Narrador Omnisciente
—Nos alegra que hayas mejorado, Lizzie.
No fue noticia escuchar esas palabras cuando volvió a retomar las clases, es más, ya no las recibe con el mismo entusiasmo. No porque no sea capaz de ser agradecida. Claro que no. Pero, honestamente, las cosas no han sido iguales desde que volvió y no se encontró a Aren, es decir, es como si la tierra se lo hubiese tragado.
No sabe si debe estar preocupada por su comportamiento o por su repentina desaparición.
Trató de consultarlo con Trevor, Félix y Bennett, pero fue en vano, ya que ni siquiera ellos sabían qué ocurrió con el chico.
El aislamiento de Aren había empezado a ser preocupante.
El bolígrafo de Elizabeth volvió a picar los libros sobre el pupitre. La clase solo se hizo monótona y aburrida.
El día se encontraba gris y había grandes nubes cubriendo el cielo, la humedad se percibía a flor de piel y el cuerpo sin energías solo decía una cosa. La posibilidad de una lluvia devastadora estaba a la vuelta de la esquina. El clima en su móvil daba un 100% de tormentas hasta la madrugada y una humedad del 97%. Lo mejor de todo, según Elizabeth, Einar se encontraba trabajando en el deposito y debía ir a pie a su casa.
Su día iba «progresando».
Me pregunto cómo estará él, ni siquiera me ha enviado un mensaje.
Pensó.
Recargó el mentón sobre la palma de la mano y haciendo un evidente mohín se dedicó a ver por la ventana, ya que la silueta de Aren no estaba ahí para prohibirle la vista y eso mismo es lo que se encuentra aborreciendo.
Maldito. ¿Cómo se atreve a ignorarme? ¡¿A mí?! ¡A su mejor amiga!
De la frustración, Elizabeth empezó a morder la parte trasera del bolígrafo.
—En lo personal, deberías descansar un poco la mente, Elizabeth.
Una voz, que reconoció al instante, interrumpió sus quejas internas. A lo que, volteó sin cuestionárselo para encontrarse con el de ojos tan verdes como la esmeralda, Félix.
El semblante adorable y palabras vacías, lograron que Lizzie lo fulminara al chico de carácter imperturbable. Aun así, la sonrisa de labios de Félix no se desvaneció en ningún momento y sus ojos entrecerrados debido al gesto le dieron muchas ganas de golpearlo.
—¿Él está bien? —preguntó.
—No lo sé —contestó.
—¿Sabes si, por lo menos, se encuentra vivo?
—Puede que aún lo esté.
—¿Tú eres un idiota insensible?
—Efectivamente —respondió de forma amena.
Los ojos de Elizabeth quedaron en blanco, incluyendo su cerebro que procesó por unos segundos y la posibilidad de patearle la herida, que posee en la pierna, pasó a ser una grata opción por el hecho de ser un imbécil.
Es un estúpido.
—Estimo por tu expresión que estás juzgándome. Te recomiendo que dejes de insultarme, mis orejas han empezado a picar —parloteó haciendo un ademán.
En cambio, Elizabeth solo le enseñó la lengua adoptando una postura infantil.
—Ese es el objetivo, tonto —confesó.
Así concluyó su conversación, ella solo volteó y se acomodó en el lugar para seguir con la clase que se resumía a la Segunda Guerra Mundial.
Esto es un poco aburrido.
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Sangre de Lobo © BORRADOR
Lupi mannariEl sufrimiento de Aren no se detiene, ni mucho menos la oscuridad que rodea su cuerpo cada vez que es golpeado. Desde muy pequeño demostró ser alguien de pocas palabras, pero con un corazón bondadoso a pesar de lo vivido. El abuso que sufre a menudo...