Once

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Hacía mucho tiempo que no se había encontrado en esa situación, cuando fue el inicio del problema si que es verdad que tuvo que tener mucho cuidado cuando iba a lugares públicos, incluso se llevó una temporada sin salir de su empresa u hogar. Sí que el acoso en las redes sociales había seguido, pero las cosas se creía que se habían calmado un poco. 

Gracias a YoonGi es que había llegado a su hogar, porque estaba seguro de que si no fuera por él se hubiera quedado paralizado en mitad de la calle. Llevaba demasiadas horas en el sofá del apartamento, estaba seguro de que era la primera vez que se sentaba en este lugar; bueno, no, la primera fue el primer día que entró, cuando aclaró el contrato mientras el mayor se tatuaba. 

Normalmente no salía de su habitación, pero ahora le daba pánico entrar a esta, le daba temor quedarse solo con las pesadillas en su cabeza repitiéndose en bucle. Temblando con suavidad sentado en el mullido mueble, siendo rodeado por una manta amarilla, fue que sintió como la mano de alguien se apoyaba sobre su cabeza. Obviamente era la de YoonGi. 

-- ¿Estás más calmado? -- Inquirió el mismo, recibiendo una negación con la cabeza de parte del chico. 

Con frustración, el más mayor dejó salir un suspiro, no entendía nada, no sabía por qué el modelo se encontraba así. Antes de que sus vidas se cruzaran ya sabía de su existencia, lo había visto un par de veces en la redes sociales, pero su vida de artista musical era tan ocupada que nunca se había interesado en saber sobre él en profundidad, por lo que todo el dilema se lo había perdido. 

Con cuidado de no espantar al chico de mejillas regordetas, se sentó a su lado mientras mordisqueaba su mejilla interior ¿Cómo preguntarle sobre el tema sin parecer un metiche? -- JiM- --

-- Pasta, pasta a la carbonara. -- Murmuró el chico interrumpiéndole, a lo que el azabache enarcó una de sus cejas un tanto confuso. 

-- ¿Eso quieres? -- Y JiMin asintió con su cabeza, sorbiendo su nariz después de llevarse horas llorando. 

Por supuesto que YoonGi se puso en marcha en cuanto el contrario había corroborado su petición, ninguno de los dos habían almorzado, llevaban toda la tarde en la sala, el joven deshaciéndose en lágrimas y el pálido haciéndole compañía de alguna manera. Dejó un suave apretón en la rodilla del modelo para levantarse del sofá con su teléfono en la oreja, pediría italiano a domicilio. -- Hola, buenas noches, quería encargar unos- -- Las palabras se quedaron atoradas en su garganta cuando sintió como la manita ajena tomaba la suya, Yoon interpretó aquello como un "quédate", y eso hizo, volvió a sentarse a su lado, ahora con la mano del modelo tomando la suya. --Sí, disculpe, dos platos de pasta a la carbonara. -- Siguió hablando. 

A Park le picaban sus orbes, no sabía cuantas horas se había llevado llorando, pero daba gracias a haber parado, aunque estaba seguro de que lo había hecho porque casi que parecía que no le quedaban más lágrimas. Se había llevado casi dos meses rechazando cualquier acercamiento con el rapero, y ahora ahí se encontraba, sintiéndose un poco más seguro agarrado de su mano. 

Su hyung tenía derecho a llamarlo malcriado, mimado e hipócrita, porque en realidad lo era. 

Con esos pensamientos, en cuanto el pálido terminó la llamada, JiMin giró su rostro hacia él, deslizando su mano hasta la mejilla del mayor para que su cara también estuviera hacia él, pudiéndose mirar directamente el uno al otro. -- Perdón, perdón por no felicitarte a tiempo por el disco. -- 

La disculpa le pilló por sorpresa totalmente, al igual que el tacto de la mano contraria en su rostro; ambas cosas haciéndole sonreír con un poco de diversión. -- Sabes, sigo un poco enojado, pero estoy más preocupado que cualquier otra cosa así que... por ahí te vas a librar, bombón. -- Ante el apodo, JiMin pellizco la mejilla la cual hacia un momento estaba acunando, consiguiendo que el pálido riera un poco. -- Mira esto, nunca me has dejado enseñarte algunas cosas mágicas de nuestra casa. -- 

París || Yoonmin KookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora