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  Luego de vendarle los dedos a Suna-kun, fui al edificio en donde practicábamos kyūdō porque tenía que presentarme junto a los demás posibles candidatos al club. Incluso si yo ya estaba dentro, no me molestaba tener que hacer la primera vez en el club, una demostración de mis habilidades. Por ahora, vestiría el uniforme deportivo de la preparatoria y en la próxima ocasión en que el club lo decida, utilizaré la vestimenta tradicional. Tomé el arco que había dejado en la mañana ni bien llegué y me reuní con el resto. El club no tenía muchos senpais (solo eran tres: dos de tercer año y uno de segundo) y, además de mí, había otras dos chicas para hacer las pruebas.
  Yo fui la primera en la demostración, porque había varias personas que habían venido a observar. Era una mezcla de chicos y chicas, todos de primer año. Me posicioné en el centro del dojo, en donde todos pudiesen ver el shahohassetsu y después de eso mostré como hacer un lanzamiento hacia la diana. Más de uno soltó un gemido reprimido al notar que le había dado al centro. Después de aquello, los senpai me dieron permiso para retirarme ya que había unas cuantas personas que se habían amontonado en los costados del dojo y querían hablar conmigo sobre algo.

   —Seki-chan, ¿tienes un minuto? ¡Váyanse, tienen a suficiente gente como para explotar el consejo! Dejen que otros clubes tengan la posibilidad de ofrecerle a los de primero... —parecía un debate político entre varios clubes, quienes estaban dispuestos a anotarme a la fuerza.
   —Lo siento, pero estoy tarde para reunirme con el director —inventé la primera excusa que se me había venido a la mente, buscando alguna forma de escapar de aquella situación lo más rápido posible—. Con su permiso.
   —Espera un momento, Seki-chan —dijo uno de ellos, mientras se peleaba a los codazos con uno de sus compañeros—. ¡Para! No necesitas golpearme para obtener mi atención.
   —Dios, hoy nadie puede tener un momento de paz —dije apoyándome sobre una pared, en cuanto llegué al piso de los de primero.
   —¡Allí está, ____________-chan! —"¿es enserio?" fue lo primero que pasó por mi mente, en cuanto escuché aquellas palabras, pero en cuanto vi el rostro de Ojiro-san me relajé—. ¿Qué tal la ceremonia de ingreso?
   —Ojalá hubiese tenido tiempo para estar más tranquila —dije mirando por la ventana—, no había un solo club en donde no me pidieran ingresar. Hasta sabían mi nombre, ¿acaso investigaron mi historial o algo similar? ¡Ni que fuese una criminal!
   —Wow, es raro verte tan expresiva y pensar que eres pariente de Shinsuke... —dijo rascándose la nuca—. En fin, lamento molestarte con otra propuesta. ¿No estarías interesada en ser la mánager del equipo de voleibol?
   —Tú, puedes hablar conmigo cuando quieras Ojiro-san, después de todo eres el mejor amigo de Kita y te considero alguien más de la familia —le mostré una sonrisa, la cual él correspondió—. Con respecto a tu propuesta, tengo que negarme. Sé que existe la posibilidad de encontrarme con un par de personas a la cual no les caigo bien, quisiera ahorrarme los malos ratos mientras esté en el equipo de kyūdō.
   —Oh, no me esperaba esa respuesta, pero está bien —dijo Ojiro-san sorprendido—. Jamás pensé que alguien podría llevarse mal contigo. Eres una persona muy especial y genial.
—Así es la vida, Ojiro-san —dije levantando y bajando mis hombros—. Hay diferencias y conflictos en este mundo, por eso también existe la armonía.

En clase, pasó de lo más tranquilo para mí, anotaba apuntes, aportaba un poco a las preguntas del profesor y de vez en cuando solo miraba por la ventana para distraerme un poco de tanto anotar. Durante los recesos, me la pasaba hablando con Igarashi-chan y algunos de mis compañeros para conocernos mejor, considerando que éramos muy pocos en clase. Fue otra ocasión para los senpais (que ya habían ido hasta el dojo unas horas antes) para volver a intentar reclutarme a sus respectivos clubes, la cual se vio interrumpido cuando el profesor volvió a ingresar a nuestro salón.
Para mí, el día pasó volando. Terminé siendo elegida como representante de clase durante el primer semestre, lo cual me impresionó bastante pero acepté gustosa el cargo junto con uno de los chicos de mi clase. Ya el día había llegado a su fin, no había clubes por ser el primer día. Había acordado con Kita en reunirme con el y Ojiro-san en la puerta al momento de irnos de vuelta a casa, pero tuve que quedarme un rato más a terminar de llevar unos cuadernos a la sala de profesores como delegada de clase.

Caminaba por los pasillos vacíos de la preparatoria, con el sol comenzando a ocultarse en el horizonte. Hubiese querido apreciar la vista mejor, pero con la montaña de libros que cargaba me era imposible detenerme un segundo a apreciar la vista. Iba a paso lento, intentando transportar todo eso con cuidado, pero no noté que choqué con alguien a punto de llegar a las escaleras. Esta persona iba subiendo mientras que yo estaba girando en la esquina. Los libros se me cayeron en menos de tres segundos y uno aterrizó en la cabeza de esta persona.
Apenas tuve la oportunidad, no solo me disculpé por el incidente, sino que también pude apreciar su rostro. Unos ojos marrones-grisáceos, piel clara, pelo rapado a los costados pero el resto teñido de gris y alto. Juraría que lo había visto antes, pero no sabría decir cuando.

—De verdad lo siento, no quería tirarte los libros encima —volví a disculparme con una reverencia, mientras me agachaba a recoger los libros.
—Tranquila, yo tampoco estaba viendo si alguien estaba viniendo en mi dirección —respondió él, ayudándome a recoger el resto de los libros que habían caído por las escaleras—. ¿Necesitas una mano con eso?
—No, puedo manejarme por mi cuenta —respondí una vez que armé de nuevo la pila—. Gracias de todas maneras y lamento lo del libro en la cabeza.
—Está bien, pero sabré a quien culpar si después me aparece alguna especie de chichón —dijo de repente. Hubo un pequeño silencio de por medio, aproveché y levante los libros—. ¿Segura qué no necesitas mi ayuda con eso?
—¿Me acabas de llamar debilucha? —pregunté con cierto tono burlón, por lo que el chico solo pudo ponerse nervioso ante la situación de no saber que responder.
—Yo... Pues, claro que no... Es solo que... —solo pude reír ante esa escena, era la primera vez que me causaba cierta ternura ver a un chico en una situación incómoda.
—¡'Samu! ¿En dónde demonios te metiste? —el chico que me mantuvo retenida antes de entrar a la preparatoria apareció por el pasillo, corriendo como loco. Eran idénticos, salvo por los ojos y el cabello teñido—. Vaya, no sabía que estabas ocupado coqueteando con alguien.
—¡¿Qué?! —lo miré con cierta sorpresa (pero no de la buena) al rubio teñido—. No, solo nos chocamos por accidente. Mejor voy a llevar estos a donde tengo que dejarlos. De nuevo, te pido disculpas por lo que pasó hace rato.
—Descuida, todo está más que bien —respondió el peligris, emprendí mi camino por las escaleras, pero todavía escuchaba aquellos dos charlando en un tono bastante elevado—. ¿Cómo te apareces de la nada y sueltas algo así?
—Es que estaban muy cerca y pensé que la estabas ligando —no pude evitar sonrojarme ante esa declaración.

Deposité los libros en el escritorio de nuestro tutor de clase, quien me agradeció por llevar los libros hasta la sala de profesores y volví rápidamente a buscar mi moral, que estaba en el salón de clase. En la puerta, Kita estaba esperándome sentado en una de las bancas que había en el camino hacia la salida de la preparatoria, junto a Aran-kun quien miraba su celular. Me disculpé varias veces con ambos por demorarme tanto, pero en cuanto les expliqué la situación, ellos entendieron a la perfección. Con Kita nos encaminamos hacia nuestro hogar, ya que Ojiro-san dijo que se quedaría a esperar a unos amigos que habían sido retenidos por el entrenador del equipo de voleibol para discutir algunos asuntos.
Cuando estuvimos alejados unos cuantos pasos, escuchábamos barrullo a nuestras espaldas. La curiosidad pudo conmigo y volteé a ver que sucedía, me encontré con la escena en donde Ojiro-san suspiraba con una mano en la cara junto a los gemelos que me había encontrado minutos atrás dentro de la escuela. Probablemente se conocieran desde antes, pero algo llamó mi atención. En cierto momento, uno de ellos gritó a los cuatro vientos: "Tú siempre malinterpretando las cosas, Atsumu".

—Oye Kita, ¿sabes quiénes son esos chicos que están con Ojiro-san? —pregunté a mi primo, señalando a los gemelos a nuestras espaldas.
—Son los gemelos Miya —sentía que mi cuerpo le acababa de caer un balde de agua fría encima, con razón me resultaban tan familiares esos rostros—, el entrenador los reclutó después de observar su desempeño en la secundaria Yako.
—Ah... Ya veo —dije en un tono algo desanimado, mi primo lo notó pero prefirió no preguntarme—. En cuanto lleguemos a casa, ayudaré a la abuela a limpiar la cocina.
—Bien, como quieras —respondió Kita—. Ayudaré a mi madre con los huéspedes y después me daré un baño.
—De acuerdo —nos sacamos los zapatos y nos dirigimos a nuestros cuartos, para ponernos ropa más cómoda.

En mi cabeza, no paraba de pensar en que me había vuelto a reencontrar con los gemelos Miya. Mis suposiciones de que me los encontraría en la preparatoria no fueron en vano, la única diferencia era que esta vez, no pensaba caer en su juego inocente de manipular mis sentimientos a su antojo.

Todo comenzó por un onigiri (Osamu Miya x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora