Ya no

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Cogió aire, cerró los ojos y contó uno por uno los setenta y cuatro segundos que Alex tardó en arrastrar aquella gasa empapada en alcohol por toda su espalda.

-Ya está- volvió él también a respirar.

Los dos sabían que aquel método de cura no era el más indicado, pero era eso o una infección y no podían volver a tentar tanto a la vida.

-Voy a por la crema y terminamos- acarició su hombro antes de alejarse para ir hacia las estanterías y coger aquel bote de ungüento que fabricó Siddiq hacía ya demasiados meses. -Voy, ¿eh?- la avisó antes de empezar a extendérselo por la espalda.

Ella volvió a cerrar los ojos y, aunque quería llorar, dibujó en sus labios una leve sonrisa al sentir la delicadeza con la que el joven la trataba.

-Ya está- celebró. -Te dejo sola para que te vistas y... nos vemos otra vez pasado mañana- se despidió.

Luego Carol escuchó como se cerraba la puerta y llevó hasta allí su mirada.

-¿La puerta?- volvió a repetir las dos últimas palabras de su pregunta. -Hay que arreglarla- resumió.

-Esta tarde lo hago- apareció la voz de Daryl en mitad de la estancia.

-No, lo hago yo- decidió insistir, -no tengo nada mejor que hacer-.

Negó. No. Aquella no era ni de lejos la misma puerta, no era el lugar en el que Daryl casi la llegó a acorralar mientras ambos se devoraban la boca el uno al otro, pero sí era la que le había visto alejarse de ella por última vez.

Suspiró.

Cogió sin ganas su camiseta y apretó los dientes antes de atreverse a ponérsela, porque si había algo comparable al dolor del alcohol quemando sus heridas, era la sensación de la tela arrollando su espalda.

-Umgg- se llegó a quejar, aprovechando que nadie había a su lado, y luego se concentró en hacerlo pasar, en volver a notar como su cuerpo sí era un lugar habitable, como no todo eran llamas en su interior.

Respiró otra vez y se levantó.

Abandonó la enfermería.

Cruzó las calles de Alexandria con la mirada gacha, observando solo como sus botas avanzaban sobre el asfalto para así no tener que ver a nadie, para no sentirse aún peor por no saludar.

Andó. Solo eso. Andó y, apenas unos minutos después, atravesó el umbral de la puerta de la casa.

La puerta.

Enredó otra vez su lengua a la suya, o tal vez fue él. Gimió sin darse cuenta y agarró sus brazos para que no se fuera, para que no se apartara ni un milímetro de ella.

La había besado. La besaba, de hecho. La acorralaba casi sin darse cuenta contra la puerta y la inundaba de un calor que ya ni recordaba sentir.

-Para- se atrevió a decirle mientras deseaba que la desobedeciera. -Para- le insistió su conciencia, aunque sus manos se adelantaron a enganchar su cinturón para atraerle, para comprobar que no era la única que ardía de excitación, que no era solo ella la que deseaba hacer la ropa desaparecer, la que soñaba con perderse en su cuerpo y gozar de él. -Daryl...- le necesitaba.

-¿Mmm?- contestó mientras sus manos seguían el contorno de su cintura hasta llevarla a allí donde la espalda perdía su nombre.

-Ahh- ahora sí lo notó, ahora sí sintió que, definitivamente, para ella ya no había marcha atrás, que ya no podía pensar, que ya no quería hacer otra cosa que aquella, pero no podían seguir allí, no justo en la entrada. -Para, Daryl- en su habitación estarían mejor, o en la de él, le daba igual... ni siquiera quería un colchón, le daba igual, pero allí no. -No- levantó sus manos para empujarle débilmente. -Para- un beso más y, sin saber bien cómo, se apartó.

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