"Kirinmaru veía como su primogénito contemplaba embelesado el estrellado cielo, anhelando que de un momento a otro Midoriko regresara al lado de este, pero era consciente que la creación de esa perla seria la perdición de la sacerdotisa y por desgracia de muchos yokais en búsqueda de poder. Sin más se sentó al lado de su pequeño hijo de nueve años, el cual al verlo limpio rápidamente los pequeños rastros de lágrimas que se encontraban en sus ojos esmeraldas.
- Está bien si deseas llorar Riku, es parte de tu naturaleza, a fin de cuentas. – vio como este negaba rápidamente. – Extrañas mucho a tu madre, verdad.
- Ella regresara otou-san. – el pequeño miraba a su progenitor con alguna esperanza, pero al ver negativa por parte de él más lagrimas escurrieron en sus pálidas mejillas. – Entonces mi tía Zero digo la señorita Zero tenía razón, mi mamá no nos quiere.
Kirinmaru arrugo el entrecejo odiaba que su hermana le metiera cosas en la cabeza al menor respecto a Midoriko argumentando que así su carácter será más parecido al de un yokai, pero el aceptaba a su hijo aun siendo un hanyo. Reconocía que lamentablemente nunca vio a Midoriko como su compañera o sintió más que cariño por la mujer, pero llego a respetarla como guerrera, sacerdotisa y amiga, más nunca la amo como mujer. Probablemente ese era un sentimiento que para yokais como ellos no estaba permitido y nunca lo sentiría.
- Para nosotros tu eres muy valioso, Riku. Las circunstancias que nos llevaron a este camino no podrían explicártelas, porque aún eres un crio. Cuando crezcas comprenderás todo. – toco suavemente el lacio cabello pelirrojo del niño, pero en eso vio como varias estrellas fugaces alumbraban el cielo.
- Mira otou-san, son estrellas fugaces. – levantándose mientras señalaba feliz, pero en el rostro de Kirinmaru hubo amargura entendiendo perfectamente lo que esas constelaciones significaban. – Son hermosas como mamá.
- "A fin de cuentas si creaste esa maldita perla de Shikon, pero a que costo Midoriko". – pensó abatido, si esas luces eran clara señal de que el ritual termino la azabache no tardaría en regresar, pero...
- Mira otou-san ahí viene Kirara, pero que raro no viene mamá con ella.
Kirinmaru vio como el yokai se acercó a él, con claro signo de sufrimiento en el rostro. Kirara se destranformo frente a ellos para después entregarle un collar que se encontraba en la boca del animal, ese mismo collar era de Midoriko el cual la protegía de cualquier peligro, pero lo que descoloco al pelirrojo fue la perla de gran tamaño color violeta.
- Supongo que esta es la perla de Shikon, ¿no es así Kirara? – el animal simplemente asintió.
- ¿La perla de Shikon? ¿Qué es eso otou-san? ¿Dónde está mamá Kirara? ¿Por qué no se encuentra contigo? – pequeños rastros de lágrimas comenzaron a salir de los ojos de Riku y justo cuando Kirinmaru deseaba tener tacto al comentarle la muerte de su madre, una tercera voz se hizo presente.
- Por lo que veo esas estrellas fugaces eran parte del alma de Midoriko y que murió ante la creación de esa perla. – Zero se fue acercando lentamente y Kirara como autodefensa se volvió a transformar mostrándole los colmillos. – Creo que tus advertencias no sirvieron de nada ante la terquedad de esa mujer, hermanito.
- Zero. – miro furioso a su hermana mayor. – Podríamos discutir de esto luego.
- ¿Por qué? Tarde o temprano Riku se enterará que su madre murió a causa de esa perla, buscando convertirlo en un ser invencible y...
- ¡HE DICHO QUE TE CALLES DE UNA MALDITA VEZ! – furioso Kirinmaru se posiciono enfrente de su hermana que deseaba "consolar" al tembloroso Riku. – Este asunto nos concierne solamente a nosotros dos. Así que retírate.
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Mi dulce momento
Fiksi PenggemarLa guerra decisiva estaba a punto de comenzar una serie de sucesos lograron que las piezas del destino siguiera su rumbo, Sesshomaru tendrá que unir fuerzas con la persona que menos esperaba, pero en el transcurso se dará cuenta del amor que sentía...