Antes de ir a la universidad

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En este aspecto no me detendré mucho, por la sencilla razón de que muy probablemente para cuando tengas este libro ya sea muy tarde. Me refiero al asunto de tu entrada a la universidad, ¿quieres una beca? Por supuesto que sí, obviamente nadie en este mundo desea pagar más cuando tiene posibilidades de reducir gastos, apúntese con notoriedad los casos de carreras costosas, donde una beca puede marcar la diferencia entre que estudies o no.

El problema radica en que el típico estudiante de secundaria, que dentro de tres años estará en la universidad, exclusivamente piensa en cómo poner sus garras sobre Sofía —la compañera guapa del salón— o si el Barcelona va a vencer al Real Madrid en el clásico. Grave error, parecen tan lejanos a nosotros los años universitarios, pero realmente están próximos, como si se tratase de un reloj de arena, los días de colegio están sentenciados a acabar y cuando te des cuenta, es hora de comenzar a ponerte serio porque pronto te gradúas como bachiller y tienes que entrar a la universidad.

Cuando ya empiezas a ver que la universidad está a la vuelta de la esquina, y resulta que tus notas mediocres de los últimos años no permiten ninguna beca ni son precisamente una carta a jugar a tu favor, además de una buena dosis de arrepentimiento, tomarás conciencia de que los gastos son grandes y cómo, un poco de empeño pudo haberte conseguido muchas puertas abiertas gracias a excelentes calificaciones.

Es un juego en verdad sádico, ¿no? Si pudieras comprar una máquina del tiempo, lo primero que harías es visitarte y darte una buena cachetada porque ahora resulta que no podrás estudiar la carrera de tus sueños porque no posees notas que te otorguen una beca, en esa universidad que tú bien sabes lo excelente que es.

Les contaré una historia, precisamente ése fue mi caso, no se confundan, yo no he sido mal alumno ni alguien despreocupado, pero sí que pasé penas con la clase de química —no era lo mío—, esa jodida materia que por más que estudiase, solo conseguía ver rayas en mi cuaderno (el tema de los enlaces era mi kriptonita).

Resulta que, para mi mala suerte, cuando en la universidad realizan el cálculo de mi promedio, lo hacen en base a cierta selección de materias lo cual incluye a mi antigua némesis (química) y por un miserable punto no logré calificar para conseguir una beca. Se podrán imaginar mi profundo dolor, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, por un insignificante punto.

Al final sí he estudiado en donde yo deseaba, pero pagando una cuota más alta de la que hubiera podido disponer, de haber sido becario gracias a la excelencia académica. Como dato extra, literalmente mi profesora de química parecía un programa de «loquendo»* al dictar las infames formulas, con esa voz monótona y robótica. Todos tenemos una clase con la que nos volvemos archirrivales y nos va a costar.


*Programa de software para sintetizar una voz, ampliamente ocupado en YouTube, donde estuvo en boga un tiempo. 

Manual de supervivencia universitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora