Regina probatorum

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¿En qué momento una fiesta de boda terminaba en tragedia? Leyra sentía ya tener suficiente con un matrimonio sin amor, como para ahora tener que ver también, como su mundo se derrumbaba. El castillo de København había sido destruido, no quedaba más de aquella joya, sólo una estructura vacía, ennegrecida por el humo y un lúgubre olor a muerte impregnado en cada rincón.

¿Y si ella hubiera estado ahí? Probablemente habría sido deshonrada igual que su sirvienta o hubiera muerto como el mariscal o la esposa del capitán.

Denmark acababa de adquirir deudas imposibles de pagar y la historia que conformó el pequeño reino se repetiría de nuevo, pero esta vez no a a manos de su abuelo, sino del rey Christoffersen; las tierras serían hipotecadas a los nobles germanos, a cambio de unas limosnas de oro.

No podía permitirlo. Su padre no escuchaba, cegado por la influencia del condestable; las buenas ideas eran ignoradas, herre Bartram, el magistrado traía nuevas políticas de Francia e Inglaterra, su primo empezaba a cambiar las viejas estructuras de los ejércitos y la Liga Hanseática dio un nuevo aire al comercio; por mucho que Leyra odiaba reconocerlo, la presencia de los comerciantes extranjeros había representado un incremento considerable en su economía. Con un cambio en las reglas del juego, su principal adversidad podía convertirse en la mayor fuerza de Denmark, si se daba ese salto de fe; aunque tenía claro que, la primera en darlo debía ser ella misma.

No podía culpar a Christoffersen por ideas tan retrógradas, así se había hecho durante siglos; pero esa situación iba a cambiar. Empezaría por castigar a los culpables. El reino heredero de los vikingos no toleraba la traición y aquel que osare, lo pagaría con su sangre.

Risas y gritos comenzaron a escucharse conforme ella y el capitán fueron avanzando, hasta que su grado de indignación, rebasó los límites.

La rabia se le arremolinó en el estómago al ver los pisos casi limpios, tapizados de mullida paja; seis hombres discutían igual que si estuvieran en una taberna, sentados en el suelo, con una gran garrafa de vino y una charola rebosante de cordero asado del que estaban disfrutando.

El guardia de la celda se apartó nervioso al verlos aproximarse.

— ¿Estáis satisfechos con la hospitalidad de nos, caballeros, o preferiríais camas adoseladas, libres de pulgas? —espetó Leyra con odio, sacudiendo los barrotes para obtener su atención.

—Ciertamente, Denmark no es el lugar más hospitalario en el que hemos estado. —Uno de ellos osó mofarse.

— ¿Qué tal unas buenas mozas para estos necesitados caballeros? —Opinó otro con una enorme sonrisa de descaro.

— ¡Sí! Como esa chiquilla de caderas apetecibles, de la que disfrutó Orm... —El primero hizo amago de apretar el aire con ambas manos.

— ¡Callad Frej, no seáis imbécil!

Los ojos de Leyra se colmaron de silenciosa furia.

—Alteza, no tenéis que pasar por esto. —intervino el guardia y la princesa reconoció en él, al despreciable marido de la honrada Efrigia, la sierva.

—El soldado Ulrik, tiene razón —secundó el capitán—, dejad todo en mis manos. No tenéis que tratar con estas bestias...

Mas ella le ignoró, alejándose de las celdas y Niels no tuvo de otra que seguirla, junto al apocado guardia.

—¿Cuántos malnacidos hay aquí?

—Seis, princesa, pero... —Ulrik miró en todas las direcciones posibles. Unas gotas de sudor se advertían en su frente, mientras respondía.

CORAZONES DE HIELO: La reina sin amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora