a los niños y dudó.

-Yo me quedo aquí, no te preocupes- le acarició Daryl el brazo.

-Vamos- la apremió.

-Voy- suspiró ella antes de tragar saliva para levantarse como si nada y seguirla con una seguridad que estaba lejos de sentir.

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