EPÍLOGO

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—Tranquilizate —le da un beso en la cabeza —, todo estará bien.

—Todo este tiempo estuve evitandolos, pensé que terminaríamos con esto y nos iríamos lejos —le dice.

—No puedo hacer eso. Necesito la bendición de tus padres para pedirte matrimonio.

Le sonríe abiertamente y deja que le bese la boca, precisamente en ese instante abren la puerta de la sala de conferencia y entran los padres de Paulette junto con los de Rubén. La madre de la chica parece que le va a dar repelús por acercarse a la familia Doblas, en cambio Héctor sonríe complacido al verlos.

Rubén y Paulette se separan un poco por inercia.

—¿Que significa esto? —pregunta el padre de Paulette —¿Por qué nos han llamado con tanta urgencia?

—Señores, por ser partícipes y contribuyentes con la empresa del señor Mike —anuncia un alto ejecutivo —, debemos informarles que la empresa ha quebrado gracias a los actos ilícitos que estaban cometiendo dentro de las instalaciones.

—¿Que? —se escandaliza la madre —. Eso no es posible, Mike es un empresario de alto nivel y...

—Hay muchas pruebas que lo inculpan, señora —la interrumpe —, pruebas que el señor Doblas hijo recolectó.

La mirada de la señora pasa del ejecutivo a Rubén llena de furia, como si quisiera lanzarsele encima y por Paulette se adelanta.

—Mamá... —advierte.

—¡Tú siempre arruinando la vida de mi hija! —grita fuera de sí —. Primero lo de la universidad y su reputación y ahora llevando a su esposo a la cárcel.

El ejecutivo se adelanta.

—Señora, por deber, también deberían llevársela a usted y a su esposo por trabajar para el señor Mike, Rubén lo ha impedido por su hija. Creo que le debe unas disculpas y un gracias no estaría mal.

Lo ignora.

—¿Por qué me haces esto? —reprocha dirigiéndose a su hija —¿Por qué te haces esto de nuevo? ¿Acaso no ves lo infeliz que te hizo?

—No mamá —la encara —. Tú nunca viste lo que en verdad estaba viviendo con Mike, el infierno que estaba viviendo solamente para que tú y papá vivieran más cómodamente —mira a Rubén y de nuevo a su madre —. Sé que en el pasado cometió muchos errores y que tal vez no debí perdonarlo, pero él nunca desistió, me ayudó a salir de ese mundo tan horrible en el que estaba viviendo.

—Te humilló —dice entre dientes —. Nuestra familia se fue al piso por su culpa.

—Soy consciente de los errores, señora —interviene Rubén —, soy más que consciente del daño que le hice a su hija en tiempo pasado, pero eso es, pasado, ¿por qué tiene que escarbar en el ayer que ni su hija recuerda?

—Por culpa de tus fechorías —recalca la madre señalándolo con un dedo y jamás se había visto así, siempre mantenía la compostura y la etiqueta —, perdimos credibilidad y dinero.

Harta de escucharla, de ver cómo lo más importante para ella es el dinero en vez de la felicidad y el bienestar de su hija, Paulette procede a suspirar dramáticamente y encarar al ejecutivo.

—No quiero hablar más con esta señora, por mi que se vaya a la cárcel —le dice.

La madre exclama en un suspiro pero no importa. Hablar con ella es imposible.

—Quiero irme, si no les importa —es lo último que dice antes de salir de la sala de conferencias.

Hay un pequeño silencio donde la madre de Paulette solo mira al suelo y niega con la cabeza, aturdida y sin entender a su hija, en cambio su esposo parece más tranquilo, en su interior está la calma de no ir a la cárcel gracias al muchacho. Los Doblas parecen complacidos, más que todos, Héctor.

—Bien hecho hijo —le dice palmeando su espalda —, no queda duda de que es lo mejor que saben hacer los Doblas.

El muchacho sonríe, les da un pequeño abrazo y sigue a su novia por el pasillo. Paulette está en el balcón del edificio observando todo con cierta serenidad.

—Lamento mucho eso —le dice Rubén a su espalda.

—Ella nunca va a entenderlo, su matrimonio fue forzado al igual que el mío con Mike. Ella piensa que tampoco yo puedo ser feliz.

—No debí hacer que los llamarán —la abraza por la cintura.

—No pasa nada, eran buenas tus intenciones.

Rubén reparte besos por su cuello y hombros, eso manda una corriente de emociones por el cuerpo de ella, necesitan liberar tensión, lejos de los problemas y empezar una vida como siempre debió ser.

—Tenemos que celebrar esto —dice Rubén contra su piel.

—Pero lejos de aquí. No quiero ver a mis padres.

Mientras en la sala de juntas aún hay una acalorada discusión, Paulette y Rubén toman el auto hasta su residencia y vuelven a salir con maletas en las manos.

—Bueno, creí que nos iríamos todos a celebrar —se queja Alex fuera del edificio.

—Creimos que sería mejor celebrar nosotros dos solos —contesta Paulette.

—¿Y sus padres? —pregunta Mangel.

Ambos se miran y se encogen de hombros.

—Estaran bien —contestan al mismo tiempo.

—¡Nos deben un viaje! —grita Alex al verlos subir de nuevo al auto.

En la soledad de un yate, con las emociones a flor de piel; Paulette recuerda las veces que se entregó a Rubén, aquellos toques solo han cambiado para mejorar. Unidos por el sentir de los cuerpos uno contra el otro, algo que no los puede separar.

—Si me gustabas —confiesa Rubén —solo que no quería dejar la reputación que tenía.

Paulette lo mira boquiabierta para después pegarle una cachetada.

—¡Que hijo de puta!

—No es mi culpa, Mangel y Alex me obligaron.

—Si claro.

Le saca el dedo de en medio mientras se levanta hacia la punta del yate. Rubén mientras envuelve su cintura con una toalla y se acerca a ella.

—Te amo —susurra.

—Y yo a ti —le da un beso.

—¿Quieres casarte conmigo?

—No — ríe —, solo quiero estar contigo. No vamos a atarnos, vamos a seguir como siempre: libres.

Paulette perdió contacto con su madre además de ciertas cosas legales para que sus padres no pudieran tocar su dinero el cual creció gracias a la asociación con la empresa de los Doblas.

A pesar de no querer atarse, Paulette y Rubén se casaron un invierno con la condición de seguir amándose y sobre todo deseándose como la primera vez que dijeron: Solo es sexo.

Just Sex [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora