NORMAL

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Desde la ventana se podía ver la plaza, los tejados de las casas más bajas, un parque, algunos bloques de apartamentos, edificio públicos... una ciudad normal; un lugar como los de antes, sin rastro de temor, ni atisbo de necesidad. Nada. Nada que pudiera recordarle que llevaban años peleando por sobrevivir, que el mundo hacía tiempo que no era más que un lugar de miseria, nada.

La gente iba y venía, trabajaba para vivir, gastaba en caprichos, reía con despreocupación.

Todo estaba dentro de una normalidad que había dejado de serlo hacia muchos años, aunque quizás, para él, nunca lo había sido.

-Mmm...- escuchó a Carol removerse y volvió rápidamente junto a la camilla.

-Hey...- enmarcó su rostro con sus manos y sonrió al verla abrir los ojos para mirarle.

-Daryl...- susurró, sin darse cuenta aún de dónde estaba.

-Buenos días-.

Quizás para ella aquel oasis en mitad del desierto sí era volver a una vida parecida a la que alguna vez tuvo; con rutinas estúpidas, con alguna ligera preocupación por si cerraban el supermercado antes de que pudiera llegar, o... ¡a saber! Él nunca había estado ahí, había sido superviviente desde niño; aunque podría aprender por ella, y por Judith y R.J..

-Si notas algo raro en la pierna... es que te han tenido que escayolar el tobillo- prefirió decirle antes de que ella misma se percatara. Aunque, de saberlo, hubiera callado un par de segundos más, pues su reacción era justo la que más habían temido.

-¿Qué es esto?- quiso incorporarse al verse rodeada de paredes blancas.

-Un hospital- tragó saliva. -Llevas aquí desde ayer, pero, por favor, Carol, hazme caso y escúchame antes de...-.

-Sácame de aquí- dijo tajante mientras se peleaba contra las sábanas para lograr destaparse.

-Carol...- la agarró de los hombros para frenarla.

-Sácame, por favor, me quiero ir- volvió a costarle respirar, se sintió de nuevo igual que en aquella habitación oscura, acorralada por los soldados y las preguntas inquisitivas de aquella mujer pelirroja. -Me quiero ir- se le rompió la voz al repetir.

-Escúchame- rodeó su cara con sus manos y se acercó tanto a ella que solo un palmo separó su nariz de la suya. -Estás a salvo; estamos a salvo- le aseguró. -No termino de saber qué pasó con esa mujer, pero sí sé que se excedió en sus funciones, que lo que sea que te dijo estuvo fuera de lugar... pero ya está, ¡ya está!- necesitaba que lo entendiera. -Esto es un sitio seguro, Ezequiel está aquí- quizás en él pudiera confiar. -Si quieres, ahora voy y le digo que luego venga a verte y... te cuente cómo funciona todo-.

-No, no...- cerró los ojos y suspiró. -No te vayas- buscó su mano y la atrapó entre la suya.

-No me voy- fue imperceptible la sonrisa que se dibujó entre sus labios, pero no la que lo hizo en su corazón. -Por lo que me dijo el médico temprano; si... si pasas el día bien, sin que haya que volver a... sedarte- le costó tener que contarle que, prácticamente, la habían obligado a dormir todo el día anterior, -esta noche mismo o mañana te darán el alta y... tenemos apartamentos asignados; uno para Judith, R.J. y para mí y... otro para ti- siguió hablando al ver que ella, a pesar de respirar agitada, solo se estaba limitando a escuchar. -Están al lado, no te preocupes: mismo edificio, misma planta... el uno enfrente del otro- tal vez ella no le daría valor, pero a él lo tranquilizaba en gordo.

-No entiendo nada- reconoció.

-¿El qué no entiendes?- lo descolocó.

-¿Cuánto llevo... sedada?-.

-Desde ayer-.

-¿Por qué?-.

-Te desmayaste en la sala de interrogatorios...- comenzó a decirle.

-Lo sé- en realidad no hasta que él se lo había confirmado, pero no recordaba más que estar suplicándole que se la llevara de allí mientras sentía ahogarse.

-¿Te acuerdas también de cuanto recuperaste el conocimiento?-.

-No...- agachó la mirada para intentar hacer memoria, pero no lo consiguió.

-Seguías igual de agitada, así que... los médicos consideraron que lo mejor era inyectarte un calmante- uno mientras le atendían el tobillo y... un gotero para que pudiera dormir durante toda la noche.

-¿Y por qué no me han echado?-.

-¿Del hospital?- se extrañó.

-De... la Commonwealth, o como quiera que se llame...- respondió, haciéndole suspirar a él, aliviado al entenderla.

-Todos estábamos admitidos- resumió.

-No, esa mujer quería saber si yo iba a hacer arder esta maldita comunidad; me preguntó si había matado a alguien inocente... quiso saber de Sophie y de...- le tembló la voz de nuevo.

-A mí también me hicieron preguntas sin sentido- mintió, -pero creo que era para alimentar sus egos, para creerse mejores por no haberse tenido que manchar las manos de sangre, por no haber tenido que sufrir lo que nosotros...- le acarició la mejilla para tratar de consolarla, para hacerla sentir mejor, si es que podía.

-Me empujaron para...- fue a contarle, pero Daryl no la dejó.

-Lo sé- no quería escucharla, porque entonces buscaría su ballesta y le dispararía sin pensárselo dos veces a aquella mujer.

-¿Cuánto tengo que llevar esta escayola?- prefirió cambiar ella misma de tema al ver la rabia en sus ojos.

-Un par de semanas, dijeron-.

-¿Me la firmarás?- ladeó una sonrisa que pilló a Daryl completamente desprevenido.

-Carol...- no supo si fue una protesta por su repentino cambio, o una forma de suspirar, aliviado al verla tranquila, o al menos aparentarlo.

-¿Te fías de esta gente, entonces?- volvió a cuanto le preocupaba para poder dejar las dudas atrás.

-Quiero hacerlo- afirmó.

-Y ese apartamento vuestro...- comenzó a decir.

-No he estado- de hecho, había dormido en aquella incómoda silla que había justo al lado de la camilla. -Luego le preguntaremos a los chicos, aunque ellos... están encantados con todo esto: ayer alucinaron cuando comimos en uno de los restaurantes de la plaza-.

-¿Hay restaurantes?- frunció el ceño.

-Hay de todo- se encogió de hombros. -Ya iremos en cuanto puedas andar con normalidad- prometió.

-Eso iba a decirte- recordó cuanto iba a decirle antes de que la interrumpiera, -¿podré estar con vosotros estas semanas?- no se veía capaz de valerse por sí misma con el tobillo así, pero tampoco de estar sola, de pasar más de dos minutos sumida en la inmensidad de sus pensamientos.

-¿En...?- fue a preguntar antes de darse cuenta del significado real de sus palabras. -¡Claro! Sí, tendremos que verlo, pero... supongo que tendremos sitio para los cuatro, sí- terminó de decir nervioso. 

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