Coactio(Coacción)

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Mientras continúo recorriendo el laberinto que son estos pasillos, creo haber perdido de vista a Ernesto. Me estoy empezando a cansar de correr sin sentido buscando una salida, me guio por el instinto de supervivencia y nada más Sigo sin ver nada y voy a ciegas. Tanteo las paredes que voy pasando en busca de un interruptor que me permita iluminar el lugar, es inútil no hay nada. Una de las tantas veces que miró hacia atrás para asegurarme que Ernesto no viene a por mí, me chocó contra algo de frente. Es grande, pero no más que mi ahora captor. Retrocedo un poco, queriendo volver e ir hacía otro pasillo para continuar con mi huida.

—¿Cómo has salido?— 《Esta más que claro que respecto a fuerza, es más

grande que yo. En un cuerpo a cuerpo tengo las de perder.》Pensé. No le contesto, y aunque me parece conocerlo, no lo tengo muy claro.

—Deberías de tener más contentos a tus amigos. Ese chico no es muy listo, cuatro carantoñas y me dejó salir. — Quiero creer que si pongo a los dos en contra, se maten entre ellos y se olviden de mí.

—Eres una zorra muy lista, pero no más que yo preciosa.—Su voz, pillada. No fui nada lejos.

Esta más que claro, viendo a Ernesto frente a mí en el pasillo. Tiene el semblante serio, me mira mientras se va acercando lentamente. Sin esperarlo me empuja contra la pared, con su cara muy pegada a la mía. Puedo oler su aliento a chicle de menta una vez más.

—¿No querías que estuviésemos así de juntos?— Sube su brazo hasta mi garganta y aprieta fuerte. La falta de aire me impide luchar contra él, mientras el otro chico se ríe de nuestro teatro. Suelto

puñetazos al aire, intentando luchar contra él. Que no sirven de nada. Voy viendo todo más nublado, mi cabeza va perdiéndose y la voz de ambos se escucha en off.

Antes de caer al suelo, alguien se acerca por detrás de Ernesto. Atravesando su garganta desde su nuca y dejando ver la punta del cuchillo desde adelante. Soy salpicada por un gran chorro de sangre, aún no me recupero del todo y mis reflejos no están para ayudarme en este momento. Al soltarme del agarre mi vista se va recuperando, aunque intento mantenerme caigo al suelo, no veo quien es mi salvador. En ese momento alguien me agarra sosteniendo en sus brazos y después por toda la tensión del momento pierdo el sentido.

Me encuentro tumbada bajo la sombra de un árbol, el sol se está poniendo y empieza a refrescar. Una pequeña mariposa de colores vivos se posa en mi

antebrazo, se queda quieta. Siendo tan frágil, tiene esa confianza en mí.

Después de unos segundos despliega sus alas y alza el vuelo. ¿Soy yo esa

mariposa?, claro que no, me falta esa libertad. Esa de la que ella disfruta.

De nuevo sentada en una silla, maniatada y con la boca tapada le veo a él.

—Tú acá bas de morir—Digo tartamudeando y con duda. Está claro que todo es producto de mi imaginación, si no como es posible que esté él delante de mi vivo y con un cuchillo en su cuello. La imagen tan macabra que no dejó de ver me hiela la sangre, intento pensar en cualquier otra cosa Pero es imposible el gilipollas de Ernesto sigue estando frente a mí.

—Fuiste tú quien me mataste, recuérdalo.—Luego comenzó a reírse. Desde las sombras vi como una forma salía de ellas, era alta y corpulento y según iba acercándose a mí la claridad le daba su forma humana. El mismo chico de los túneles, el mismo que había asesinado a Ernesto estaba vigilándome desde las tinieblas.

—No seas ilusa, ni pienses que por un momento te estaba ayudando. Porque no mejor jugamos a un pequeño juego que se llama bala o daga.

—¡Mm!—Farfullo, ya que continúo con la boca tapada y me es imposible contestar. Él se acerca y tira con fuerza de la cinta, al tirar consigue que se abran grietas en mis labios y la sangre que sale de ellos llegue hasta mis papilas gustativas. Con la sequedad que llevaba días arrastrando se hace una pasta asquerosa en mi boca.—¡Maldito idiota! Yo no pienso jugar a tu estúpido juego.

—Nadie te está preguntado pequeña zorra.— Me agarra de la coleta desde atrás haciendo que mi cuello se ponga tenso por la brusquedad de la sujeción después sé queda mirándome fijamente a los ojos. —Elige el filo o la pistola, si no elegiré yo por ti.—Ahora comenzaba a sentir miedo de verdad, Ernesto al lado de él era un corderito, el verdadero psicópata era este chico.

—¿Quién eres?— Dije tartamudeando al formular la pregunta.—Él volvió a enseñarme ambas cosas para que eligiese. Yo lloré fuerte y después elegí.—¡CUCHILLO!—Solo podía pensar que tal vez por un momento un simple corte no me mataría y con un balazo probablemente saldría de aquí arrastras. Estaba equivocada en todo, este hombre hecho demonio no iba a usar nada de eso conmigo. Frente a mí agarró el cuchillo con fuerza y se hizo un corte superficial en la palma de la mano, después dejó caer la sangre en mi rostro para continuar chapado la herida. Con la boca llena de sangre y la mirada ida comenzó a reírse de una manera espeluznante, la cual me heló la sangre. Luego golpeo mi cara dejando caer de forma brutal al suelo, con silla incluida. El golpe que dio mi cráneo en el suelo fue en seco, y no tarde en perder el conocimiento. Antes pude escuchar quien era este hijo de puta.

—Soy Dexter, tu mayor pesadilla princesa.— Antes de que perdiese la noción de todo me agarró por un brazo y me arrastró por el suelo del lugar con la silla sujeta a mi cuerpo. Deshizo los nudos de la cuerda y me soltó en otra habitación diferente, saco una pistola y apuntó el cañón directo a mi cabeza.

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