Capítulo 23. El maletero-confesionario.

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Capítulo XXIII. El maletero-confesionario.

Tras seguir jugando media hora más, en la que Mandy y Jamila llegaron, decidieron dejar de bailar, ya que, Ian, estaba muy cansado. Eso de mover todos tus músculos al ritmo de una canción, le resultaba una labor complicada.

Mia e Ian habían decidido ver la televisión mientras esperaban a que Anabel llegara, ya que no debían tardar en llegar, e Ian no tenía hora de llegada, ya que, después de ir a casa de Mia, se dirigiría a  la casa de Derek, donde se quedaría a dormir, ya que, Derek, estaba solo en su casa.

Ian, acordándose de la cita para el día siguiente, se acordó de que no le había dicho la hora a la que quedar ni en el lugar que debía estar a dicha hora.

- ¿A qué hora, y dónde, tengo que estar mañana para la cita sorpresa al cine de tu hermana? – preguntó rompiendo así el silencio.

- Cierto, se me había olvidado ese detalle. – dijo Mia mordiéndose el labio inferior –. La hora sería a las cinco y media, y el lugar, yo aún tengo que hablarlo con Naiara, pero imagino que quedaremos aquí y ya iremos las tres juntas – dijo haciendo referencia a Naiara, su hermana Anabel y ella misma – así que tú y Derek bajaros directamente.

- ¿Derek ya lo sabe? – preguntó Ian estirando los brazos.

- Imagino que sí. Naiara lo habrá llamado tras llamarme a mí. – dijo mirándolo mientras veía cómo estiraba los brazos.

- Y, ¿qué película veremos? – preguntó mientras se frotaba el cuello y comenzaba a girarlo.

- No lo sé, imagino que lo decidiremos todos juntos allí. – dijo mirándolo con una ceja levantada.

- Normalmente las películas comienzan a las cinco y media. – dijo Ian estirando la espalda.

- Algunas comienzan a las seis menos cuartos, tranquilo. ¿Por qué te estás estirando tanto? – preguntó nerviosa al verlo estirarse tanto.

- Me duele todo, por tu culpa y ese juego. – dijo señalando con la mirada hacia la consola.

- Podrías haberte negado a jugar, yo no te he obligado a nada, además la idea de revancha ha sido tuya, así que – dijo palmeándole en una de las piernas – no te quejes.

- ¡Ay! – se quejó Ian – que eso duele.

- Lo siento. – dijo mordiéndose el labio inferior.

- No importa, a ti te lo perdono todo. – dijo sin pensar mirándola a los ojos.

Mia le miró un poco incomoda y sonrojada, como siempre le ocurría cuando alguien le hacía un cumplido o le decía algo como lo que Ian le estaba diciendo, lo cual podía malinterpretarse en el sentido de pensar que, quizás, a la persona que te lo ha dicho, le gustes o sienta algo más que pura amistad por ti, y, en el caso de Mia, el mismo Ian se lo había confesado y habían estado hablando sobre ello, dejándolo todo claro, pero, al parecer, a Ian le costaría más de lo pensado dejar sus comentarios en los que mostraba sus sentimientos por Mia.

- Lo siento, Mia – comenzó a disculparse – no quería incomodarte con mis palabras, es sólo que no puede evitar decirte ciertas cosas.

- Si me incomodo, es por ti, no por mí, Ian. – dijo reprimiendo el acto de cogerle la mano, como le había hecho siempre cuando le decía que no debía disculparse por algo o le daba las gracias.

- Nos va a costar, ¿verdad? – preguntó mirando a Mia directamente a los ojos.

- Todo en la vida cuesta, lo fácil y sencillo, no dura para siempre. – dijo haciendo referencia al momento por el que la amistad entre ellos estaba pasando.

Amores distintos [pausada].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora