Elegido por los dioses

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Si llegaste hasta este capítulo muchas gracias por darle una oportunidad a esta historia, espero estes disfrutándola. Quisiera aclarar que cualquier alusión a la religión cristiana u otras, en lo absoluto reflejan el sentir ni el pensar de la autora. La única finalidad es ofrecer personajes fuera de lo convencional, de igual modo el uso de lenguaje soez busca contextualizar sentimientos y pensamientos.

Sin más, los dejo con la lectura.

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Nunca pretendió ser cristiano. La idea de "amaos los unos a los otros..." se le antojaba más fantasiosa que todos los mitos relegados de su religión. Había seres imposibles de amar y el amor no era una opción al momento de cercenar gargantas o cuando se cortaban vidas de un tajo. Un guerrero como él no podía permitirse esa clase de debilidades, aunque sí que tenía una: la soberbia hija de Christoffersen.

Desde que la vio en aquel baile brillando cual deslumbrante estrella, sólo pudo desear su luz para sí, aunque tuviera que arrancarla del mismísimo firmamento. Por supuesto, si su acérrimo enemigo y futuro esposo de la princesa hubiera adivinado las intenciones que tenía con su prometida, se habrían enfrentado en una encarnizada lucha a muerte, no por el amor, sino por la posesión de la mujer.

Así eran los rusos y ambos se entrenaron por el mejor guerrero de todos: Yaropolk Monómaco. Como heredero de la fiereza de los varegos, Monómaco no se andaba con medias tintas ni absurdos sentimentalismos de honor, el único honor lo dictaba el acero de su espada.

Y así, él fue forjado, creciendo a la par del hijo de éste: Sviatopolk y del malnacido de su sobrino, Sviatoslav. Su desprecio por él era infinito; el único hijo del rey Vladimir capaz de empuñar el arma que fuera con verdadera maestría, valiendo por el resto de sus inútiles vástagos, incluido Oleg, el príncipe heredero.

Pero eso no quitaba que fuera un grandísimo hijo de puta, cada maldita desviación suya era culpa del quinto hijo del rey, lo despreciaba con todas sus fuerzas a raíz de lo que le hizo durante la caída de Rutenia, cuando Sviatoslav se convirtió en El demonio de Rus, mucho antes de ser el heroico León Rojo del que versaban tantas historias de caballería; de los pocos que conocían su oscuro pasado y sus malsanas perversiones, sólo él quedaba vivo.

Tonos naranjas y rojizos tintaron el cielo de un hermoso amanecer, sus hombres ya desembarcaban con los primeros rayos del alba, demasiado ocupados en escabullirse por el islote de Slotsholmen, como para prestar atención a otra cosa que no fueran los silenciosos ademanes de su líder.

Él era quien daba las órdenes; resaltaba por sus duras facciones y la larga trenza que nacía desde la coronilla hasta finalizar en la parte baja de la espalda.

Los cristianos habían impuesto no sólo sus creencias y costumbres, sino que intervenían hasta en la forma de peinar, vestir, prohibiéndole que pintara su cuerpo por considerar que las marcas de los dioses, eran un ofrecimiento de su carne a los demonios del infierno.

Poco importaba, sin una corona en su cabeza, podía pasarse los convencionalismos del Papa y la Iglesia por los cojones. Como duque de Escania y protegido de su padre, Gavrel Tennorgvo no tenía que mediar con ningún representante del clero ni era reprendido por pintarse el cuerpo.

Ahora, llevaba tatuado en el pecho el Valknut. Cerca de su corazón, el nudo de Óðinn, cegaría la mente de sus enemigos dejándolos a su merced.

Gavrel saboreó la venganza implícita en el símbolo. Los tres gruesos triángulos unidos por el centro, rodeados por la gran serpiente Fafnir, la cual, según rezaba la leyenda, había asesinado a su propio padre y después a su hermano.

CORAZONES DE HIELO: La reina sin amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora