Capítulo 21

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Narrador Omnisciente

Luna se encuentra en su punto más alto, mientras tanto Lizzie y Félix siguen sobre la rama de un árbol escondidos entre las hojas. En el tiempo que llevan ahí arriba, ella se tomó una larga siesta y, por su parte, él vigiló el camino para despertarla en caso de anomalías.

—Elizabeth... —siseó, llamando la atención de la chica—. Allí —apuntó.

La visión borrosa de la adolescente divisó unos cuantos hombres lobos salir de las alcantarillas con antorchas apagadas en manos. Elizabeth, sorprendida, abrió los ojos para no perder detalle alguno de lo que está pasando.

Ella estuvo a punto de abrir la boca a fin de hacer un comentario, pero Félix, manteniéndose al margen de la situación, posó un dedo en sus labios, dándole a entender que no debe hacerlo.

Algo me dice que esto es solo el comienzo.

Es ese mismo pensamiento que le generó escalofríos, por lo que no escondió su expresión de pánico al ver a esas bestias salir con sigilo de la prisión subterránea.

¿En serio estás con ellos?

«Su padre tenía razón, joven Félix».

(...)

Elizabeth Hoffman

No tengo claro lo que está sucediendo. Desde anoche, no he dejado de pensar sobre lo que Félix me mostró. Es decir, no creo que Aren esté con ellos, él es alguien tranquilo y habitualmente trata de tener los problemas lejos de su persona, pero ahora no lo comprendo o, bueno, en primer lugar, no sé si está con los criminales de la prisión subterránea.

No obstante, tengo un presentimiento sobre el licántropo que apareció muerto en la puerta de la mansión de los Alfas, muy en el fondo de mi corazón, sé que fue Aren. Lo puedo intuir.

¿Fue él o su bestia?

Cierro los ojos con fuerza al recordar el rasguño que me dio el lobo de Aren cuando él estaba fuera de sí.

—Sé que no eras tú... —susurré, aferrándome a las sábanas. No puedo dormir. —¿Qué debo hacer? —musité, volteándome con el objetivo de conciliar el sueño.

Pensar en lo que ocurrió entre nosotros se volvió un pasatiempo en las noches.

Todavía recuerdo su sonrisa, ella me gustaba porque él no solía demostrar sus emociones y cuando lo hacía esa parte de mí se derretía por volver a ver ese gesto genuino en él. Francamente, podría estar deseando ver a alguien que quizá en un futuro no me mire a mí, pero está bien mientras él lo esté.

Oír música, encontrarlo de camino, escuchar sus risas y sentir con el alma, cada gesto ajeno me hace desvariar como nunca.

Yo creo que debería detener estos sentimientos porque sé que voy a terminar herida, rota y en miles de pedazos, pero prefiero hacerlo antes de entregarle mi corazón a alguien más.

¡No lo consigo!

Me siento fastidiada en la cama, a continuación, retiro las sábanas para caminar hacia la ventana de mi habitación. La abro, dejando que la brisa de la noche se cuele a mi dormitorio.

—¿Cuándo vas a ser capaz de ver lo que yo veo en ti? —pregunté entristecida, oprimiendo los labios—. ¿Estás ahí, Aren?

—¿Qué haces despierta?

—¡Ah!

Me exalté hasta que me doy cuenta de la presencia de Einar en el marco de la puerta, por lo que no puedo evitar llevarme una mano hacia el pecho y fulminarlo con la mirada.

—¡Santos cielos! —grité sorprendida, haciéndolo elevar las cejas—. Me has enseñado que debo llamar antes de entrar, pero tú vienes como si nada y casi me mates del susto —estallé abrumada, sintiendo mi corazón acelerado.

Einar subió los hombros, haciendo una mueca al momento de disculparse por su acción.

—Escuché ruidos, tenía que venir a ver que todo estuviera bien —confesó apenado, a lo que golpeé mi frente y sonreí.

—Ya veo, ya veo —contesté más calmada, sentándome en los pies de la cama—. ¿Einar? —llamé.

A mi lado, el colchón se hundió, por lo que suspiré siendo dramática en el acto.

—¿Qué sucede, Elizabeth? —preguntó, posicionando una mano en mi espalda—. ¿Qué te aqueja tanto?

—Necesito que me enseñes todo lo que sabes respecto a los cazadores —musité, viéndolo a los ojos—. Quiero aprender a defenderme, Einar. No puedo depender toda la vida de ti, de mis amigos o de la gente que me rodea —declaré siendo honesta, recordando los últimos acontecimientos.

Sus cejas se encuentran enarcadas, quizá, por la sorpresa de escuchar mi petición. Aun así, siento que esto es necesario para mí, por la vida que deseo llevar aquí; todo lo que he pasado y lo que me falta experimentar.

También quiero saber quiénes eran mis padres. ¿Qué ocurrió con ellos?

Las palabras de ese chico, llamado Aiden, todavía siguen estancadas en mi cabeza y no pienso que haya sido una coincidencia.

Yo no creo en ellas.

—¿Puedes? —pregunté.

Él liberó un suspiro de asombro, adivino por su expresión, que no estaba en sus planes escuchar lo que acabo de decir. No obstante, sus labios oprimidos y su espalda encorvada responden todo lo que necesito saber.

—¿Qué está pasando por tu cabeza, Elizabeth? —cuestionó resignado, por lo que me encogí.

—Lo necesario para entender que no van a poder protegerme todo el tiempo —respondí, golpeándome las piernas con las manos, antes de ponerme de pie—. Vivimos entre bestias, ¿qué te hace pensar que estamos seguros? —protesté—. S-Solo estoy tratando de ser objetiva, Einar —insistí abrumada, cubriéndome el rostro con las manos.

Esto es una pesadilla.

¿Por qué está siendo difícil? No lo entiendo. Hay tantas preguntas circulando por mi cabeza, que no llego a comprender con exactitud todo lo que está pasando. No sé si Aren se encuentra bien o si el pueblo se halla a salvo luego de haber visto lo que Félix me enseñó.

—No quiero que salgas herida —susurró siendo comprensivo—, tampoco te pido que me comprendas —hizo una pausa para ponerse de pie y con cuidado arroparme las mejillas con cariño—. No deseo que lleves esa vida, Elizabeth.

Me aferré a sus muñecas.

—No quiero ser una cazadora —confesé.

Por un segundo, observé alivio en su mirada, por lo que sin querer sonreí.

—Solo intento ser mejor para que ya nadie se preocupe por mí, ¿podrías ayudarme?

—Sí, ese es el caso, no me vas a dar a elegir otra opción, ¿verdad, Lizzie?

Lo abrazo en el instante que me hizo sentir segura con su respuesta, sintiéndome comprendida por él.

Sangre de Lobo © BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora