Capítulo 03

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Narrador Omnisciente

—¡Aren!

Volteó, encontrándose con una adolescente de dieciséis años tratando de llegar a su posición. Las mejillas coloradas de la chica y sus ojos iluminados le generó una sonrisa en su rostro inexpresivo.

—¡Eh! —saludó—. Creí que no te alcanzaría —confesó agitada.

Se detuvo enfrente de su compañero para recuperar el aire, pero Aren levantó su mentón con cuidado.

A cambio, ella se sorprendió.

—Eres insoportable —confesó divertido, esforzándose para evitar la sonrisa que trata de apoderarse de sus labios.

Las mejillas de Elizabeth se ruborizaron y sintiéndose incapaz de replicar, apartó la mano de él con disgusto.

—Idiota —murmuró avergonzada.

Sin embargo, el más alto, le despeinó los cabellos al voltearse y continuar con su camino.

—Lo que digas —respondió, esbozando una sonrisa.

¿Cuándo fue que ambos crecieron y se volvieron cercanos?

Aren no sabría cómo contestar esa pregunta. Pero, siendo sincero consigo mismo, puede admitir que está en calma cuando Elizabeth se encuentra a su lado porque todo lo demás es un infierno. La personalidad explosiva de Lizzie, de alguna forma, colorea su mundo blanco y negro.

—Va a llover —manifestó quedando estupefacto.

Giró con fiereza, sintiéndose incapaz de descifrar lo que aquel aroma le produjo cuando los dos empezaron a caminar hacia el instituto. Se aferró a los libros, apretándolos con fuerza, porque tiene la dicha de presenciar a alguien más entre la oscuridad del bosque.

—¿Qué ocurre? —cuestionó preocupada.

Miró en su dirección, encontrándose con el cuerpo tenso de él.

—¿Aren? —balbuceó.

Algo no está bien.

Pensó Lizzie.

—¡Eh! —insistió con los nervios a flor de piel, aferrándose al antebrazo del contrario.

La mirada ensimismada de él en el bosque la obligó a fruncir el ceño.

A veces se preocupa demasiado por su mejor amigo, pero no puede evitarlo. Aren es un chico de pocas palabras, por lo que es muy difícil estar en sintonía con él.

Al cabo de unos minutos, sin haber dicho o hecho algo, él giró para encontrarse con ella.

—Nada —manifestó—. Sigamos, por favor.

En realidad, se siente disgustado por alguien que se encuentra oculto en el bosque.

No sabe de quién se trata, pero está completamente seguro de que esa misma presencia venía siguiendo a su compañera, Elizabeth. Y, por supuesto, ella no se percató de su existencia.

No tiene la necesidad de llamar la atención de las personas/ hombres lobo del vecindario, pero sí guarda cierta curiosidad por saber de quién se trata. Además, ese aroma jamás lo ha percibido, ni siquiera en las reuniones de la manada.

—No me preocupes así —farfulló molesta.

Lo codeó un par de veces hasta que él le pellizcó el cuello, a lo que se encogió en el lugar maldiciéndolo por lo bajo.

—¡No hagas eso! —chilló abrumada, picándole la nariz, devolviéndole el gesto.

Una mañana llena de rumores en el instituto, según Lizzie, para nada aburrida. Es decir, se ha enterado de algo curioso gracias a su personalidad vivaz con sus compañeros.

Sangre de Lobo © BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora