Narrador Omnisciente
Las garras del licántropo, enterradas en el muro, dejan evidentes arañazos en las paredes del laberinto subterráneo de la ciudad. Y, no solo las marcas de las garras son protagonistas en aquella acción despiadada, también la sangre de unos cuantos lobos que cayeron por la maldad de la bestia de Aren, quien arrasó con la vida de varios prisioneros.
Ya no solo la presencia de ese lobo se hacía notable con la sangre que caía de su cuerpo, sino que su apariencia cada vez se volvía más poderosa para aquellos «monstruos» que antes eran brutales.
«Las profundidades de esta pocilga ya poseen dueño».
El lobo de Aren arrasaría con todos los que se opongan para poder ser el más fuerte, inclusive con aquel que le dio la vida a su humano.
Su objetivo principal es borrar del mapa a Adalsteinn.
«Me bastarán unos cuantos hombres para hacerme con la manada y mantener a raya a los demás Alfas».
Razonó con una sonrisa retorcida en el rostro mientras retira con violencia el corazón de un ajeno a él, deleitándose con la macabra imagen del órgano aun palpitando del muerto.
«Luego voy por ti, Adalsteinn, y haré que te pongas de rodillas a un lado de esa maldita perra».
Un pensamiento asesino, despiadado, el cual posee la capacidad de pisar a voluntad a los demás a fin de tener el mundo a sus pies.
«Por último, voy a gobernar sobre la vida de la humana que deseas para tenerte en la mira, chico. Serás mi marioneta».
(...)
—¿Así entrenan los licántropos? ¿Golpeándose como gorilas hasta el cansancio? —cuestionó curiosa con la boca llena.
Los tres sujetos voltearon, quizás, molestos al oír las palabras de la chica que hirió su ego.
Elizabeth carraspeó con sonoridad antes de tragar con fuerza y sonreír con inocencia, la que sea necesaria para que los tres se olviden de lo dicho.
—«Golpearnos como gorilas», en otras palabras, es parte de practicar las técnicas que nos enseñan en los entrenamientos —explicó.
La mano de Félix en su cadera y su tamaño, a diferencia de los otros dos, hizo que Elizabeth se atragante y empiece a reír con fuerza. Es así como ella lo señaló y entre medio de carcajadas lo llamó enano.
—En ese caso, enfréntate a este enano para saber si eres capaz de derribar a alguien —declaró siendo inexpresivo, pero amable a la hora de poseer una mirada risueña.
En cambio, Elizabeth negó de un lado a otro, tomándose la molestia de señalarlo con una mueca.
—Einar me ha dicho que los Betas poseen una fuerza que, en algunos casos, iguala a la de los Alfas —explicó bebiendo de la botella de agua antes de limpiarse con la manga de la chamarra—. Seré bruta pero no estúpida.
—¡Somos dos! —chilló Bennett, recibiendo una botella al acercarse a la chica.
La ceja de Trevor se enarcó cuando su mirada se encontró con los ojos azules.
—¿Por qué te arriesgaste esa noche? Dijiste que eres bruta y negaste ser estúpida, pero enfrentarte a un lobo que no posee autocontrol es un pase directo a la muerte, incluso lo fue para nosotros —comentó con seriedad, captando la atención de la chica y sumergiendo a todos en un silencio abrumador.
Elizabeth meditó con cuidado las palabras dichas por Trevor, quien no despega los ojos de los suyos. No obstante, siente que sus sentimientos van más allá de ello, el hecho de haber arriesgado todo por ser alguien irracional le jugó en contra, pero confió en Aren y lo volvería hacer porque cree en él.
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Sangre de Lobo © BORRADOR
WerewolfEl sufrimiento de Aren no se detiene, ni mucho menos la oscuridad que rodea su cuerpo cada vez que es golpeado. Desde muy pequeño demostró ser alguien de pocas palabras, pero con un corazón bondadoso a pesar de lo vivido. El abuso que sufre a menudo...