pan

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Dobló el trapo con cuidado y lo dejó sobre la mesa antes de levantar su mirada y llevarla al otro lado del salón.

-¿Puedes intentar apoyarlo?- le pedía Alex a Carol, soltando su tobillo lentamente.

Y, al verla asentir, al observar como ponía su pie en el suelo, avanzó sin pensarlo hacia ellos.

-Cuidado- quiso decirle, pero prefirió callar y parar.

Carol hizo un visible esfuerzo por levantarse, pero también dejó a la vista su miedo y su prudencia al hacerlo, manteniéndose tan solo sobre su pierna izquierda.

-Si no estás segura, no hace falta...- la avisó el joven por si sentía que era mejor dejar aquello para otro día.

Daryl avanzó otro par de zancadas mientras ella bajaba la mirada a sus pies y, tan despacio que apenas se percibía el movimiento, iba equilibrando y repartiendo su peso también en su derecho.

Una sonrisa de orgullo se le escapó a los tres, aunque solo duró unos segundos, pues desaparecieron ante una pequeña mueca de dolor en el rostro de la mujer.

-Ya está bien- la agarró Alex para ayudarla a sentarse. -Voy a volver a vendarlo- pensó en voz alta. -Mantén unos días más el reposo y... quizás a final de semana podamos empezar a hacer una rehabilitación un poco más... intensa- titubeó y sonrió ante su última palabra, porque estuvo seguro de que no era la adecuada.

-Está bien- suspiró ella, aunque hubo cierto gesto de desilusión en su mirada. Por un momento había llegado a pensar que su tobillo había dejado de doler, que ya podría volver a andar con normalidad, pero no, aún tendría que esperar unos cuantos días más.

-¡Gracias, Alex!- se despidió Daryl unos minutos después al acompañarlo a la puerta y, tras cerrar, se volvió hacia Carol para mirarla durante unos segundos.

-Lo sé- suspiró antes de que él le pudiera decir nada.

-Bien- movió sus labios y su cabeza al decir.

Ella sonrió, se acomodó en el sillón y cerró los ojos como si quisiera quedarse dormida, aunque no tenía gana alguna de seguir haciéndolo: si fuera por ella, se pondría los zapatos y correría a trabajar junto a Maggie, o subiría a jugar con los niños, o...

-¿Me ayudas?- la voz de Daryl la obligó a mirarle.

-¿A qué?- frunció el ceño.

Él levantó desde la cocina un tarro de harina como respuesta.

-Daryl...- meneó la cabeza y cogió aire para seguir, pero él no la dejó.

-¿Me ayudas o no?- le insistió.

Y ella estuvo a punto de decirle que no, de recordarle que no hacía falta que se quedase allí vigilándola, de pedirle que se fuera, que hiciera cualquier otra cosa que no fuera obligarse a cuidarla. Sin embargo... suspiró y asintió.

-Te cojo una silla, entonces- sonrió él.

-Pero...- necesitó protestar, -solo hoy- sonó como enfadada y eso hizo a Daryl parar, con la silla entre las manos, para poder prestar absoluta atención a lo siguiente que fuera a decir. -Mañana...- le tembló la voz al sentir su mirada clavada en ella. -Mañana podrías irte a...- volvió a suspirar.

-¿Me estás echando?- no supo si había entendido bien, pero prefirió tomarlo a broma.

-No- fue sincera, -es solo que... llevas días aquí encerrado por mí, Daryl, y... sé que no te gusta estarlo: lo tuyo es salir, ayudar a los demás con sus tareas, ir a cazar... Y no estar aquí haciendo... pan- su forma de decirlo hizo aún más evidente lo ridículo que era.

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