Aquí

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El miedo actúa igual que uno de esos despertadores antiguos que, en cuanto el minutero cruza su línea roja: grita, tiembla y salta. Hace todo el ruido posible y se agita sobre la mesilla de noche esperando a que estés lo suficientemente lúcido como para apagarlo. Aquellos pip pip pip de esos móviles que hace años dejaron de funcionar eran exactamente iguales.

Tan molestos y eficaces.

Irrumpían en el sueño sin aviso y devolvían a quien fuera a la realidad en poco más de un par de segundos o, al menos, durante otro par de segundos: los suficientes para convencerse de que lo que fuera podía estar cinco minutos más.

Solo cinco. Y luego...

Pocas sensaciones hay más angustiantes que el despertar sin haber sido consciente de estar dormido. Darse cuenta en un solo instante que llegarás tarde, o que estás en algún lugar que en nada se parece a tu cama, o que... Que debías vigilar a alguien y, al abrir los ojos, ese alguien se ha ido.

Lydia sintió justo aquello recorriendo su cuerpo.

Se había dormido. Debía haber pasado la noche velando el sueño de Carol y, sin embargo, se había dormido.

-No, no, no, no, no...- se maldijo mientras se levantaba del sillón y notaba aquel miedo (igual al despertador) gritando, temblando y saltando en su interior. -¡Joder!- tocó el sofá para buscar el calor de la mujer, para poderse plantear que quizás solo había ido al baño, o que estaba en la cocina, o que...

No.

Estaba frío, la cocina vacía y el baño...

-¿¡Carol!?- la llamó antes de entrar.

Nada. Nadie.

-¡Carol!- corrió hacia arriba, revisó en su cuarto -¡Carol!- y bajó rápida para cruzar el pasillo hacia la puerta principal dispuesta a salir a la calle a buscarla, pero detuvo el paso justo antes de llegar a tocar el pomo.

-¿Qué pasa?- bajó Maggie a trote las escaleras.

-Me he quedado dormida- no había dicho aún la segunda palabra y ya se había dibujado un mohín en sus labios. -No sé en qué momento, Maggie, pero... me he dormido y... ahora... ahora Carol no está- casi le faltó la respiración.

-Tranquila- la agarró de los hombros para intentar tranquilizarla aunque un escalofrío la inundó a ella por dentro al intentar asimilar lo que eso podía significar.

-No...- dio un paso atrás, nerviosa, -hay que buscarla, hay que... saber dónde está y... si está bien, y...- tragó saliva y fue a girarse para abrir la puerta de una vez, pero otra vez frenó en el acto.

-¿Buscar a quién?-.

-¿Daryl?- no pudo distinguirse cual de las dos lo pronunció con mayor sorpresa.

-¿A quién?- insistió.

Daryl había oído a Lydia llamar a Carol hacía poco menos de un minuto, así que en realidad ya sabía la respuesta, ahora solo necesitaba la explicación de por qué: de dónde estaba: y de cómo estaba.

-¿Cuándo has vuelto?- necesitó Maggie entender.

-Anoche- no tardó en contestar.

-¿Anoche?- se cruzó en los ojos de Lydia una chispa de esperanza.

-Sí-.

-¿Te cruzaste con Carol?-.

-Ujum- asintió y agachó la mirada.

-¡Menos mal!- celebró la joven haciendo comprender a Maggie el rumbo de sus pensamientos con una simple sonrisa.

-¿Te dijo algo?- indagó ella.

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