en silencio

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-Daryl-.

-¿Qué?- le contestó.

-¿Podrías... ayudarme luego a... arreglar la puerta?-.

-¿Qué le ha pasado a la puerta?- formuló Maggie extrañada antes de salir de la casa.

-¿Qué?-.

-¿Podrías... ayudarme luego a...?-.

-Hay que arreglarla- resumió ella, sin querer pronunciar nada acerca de lo ocurrido hacía tres días.

-Daryl-.

-Esta tarde lo hago- habló más su culpa que sus ganas.

-No, lo hago yo- pidió Carol, porque ella también se sentía la máxima responsable de aquello. -No tengo nada mejor que hacer así que...-.

-Daryl...- escuchó ahora como Negan le llamaba.

Y hubo de cerrar y abrir los ojos para descubrirse a sí mismo en el bosque, y no en la cocina de casa, ni en el salón.

No sabía por qué su mente le estaba traicionando de aquella manera, no entendía la razón de aquel sueño que ahora no solo lo perseguía dormido, ni a qué ponerse a recordar cómo empezó el día en el que tal vez sí había perdido a Carol para siempre.

-¡Daryl, joder!- le gritó y, sin saber muy bien cómo ni porqué, le arrebató el cuchillo de las manos.

-¿Qu...?- fue a preguntar, pero tuvo que callarse al darse cuenta de que Negan lo necesitaba.

Necesitaba aquel cuchillo para defenderse, y defenderle, de los dos caminantes que se acercaban decididamente hacia ellos, y lo usó. Primero el mango para golpear y alejar a uno de ellos, luego la punta para clavarla en la cabeza del otro y, finalmente, otra vez el mango para dejar caer al que seguía en pie y poder así aplastarle el cráneo de una sola pisada.

-¡Joder!- suspiró al terminar. -¿Se puede saber en qué cojones pensabas?- le preguntó al darse la vuelta mientras se limpiaba la sangre que acababa de salpicarle en la mejilla. -¡No, cállate, ni me lo digas!- se lo pensó mejor.

Sabía perfectamente lo que estaba pensando, le acababa de ver quitarse la camisa y dejarla colgada en un árbol, con la flecha que Carol había usado para matar a uno de esos tipos, por si ella volvía y lo necesitaba.

Aquellos dos, que para él no eran más que un par de gilipollas que no se atrevían a ser sinceros el uno con el otro, eran capaces de dar la vida por quienes querían pero, ellos estaban a un nivel superior y, en ese caso, no solo estaban dispuestos a darla, sino también a perderla si algo malo les pasaba.

-Vamos...- susurró Daryl, que ya veía su moto a unos cuantos pasos de allí.

Y apenas una hora y media después volvió a estar sentado en el sofá del salón como aquella misma mañana. Solo que ahora no dormía, solo repasaba los trazos que acababa de dibujar sobre el mapa.

El río. Los cuerpos. La flecha. Las huellas. Las flechas. Los cuerpos. El río.

-Daryl- lo llamó Carol.

-¿Qué?- no tardó en responder.

-¿Podrías... ayudarme luego a... arreglar la puerta?-.

-No te molestes-.

-No es molestia, Daryl, además quiero hacerlo, ¡lo hago yo!- insistió.

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