Capitulo 12

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Emma. 

—Hola nena. — dice con una sonrisa que muestra sus dientes perfectos.

Está irresistible como siempre, no lleva el traje de esta mañana ahora viste uno azul oscuro. ¿Es que nunca se cansa de usar traje? Tampoco voy a quejarme de eso, la vista es caliente.

—¿Otra vez vas a dejarme en la entrada?

Salgo de mi aturdimiento y me doy cuenta que estoy en pijamas frente a él. Mira el rollo de canela en mi mano y tuerce el gesto de su boca como aguantando una burla.

—No— me río —Yo estoy en pantalones cortos y no quiero salir así a la calle— cierro la boca de golpe porque no sé qué decir, me acaba de dejar en blanco.

Se recarga en el lumbral de la puerta con un gesto totalmente despreocupado recordándome que estoy jugando con fuego estando cerca de él.

—Quería llevarte a cenar para que tengamos la conversación que dejamos pendiente está mañana. — miro mi atuendo y luego lo miro otra vez. —Descuida, acepto tus términos Emma y si quieres tenerla en pijamas no voy a protestar. — me giña un ojo.

—Creo que voy a cambiarme antes que la gente de afuera me vea las bragas. — sus cejas se alzan y yo me muerdo la mejilla por dentro.

—Bueno, Hola, soy Coraline— dice la voz de mi rubia favorita a mi espalda salvándome de esta incomoda recepción.

Él le da una inclinación de cabeza educada sin despegar específicamente los ojos de mí. — Buenas noches Coraline.

—¿Por qué no pasas y esperas en la sala mientras Emma se arregla? — le ofrece —A menos que quieras que te cierren la puerta en la cara.

Se hace a un lado para dejarlo pasar y él ni siquiera lo piensa antes de entrar.

—Solo tomará unos minutos— le digo dejando mi bocadillo en la mesa.

—Siéntete como en casa, claro, veinte millones de dólares más barata, pero igual de acogedora— Cora le da una sonrisa —Tienes rollitos de canela frente a ti y no es por presumir, pero soy una cocinera muy buena, casi tan buena como los cocineros que debes tener — le dice y un segundo después la arrastro por el pasillo hasta mi habitación para que deje de hablar con él.

No veo la expresión que él pone ni tampoco si le responde. Cierro la puerta detrás de nosotras y me acerco a beber un vaso de agua que está sobre la cómoda.

—El hombre impone— dice ella sorprendida.

—Deberías verlo en la oficina.

Aquí no se está portando la ni la mitad de intimidante que es cuando está en su papel de ejecutivo. No es fácil de ignorar esa aura de control.

El sentimiento de moralidad rota comienza a aparecer mientras camino a mi guardarropa, aunque trate de ignorar la indecencia de estar caliente por mi jefe omitiendo el hecho de los besos en la oficina y en mi apartamento, no puedo dejar ir mi moral fácilmente.

Quiero ser una buena publicista, crearme mi propio camino en mi carrera y los chismorreos de la gente me ponen molesta, si ya los publicistas de mi jefe me odian, si alguien se llegara a enterar de esto sería peor.

Follando para ascender.

—Lo estás haciendo de nuevo ¿Cierto? — pregunta Cora a mi espalda.

—¿Haciendo qué? — frunzo el ceño regresando poco a poco a la realidad y debatiéndome si ir a cenar con él es una buena idea después de todo.

—Estás sobre pensando las cosas respecto a Alexander Roe y el hecho que es el dueño de la empresa dónde trabajas.

—¿No debería hacerlo? Sé que no soy una arribista que busca follárselo para ascender de puesto, pero eso no cambia que mi moral laboral se vea entre dicho.

Ya sé que dije que quería una noche con él y lo sigo haciendo, pero hay una alarma en mi cabeza resonando muy fuerte que me dice que eso no es algo prudente. Que esto no debería ocurrir.

Tentación [Ya en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora