🍙 09

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   —Nada en particular, Ginjima-san —respondí lo más calmada posible, rezando que no hubiese escuchado nuestra conversación—. Me retiro, me están esperando y lamento si interferí en su práctica.
   —Está bien, Seki-chan —dijo Akagi-san, adelantándose a que el chico de primero pudiera decir algo inapropiado—. Cuidado al regresar a casa.
   —Senpai, ¿la conoce? —preguntó Ginjima-kun, mientras me alejaba trotando del gimnasio.
   —Dios, eso por poco no me da un ataque —respiré profundo, llegando a donde se encontraban Inaba-kun junto a Igarashi-chan con una cara de perro. ¿Cómo es que me fui viéndolos en una charla tranquila y ahora parecía que se agarrarían a los puños?—. Amm... ¿Todo en orden?
   —Seki-chan, jamás pensé que tuvieses una amiga tan "aireada" —comenzó a decir Inaba-kun, mientras que la azabache mostraba una cara de ofendida demasiado actuada.
   —¡¿Aireada?! Mira quien habla, presumido —se quejó mi amiga—. La cara de lindo es una máscara, que tapa lo hipócrita que eres.
   —Disculpe, my lady —dijo Inaba-kun en tono burlón—. Yo no tenía idea que ahora, la cuestión de etiqueta involucra las palabras vacías y superficiales.
   —Ja, al menos yo sé lo que es tener una vida maravillosa... —de verdad no entiendo de dónde surgió el problema, pero tenía que detenerlos.
   —Muy bien, suficiente ustedes dos —ambos cerraron la boca y me miraron con pucheros—. Vaya forma de terminar el día, los veo mañana. Si quieren seguir su discusión, que sea cuando esté a más de un kilómetro de distancia.

  Me alejé caminado hacia la entrada de la preparatoria, sin saber si esperar a Kita o caminar sola de camino a casa. La verdad, no tenía intensión de volverme a cruzar con los del equipo de voleibol. Me quedé pensándolo una y otra vez, hasta que opté por caminar sola a casa. Honestamente, todavía quedaban algunos rayos de sol iluminando la zona, por lo que no estaba completamente oscuro. Sería un camino largo hasta llegar hasta mi casa, pero no tenía miedo de encontrarme con cualquier persona, no sería la primera ni la última vez que eso pasara. Los faroles sobre mi cabeza se iluminaban de apoco, con cada paso que daba.
  Todo estaba demasiado silencioso, así que me puse los auriculares para distraerme con un poco con música. A medio camino de llegar a la posada, sentí que alguien me venía siguiendo desde hace varios metros. No quise voltearme para verificar que no fuese una persona "peligrosa", recordé que había un mini-mercado cerca de ahí, por lo que podría fingir que estaba entrando a comprar algo y aprovechar el momento para espiar. Ni bien tuve la tienda a la vista, entré sin mostrar apuro por hacerlo. Miré disimuladamente por la ventana y vi que había un hombre, reposando contra la pared enfrentada a la tienda. Él no estaba ahí cuando entré a la tienda, maldición, tenía a un acosador a mis espaldas listo para aprovecharse de que estaba sola.

  Miré mi celular y recibí un mensaje de Kita, avisándome que se quedaría en la casa de Akagi-kun para hacer un trabajo del club en su casa. Ahora si que estaba más que fregada. No tenía de otra, tendría que hacerle frente o rogar de que me encontrara con alguna persona de la policía que casualmente estuviese patrullando la zona. Agarré unas vendas, apósitos y alcohol en gel y pagué todo en la caja (de verdad necesitaba hacer esa compra, más allá de las circunstancias), salí y emprendí un camino distinto. No me arriesgaría a llevar a un maniático a mi casa y poner en riesgo la vida de mi familia y la gente que se hospedaba allí.
  Los pasos se apresuraron cada vez más, no voy a mentir, tenía miedo de tener que hacerle frente a un hombre mucho más grande y robusto que yo. De repente, sentí que me acorralaron contra una pared, con el rostro de aquel hombre a pocos centímetros de la mío. Intenté escaparme, dándole un golpe bajo, pero antes de que hiciera cualquier cosa, me puso un cuchillo a la vista, deslizándolo (sin tocar mi piel con su filo) por mi cuello, hasta llegar a mi pómulo. Una advertencia silenciosa muy clara: "Si gritas o haces algún movimiento extraño, no me importará cortarte en pedacitos".

   —Vamos preciosa, no necesitas ponerte tan molesta —su voz ronca y el aroma a alcohol inundaron mi cuerpo—. Ni siquiera hemos empezado y ya estás en la cuestión difícil.
   —¡Hey! Déjala ir —reconocí esa voz al instante, en cuanto el hombre que me mantenía contra la pared se dio cuenta de la presencia de alguien más, ya se encontraba en el suelo—. ¿Te encuentras bien Seki-chan?
   —Sí, estoy bien —respondí soltando el aire que tenía contenido en mi pecho, miré al chico que me salvó de esa situación—. Gracias Miya.
   —No hay de que —dijo él, pero noté que no había acabado allí. El hombre se estaba levantando con el cuchillo en mano, dispuesto a atacar a Osamu por la espalda—. ¿Qué ocurre?
   —¡Cuidado! —lo empujé a un lado, evitando que el cuchillo le hiciera daño a él, pero sentí que el brazo derecho me ardía como si estuviese en el infierno. Al bajar la vista, vi que me había hecho una tajada bastante grande desde el hombro hasta casi llegar al codo.
   —¡¡NO te metas niña!! —gritó ese hombre, queriendo volver a clavarme el cuchillo, pero alguien se interpuso en su camino dándole un golpe tan fuerte contra el piso que quedó inconsciente.
   —Demonios, debí atarle las manos y dejarle el arma fuera de su alcance —Osamu me daba la espalda, pero sabía que el cuchillo también le había cortado alguna parte (quizás en la cara o cerca) porque veía que gotas de sangre le caían del cuerpo—. Lo siento, Seki-chan.
   —Olvídate de mí, ¿te lastimó en algún lado? —me miró a los ojos y noté que tenía una tajada en el pecho no muy profunda.
   —Sobreviviré, me preocupa más tu brazo —señaló la zona del corte, podía moverlo pero prefería no hacerlo—. Mejor vayamos a que lo revisen.
   —Creo que será mejor llamar a la policía, antes que nada.

Él fue quien sacó su teléfono y marcó a la policía, como no estábamos tan lejos del mini-mercado de donde me había refugiado por unos minutos, los encargados de la tienda nos ayudaron a atender nuestras heridas y a mantener al hombre que nos atacó bajo control. Para nuestra suerte, había un médico que había ido a comprar su cena, después de su jornada laboral. Al principio, Osamu no quería que me revisara, pero tanto el doctor como yo lo hicimos cambiar de parecer. Según el médico, a simple vista, no teníamos heridas graves. Bastaría un vendaje para Miya y para mí, quizás necesite unos puntos.
Los paramédicos y la policía entraron en la tienda, se llevaron arrestado al tipo con el cuchillo, mientras los paramédicos nos hicieron una revisión general a nosotros. Solo me vendaron desde el hombro hasta el codo, me advirtieron que no moviera mucho el brazo derecho por algunas semanas, que me fuera a revisar con un especialista mañana para saber que no fuera algo grave. Le ofrecí a Osamu quedarse en la posada una noche, al menos hasta el día siguiente para que nos revisaran a ambos antes de que se fuera a su práctica con el equipo de voleibol.

De camino a la posada, ninguno decía palabra alguna. Vaya a saber si mi familia se lo tomaría a mal que tuviésemos a otro huésped (solo que gratis en la posada), solo espero que no se hayan llenado los cupos para esta noche. Frente a la posada de mi familia, noté que el peligris se había quedado parado frente a ella, con una expresión de sorpresa en su rostro. Sabía que nuestra posada era una de la más reconocidas de la ciudad y que una noche ahí costaba mucho (no como si te hospedaras en un hotel cinco estrellas, pero nuestras reseñas nos catalogaban como una posada de muy buena atención y calidad). Suspiré derrotada, además tendría que explicarle a mi familia las circunstancias por la que estaríamos recibiendo al chico Miya. Confiaba en que obtuviera el apoyo de la abuela con respecto a esta decisión.

—¡____________! Al fin llegas, nos tenías preocupados a todos —noté que mi prima decidió hacernos una visita, demonios. Es la hermana mayor de Kita, además el parecido con su hermano era bastante. Tenían el mismo cabello (solo que ella lo tenía más largo que Kita), ojos marrones y piel rosada—. ¡¿Qué te pasó? ¿Por qué estás vendada?!
—¿Podrías no armar un escándalo Haru? —miré a los costados, esperando que la abuela no apareciera de la nada—. No es nada grave, mañana me haré revisar por un médico.
—¡¿Qué? ¿Bromeas cierto?! —preguntó a los gritos mi prima—. Acabo de llegar de Hokkaido para visitarlos y resulta que mi hermano no está...
—Dijo que tenía que hacer un trabajo con alguien del club, él es Miya Osamu —señalé a mi acompañante, quien solo hizo una reverencia—. Se hospedará por esta noche, que la reserva me la descuenten de mi mensualidad...
—Espera... ¡¿Qué?! —Osamu no entendía nada de la situación.
—Creo que mamá dijo que hay una habitación disponible —revisó en el libro de reservas, para comprobar que no se equivocaba—, sí. El señor Izumi acaba de retirarse hace unas horas de la habitación cerca de tu cuarto.
—Gracias Haru —me descalcé y agarré mis zapatos—, te enseñaré donde es.
—Ah, lo siento. ¿Dónde están mis modales? —dijo Haru, golpeándose la frente—. Lamento eso, bienvenido a la posada "Gin no Taki". Me llamo Kita Haru, espero que tengas una buena estadía.

Llevé a Osamu por los pasillo de la posada, hasta dar con la habitación donde se quedaría en la noche. Al parecer a Haru le habían asignado limpiar las habitaciones que se desocuparon el día de hoy, ya que era una tarea que normalmente nos dejaban a Shinsuke o a mí. La habitación estaba impecable y además de eso, contaba con una mesa para el té y una salida al patio interno de la posada decorada al estilo tradicional. Le indiqué a Osamu donde estaban los baños y el comedor, dejándole a entender que nos reuniríamos en su cuarto para discutir algunos asuntos.
Más allá de que estoy agradecida por lo que hizo, para mí todavía no se gano mi confianza. Tenía que dejárselo bien en claro, antes de que terminase pensado que con esto fue suficiente como para saldar mis eventos del pasado con él. Ambos nos dimos un baño, fuimos a cenar y luego, le pedí a mi tía que preparara un poco de té para tener mi charla con uno de los gemelos Miya. En cuanto estuve sola, mi prima no paraba de preguntarme si era mi novio o alguien en quien estaba interesada o si se trataba de algo más. Honestamente, la hubiese mandado al mismísimo infierno si hubiese tenido la oportunidad de hacerlo, pero me limité a dejarle bien en claro que entre Osamu Miya y yo no existía nada.

Toqué la puerta esperando el permiso del peligris, quien me lo concedió al instante. Traía el pelo algo mojado y también tenía una yukata gris que les ofrecíamos a nuestros huéspedes cuando se quedaban en la posada. Además, su mirada seria le daba cierto toque... Demonios, no vengo a pensar en esas tonterías sobre Osamu Miya.

Todo comenzó por un onigiri (Osamu Miya x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora