Capítulo 11. Demasiado tarde.

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Capítulo XI. Demasiado tarde.

Anabel ya había llegado e hizo tal y como Naiara le había dicho: llamar al móvil de Mia y no al telefonillo de la puerta, ya que Naiara no quería que nadie se enterara.

El móvil de Mia ya había sonado, lo que indicaba que Anabel ya estaba en la puerta esperando.

- Tu hermana ya está aquí, Mia. – le dijo mientras le guardaba de nuevo el móvil –. Voy a abrirle la puerta para que pase, yo sola tardaría mucho en llevarte a la puerta, ¿vale? – Mia asintió –. Date prisa, Dylan. – susurró.

Naiara sólo quería darle tiempo a Dylan de que hiciera lo que tuviera que hacer. No le había prometido que la retendría para poder despedirse de ella, pero algo le decía que debía hacerlo, que Dylan realmente sentía algo por Mia, que lo de Sabina había sido cosa de ella y no cosa de ambos, sentía que se lo debía a Mia.

Antes de salir, avisó a su tía de que Mia se iría y se lo explicó, omitiendo la parte del beso entre Dylan y Sabina.

Heliana decidió ir ella a abrirle la puerta a la hermana de Mia para que, mientras, Naiara fuera llevando a Mia hacia la puerta. Su plan había fracasado.

Naiara se dirigió a su habitación, donde Mia estaba postrada en la cama, temblando. Al verla temblar desde la puerta, se dirigió a su armario y cogió una manta polar que ella tenía para ver películas en el salón en invierno. Levantó a Mia y, antes de agarrarla por la cintura y comenzar a caminar, la envolvió con la manta, ya se la daría otro día, lo importante ahora era que no cogiera frío, más del que ya tenía al menos.

Mia apoyó su brazo en el hombre de ésta y, juntas, comenzaron a caminar lentamente. Casi podría decirse que Naiara iba más despacio que Mia, la cual parecía querer salir de allí enseguida, y así era.

Mia quería irse ya, llegar a su casa y tumbarse en la cama y no salir de ahí, sumergirse en sus sueños, en sus libros y en su música, eso era lo único que podía calmarla en momentos así. Claro que, tarde o temprano, tendría que salir de su habitación, no podía estar allí todo el fin de semana, y no porque no quisiera, sino porque su madre le diría algo, si es que se daba cuenta. Quien sí le diría algo, sería su hermana Anabel.

Mia quería muchísimo a  Anabel, y viceversa. No sólo eran hermanas, eran las mejores amigas, desde que Mia tenía uso de razón, le había contado todo a Anabel, casi como si fuera una madre y, desde que Yamileth y el novio de Amanda llegaron a la familia, así era.

Mia adoraba a su sobrina, la quería muchísimo. Cuando ella llegó, Mia tenía un motivo más para sonreír, para estar bien y olvidar esas veces que su madre la regañaba sin motivo o hacia algo parecido. Sin embargo, este último motivo no cesó ni se quedó estable, sino que aumentó.

Desde que Amanda dio la noticia, eran más las veces que Marien pagaba algo con Mia, eran más las veces que Marien regañaba a Mia por lo que fuera, incluso por lo que no tenía la culpa, cada vez más, inconscientemente, hacía que Mia se sintiera inútil, sintiera que su vida no merecía la pena, se sintiera sola, que nadie la quería, que sintiera que su madre no la quería.

Todos alguna vez nos sentimos poco queridos, solos e incluso pensamos que somos un estorbo en la vida de los demás. Pero siempre, hay alguien a nuestro lado que nos hace ver que eso no es cierto, que, aunque sea para esa persona, eres necesario en su vida.

Es ahí cuando nos damos cuenta de que sí que hay alguien que se preocupa por nosotros, que nos quiere y que somos importantes en su vida, que cuenta con nosotros y, nos demuestra, que nosotros podemos contar con ella. Son esas personas por las que hay que seguir día a día, por las que hay que seguir luchando y no dejarse derrumbar, ya que nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento.

Amores distintos [pausada].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora