Capítulo 9

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Me duele el corazón, otra vez. De la desgracia de los seres humanos, sin importar naturaleza, me rió yo. Pero ya nada me hace gracia, el Desamor que ha ellos les hice tocar, me lástima a  mí también. ¡Que desgracia hemos hecho, Amor! Yo por reírme, ahora siento lo mismo, lo mismo que les hago sentir cuando soy yo quien los rodea. —dijo Desamor, mirando la escena.

Y algo extraño pasó, Compasión le sonrió. Conocido por deambular por pasajes de todo tipo, ricos, pobres, muggles y magos también. Desamor se recostó en su lecho, ante la mirada de un montón de emociones más. Tristeza, quien encerró a Felicidad, lloró, porque nada pudo entender muy bien.

Amor, quien había permanecido ligada a Desamor por el principio del Tiempo, y quién habría permanecer también al Final. Se quedó mirando la escena, había perdido y ganado. Había ganado al hacerlo amar, había perdido, cuando el «no te acerques» sonó con fuerza. Que cruel, que cruel Destino.
Todos se quedaron allí, perdidos en su propia identidad.

Lo siguiente que pasó, fue más sencillo. En su vida cotidiana —que en realidad nunca podría ser tranquila—, Harry Potter comenzó a actuar de una forma extraña. A fijar su atención en Draco Malfoy, en no oírlo cuando soltaba sus ácidos comentarios y a veces a estar nervioso cuando el chico pasaba por su lado y se le quedaba viendo con una ceja alzaba porque Potter actuaba rarísimo. Fueron momentos lejanos a lo común, Ron se quedaba pensando si su amigo estaba bien o no, pero decidía cambiar de tema, buscar una forma de evitar aquel tema.

Hermione, quien tenía una mente que actuaba diferente, supo enseguida que había cosas que estaban ligadas entre sí. De esta manera intento hablar con Harry, para que confiará en ella y ella pudiera ayudarlo una vez más. La respuesta fue simple; Harry dijo que le gustaba Draco. Con algo similar a un mareo, Hermione se le quedó viendo, impactada no por las palabras, si no, a quien iban dirigidas. A Draco, el chico que siempre buscaba una forma de perjudicar a su amigo, de tratarla mal a ella o a cualquiera que no fuera lo suficiente digno para la magia.

Fue difícil entenderlo, porque lo que Harry veía en él, ella no lo entendía. Es decir, Harry le dijo que había mucho más allá del niño egocéntrico y caprichoso que salía a la luz, mucho más. Así de esta manera, Hermione terminó simpatizando con Draco, de una forma pequeñita. Porque él seguía buscando la forma de arruinar los planes de ellos.

Solo que Draco también tenía su propio problema. A veces se quedaba mirando demasiado tiempo a Harry Potter, por lo que Pansy terminaba pegándole en las pantorrillas para que su desliz no se notará. En otras ocasiones sentía que tenía que recordar algo. La cuestión estaba allí, Draco en búsqueda de una auto defensa para que sus sentimientos murieran, bloqueo los recuerdos que tuvo en aquel Bosque antes de llegar a la escuela de magia. Los suprimió, quitando su existencia de su mente. Porque tenía una misión, que iba a ser estropeada por cosas como el amor o incluso peor, por alguien como Potter.

Estaba sacrificando lo que sentía, para inconscientemente proteger a quien quería.

Hubo un tiempo en que las risas poco empáticas de Draco cesaron. Porque se encontraba descubriendo cosas de si mismo que creía imposibles, primero que nada, en serio detestaba la forma de pensar de su padre, segundo; se dio el lujo de ser compasivo con su madre, quien incluso parecía estar más atrapada en una tristeza que él, quería hacerla feliz. Tercero, le gustaba Potter. Y el beso que bloqueo en sus recuerdos, y los momentos más felices que tuvo en la vida, fueron desbloqueados una noche cuando tenía diecisiete.

La marca de los mortifagos adornaba su brazo de piel pálida, mientras él estaba sentado en su cama, con insomnio. Su corazón latió con fuerza.

Recordó a Ronni y a Henoch, a todos los pequeños amiguitos. El beso, lo que sintió y lo que pareció ser algo correspondido. A la mañana siguiente, entre mirada despectivas de algunos estudiantes, Draco le dio el lujo de caminar hacia Harry, quien estaba sentado luchando con poder comer un pan.
Es algo instintivo, Harry eleva su rostro encontrándose con los mismos ojos grises que busco desde hacia un tiempo. Estos carecen de brillo, algo que fue disminuyendo cuánto más crecían. Y por otro lado, Draco sigue pensando que los ojos de Harry siguen siendo tan brillantes y verdes como la última vez que los pudo mirar fijamente. 
El resto de los estudiantes detuvo su charla, pensando que en cualquier momento ambos muchachos iban a levantarse sus varitas y comenzar a lanzar hechizos mortales entre ellos.

Pero eso no sucede.

—¿Aún sigues pensando que está comida es mala? —interroga Harry, alzando una ceja. Es una broma interna, tiene sus años, pero está ahí.

Draco sonríe de forma diminuta, sintiendo un peso alejarse de sus hombros.

—Ni siquiera sabía el nombre de la mitad de aquellas cosas, Potter. Lo cierto es que, aunque lo hubiese sabido, seguía confundido.

Harry suelta una risa. Y el resto no lo entiende. Tampoco lo entienden cuando la túnica verde se mezcla con la roja, y Draco sea poya en Harry, en la misma banca. Desde lejos, parecen aún menores de lo que son. Pero está bien, porque ya sufrieron lo que tuvieron que sufrir, ahora deben ser felices. Totalmente felices.

— Por querer jugar con ellos, terminamos sufriendo también. — comentó Amor. — Pero creo que valió la pena. ¿Lo valió?

—Ambos ganamos. Así que si valió. —concluyó Desamor. 

Por tu amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora