Llevaba largo tiempo de recorrido, cuando empezó a escuchar cerca de sí, el frenético golpeteo de los cascos de los caballos.
— ¡Alto en nombre del rey Christoffersen Valdemarson Skjöldung de Denmark! —enunció el heraldo, precedido por el ronco acento de la trompeta.
El sol ya había aparecido, pero aún así, el frío seguía estando muy presente; mas, al percatarse de la decena de jinetes que iban detrás, Leyra olvidó toda condescendencia hacia sí misma. Corrió con toda la fuerza que le daban sus pies, tratando de cubrir su rostro con la capucha.
Acababa de ser descubierta, pero no se preocupó en atender la solicitud.
— ¡Detengaos, Alteza! —reconoció de inmediato la voz del Consejero Real de su padre—. Soy herre Wilcko Otterdag y juro por mi honor que nadie se atreverá a haceros daño.
La princesa frunció el entrecejo, sus ojos vagaron por el horizonte, para concluir con dos suaves parpadeos.
Algo estaba ocurriendo, lo dedujo por el tono angustiado del buen Wilcko. De su comportamiento dependía no sólo su suerte, sino la de sus siervas, incluida su vieja aya, Sophia.
Si actuaba de forma inteligente, ninguna de ellas saldría perjudicada.
— ¡Oh, gracias a Dios! —Tomó las manos del consejero de su padre—. Tuve tanto miedo.
—Puedo imaginarlo, Alteza. Pero cesad vuestra angustia; vuestra familia se encuentra con bien.
— ¿Y mis damas? —inquirió apremiante—. ¿Y Vinter? —De manera inconsciente lo asió por las vestiduras para buscar la verdad en sus ojos.
***
Adalisa, la pequeña y cantarina Ada. Era demasiado, no podía creer que su pequeña niña hubiera conocido la más cruel deshonra a la que podían someter a un ser humano.
Fru Eadburga, la amargada e insoportable esposa de herre Niels Solberg estaba muerta, sólo por haber cometido el terrible error de salir a rezar a la capilla como todos los días.
Y el mariscal... El buen herre Bager Nordskov, siempre tan valeroso y honorable...
¿Dónde estaba ese Dios al que acudía fru Eadburga? ¿Dónde estaba Dios cuando una horda de demonios arrasó København?
Leyra exigió esa respuesta al mirar al cielo y desmontar un caballo alazán de rubias crines.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, amenazando con precipitar su llanto; una presión insoportable le hundía el pecho en desesperados sollozos, que en vano trataba de disimular.
Las baldosas de København se pintaron de escarlata, los cuerpos sin nombre y sin nadie que los reclamase formaban pilas y pilas interminables, poniendo a prueba la dureza de su corazón de hielo.
«¡Dios mío, qué tragedia tan más grande!»
— ¡Aya! —chilló emocionada una pequeña Leyra de siete años—. ¿Este castillo tan bonito será para mí y el príncipe que me llena de regalos?
—Sí, mi niña. —Juró escuchar de nuevo el profundo suspiro de la cynzalla ante su inocente pregunta.
—Es tan hermoso. —parloteó uniendo sus manitas.
—Y muy seguro, según se dice, mi niña. Si está bien abastecido podría soportar cualquier asedio. Pero vos no tenéis de qué preocuparos, vuestro futuro marido es el caballero más valiente y fuerte que os podáis imaginar. Ningún enemigo llegará tan cerca de esta fortaleza sin antes pasar por la espada de vuestro señor.
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CORAZONES DE HIELO: La reina sin amor
Historical FictionEn una Europa medieval gobernada por hombres, una princesa lucha por ganar su derecho a reinar en Denmark sin un marido a su lado. Luego de la trágica muerte de su prometido, se desposará con el rey Elrich de Svealand. Acostumbrada a mandar y manipu...