Capítulo 24 | Maratón 1/3

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Elizabeth Hoffman

—¡Vamos! —chillé agitando mis porras rojas y negras.

—¡Touchdown!

—¡La anotación fue de Félix! —gritamos todas al unísono, viéndolo ponerse de pie.

—Él es un buen corredor —declaró con fascinación una de las chicas, a lo que asentí.

El ambiente es ameno, ya que las manadas pretenden que sus equipos escolares sean los ganadores de esta noche. Además, el bullicio es apasionante, al igual que alentar a mis compañeros. Oír los tambores, las trompetas y los cánticos del gran equipo del distrito es agradable.

De hecho, no podría estar más contenta por compartir esto junto a ellos.

Nos hemos unido por un bien común, lo cual me hace sentir aliviada porque me siento integrante de la manada, lejos de hallar el sentimiento de inquietud, la comodidad es parte de mí.

—¡Y con esa jugada hemos llegado al medio tiempo! —gritó el relator.

—Tenemos un descanso de treinta minutos por encontrarnos en la final —anunció la capitana—. Disfruten de las bandas de los distritos.

—En el próximo tiempo necesitamos estar energéticas, ya que nuestros chicos van ganando.

—¡Sí!

Alguien tocó mi hombro. Así que, me volteé curiosa por la persona que intenta llamar mi atención, topándome con una de las trillizas.

—Lizzie. Me he olvidado de mi mochila en los vestuarios, ¿podrías ir a buscarla por mí? —cuestionó preocupada—. Iría yo, pero tengo que arreglar el maquillaje de las chicas.

Asentí.

—¡Claro! ¿Necesitas algo más? —pregunté.

Ella negó agitando su cabellera rubia.

—Te debo una —apuntó divertida, haciéndome reír.

Subí los hombros a fin de restarle importancia.

(...)

Luego de haberse arreglado la coleta, Elizabeth agarró la mochila de su compañera con el objetivo de volver al campo.

Puede que se haya demorado un poco al admirar el bonito traje de porristas que tiene puesto mientras se acomodaba. En otras palabras, no es habitual en ella llevar prendas estrechas, pero realmente le gusta el resultado, es decir, la falda tableada que se alza y la camiseta que se ajusta a su figura quedan muy bien.

Ambas prendas son de color negro con detalles en rojo.

El pasillo de la escuela está desierto, por lo que es un poco intimidante caminar por ellos hacia el campo de fútbol americano.

Lo único que falta es que una de las luces empiece a titilar como una luciérnaga y así tendría un ambiente tenebroso. Además, es una persona un poco paranoica en ciertas situaciones.

Sin embargo, Elizabeth se detuvo en el momento que escuchó unos pasos detrás de ella.

Se giró por completo, quizá, una compañera la siguió a los vestuarios o sus amigos le quieren jugar una broma pesada.

—¿Eh? ¿Hay alguien ahí? —alzó la voz, fuerte y claro, pero no obtuvo una respuesta—. Habrá sido mi imaginación —murmuró. Luego se giró. —¡Ah! —gritó.

El corazón de la adolescente empezó a bombear con ferocidad y los colores de su rostro se perdieron cuando se topó con el chico de los problemas, Aiden.

Sangre de Lobo © BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora