¡Hola! ¿Cómo están?
Paso por aquí para decirles que hice un mockup de Sangre de Lobo, ¿les gusta?¡Disfruten el capítulo de hoy!
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Narrador Omnisciente
No lo dudó.
—Elizabeth —musitó moviendo el brazo de la chica—. Despierta —insistió entrando en pánico—. No puedo defendernos si estás dormida, por favor... —susurró alarmado, acariciando la frente de la chica.
El aroma se hace cada vez más fuerte.
El olor a «sangre».
Aren tensó la mandíbula al percatarse de que más de un individuo se dirige hacia su posición. Por lo que, a duras penas, pasó un brazo por debajo de las rodillas de la chica y con el otro le sostuvo la espalda atrayéndola hacia su pecho.
—Tendremos que dejar la casa, Elizabeth —declaró, abriendo la puerta de la habitación para salir de la residencia Hoffman.
Aun así, no tuvo la oportunidad de pasar por el umbral de esta que oyó cómo la puerta de la entrada crujía al ser abierta. Retrocedió. Su cuerpo empieza a sudar gracias a la adrenalina, por lo que se dirigió hacia la ventana para abrirla con mucho cuidado, sin que ella hiciera ruido, y una vez llevada a cabo la acción se limitó a saltar lejos de la casa para tener un buen margen de huida.
Las hojas se rompen por sus pisadas apresuradas, pero tampoco le importa el hecho de hacer ruido cuando su prioridad es salir del bosque e ir hacia la ciudad para poner a salvo a su compañera.
Son demasiados y me están pisando los talones.
—Voy a protegerte. Yo tengo que hacerlo, no voy a dejar que te hagan daño —musitó, bajando la mirada para encontrarse con el rostro tranquilo de Elizabeth.
Se aferró a su cuerpo con las manos temblorosas por la situación.
De cualquier modo, sabe que no tiene otra opción y si no enfrenta a ese grupo desconocido, hay posibilidades de que ambos salgan heridos. Es más, nada garantiza que los dos puedan salir con vida.
¿Por qué? ¿Quiénes son ellos?
Se detuvo observando la pendiente y oprimiendo con fuerza los labios, besó la frente de su compañera antes de depositarla con cuidado en el suelo, pegando el cuerpo de la chica a un árbol de exageradas raíces. Rozó la pierna desnuda de ella con la yema de los dedos para luego volver a depositarle un beso en la frente y acariciarle la mejilla.
—Vendré por ti. No pienso dejarte, Lizzie —murmuró con cariño, poniéndose de pie.
Inhaló antes de correr en dirección opuesta, para que no la descubran, persiguiendo el aroma de uno de ellos. Aunque se vio obligado a retroceder y saltar hacia la rama de un árbol, y, los murmullos llegaron con rapidez a sus oídos.
—¿Dónde está la chica?
¿Están hablando de Elizabeth?
Supuso consternado.
La mirada de Aren recorrió a los presentes, dos adolescentes. Ambos, por sus cuerpos, aparentan tener su misma edad y sobre todo emanan un aroma similar al de Einar, el tutor de Elizabeth. No es tan fuerte, pero es más suave y puede percibir la sangre de sus compañeros en ellos.
La chica pelirroja de cabello corto, hasta los hombros, se encogió restándole importancia a las palabras del joven teñido que se ve paranoico.
—No lo sé.
—¡Maldición! ¡Nos van a echar la bronca por haberla perdido!
—No es para tanto, no deberías alarmarte.
—¡¿Qué no me alarme?! El mayor exigió que seamos meticulosos. Además, no podemos olvidarnos, la chica está conviviendo con un Especialista —estalló perdiendo los estribos.
La situación es cómica, pero no deja de ser curiosa.
¿Especialista? ¿Se refieren a Einar? ¿Él es un cazador?
—¡Eh! Chicos.
Los ojos de Aren se abrieron por la sorpresa en el momento que en el campo de su visión apareció el sujeto que había ofendido a su amiga. No pudo evitar tensar la mandíbula, frunciendo el ceño con rudeza cuando el aroma de aquel es poco notorio.
Ese maldito bastardo.
—¡Al fin! ¡Tú! Dile a esa que es nuestra obligación tomarnos el trabajo en serio. ¡Está holgazaneando! —afirmó, el chico rubio, al señalarla.
—Tú deberías haberla observado. ¡A ti se te perdió! —se volteó, cruzada de brazos, para darle la espalda—. ¡Qué incompetente eres! —reprochó.
—¡¿Eh?!
—Aedus, Audrey.
Ambos se irguieron en el lugar cuando escucharon la voz de aquel de melena chocolate y ojos marrones.
—De aquí en adelante yo mismo me encargaré de lo que suceda con Elizabeth Hoffman.
La mirada de Aren se oscurece cuando aquellas palabras fueron dichas, por lo que apretó con fuerza el tronco del árbol con el objetivo de canalizar su presente molestia.
—¿Estás seguro, Aiden? —cuestionó la chica de ojos avellanados.
—¡Ha! Después de todo, nosotros tarde o temprano estaremos más cerca de nuestro objetivo. Lo dejamos en tus manos —pronunció Aedus con una sonrisa de satisfacción—. Vámonos, Audrey.
Los chicos desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos y en ese preciso instante la mirada de los dos, Aren y Aiden, se unió hundiéndolos en una gran disputa.
—No me sorprende que esos dos no se hayan dado cuenta de una presencia tan singular como la tuya. Después de todo, Aedus y Audrey, son unos novatos —escupió desganado, observándolo caer del árbol.
—No me importa quiénes sean ellos —aclaró con elocuencia.
Aren mantiene un porte distinguido a comparación de Aiden, quien se muestra tranquilo ante la situación, más cuando el contrario empezó a liberar su verdadera presencia.
Las feromonas de un hombre lobo, Alfa, son intimidantes.
—Oh, tu bestia debe ser temible... —susurró divertido— pero eso a mí no me aterra. Es más, aún me sigue molestando la caricia que dejaste en mi rostro aquel día —hizo referencia a la patada, enseñando una sonrisa altanera.
Aren tragó sin mencionar lo ocurrido. Él se siente abrumado por las emociones que arrasan con su racionalidad, haciendo que su naturaleza empiece a fluir por sus venas.
Tensó la mandíbula, presionando sus colmillos con rabia.
—¿Por qué están en mis territorios? —manifestó en un gruñido potente.
El cuerpo de Aiden se encogió.
—Nuestros planes no tienen nada que ver con la manada —respondió.
—Te equivocas —gruñó, bajando la cabeza—. Tu asunto involucra a Elizabeth, por lo tanto, también me incluye a mí —corrigió, haciendo destellar su oscura mirada bajo la luna—. Estando en mis territorios, estás obligado a aceptar las consecuencias de tus actos, Aiden.
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Sangre de Lobo © BORRADOR
LobisomemEl sufrimiento de Aren no se detiene, ni mucho menos la oscuridad que rodea su cuerpo cada vez que es golpeado. Desde muy pequeño demostró ser alguien de pocas palabras, pero con un corazón bondadoso a pesar de lo vivido. El abuso que sufre a menudo...