Capítulo 32. Quizá sea mejor así.

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Capítulo XXXII. Quizá sea mejor así. 

Tras coger Ian las toallas para así poder secarse aunque fuera un poco, permanecieron en la entrada del pasillo varios minutos más, sintiéndose el uno cerca del otro, ya fuera mediante abrazos o mediante besos.

Ian, a cada momento que se separaban, acercaba a Mia hasta su pecho, rodeándola con sus brazos por la cintura, para poder sentir así la respiración de ésta, acelerada, así como su pulso y el suyo propio.

Mia creía estar flotando cuando Ian la abrazaba. Sus brazos le daban seguridad, protección, le transmitían ternura y paz, justo lo que necesitaba en aquellos momentos y ante las situaciones vividas, alguien que le transmitiera paz y seguridad, no alguien que la llenara de más dudas e inseguridades, como le ocurría con Dylan.

Cuando conoció a Dylan, estando confusa por sus sentimientos respecto a Ian, los sentimientos hacia Ian se quedaron en los anteriores, de amistad, y, los de algo más que amistad, pasaron a Dylan. Sin embargo, ¿podría haberse confundido en aquel momento?, es decir, ¿podrían haberse cambiado sus sentimientos por error y que los reales fueran amor  por Ian y amistad por Dylan?

En aquel momento y junto a Ian, ni siquiera se había acordado de Dylan, o de qué pasaría a partir de ese momento con él, o incluso qué pasaría con Ian. Se estaba dejando llevar por el momento, sintiendo que aquello era lo correcto, que aquello era lo mejor, pero, ¿y si no resultaba ser así?

Lo cierto es que, por mucho que lo quisiera o así lo intentara, nunca podría ni llegaría a saberlo, así como nunca sabría si, en aquel momento, estaba cometiendo un error, lo único que podía hacer era seguir hacia delante, asumiendo su error si así resultaba ser lo que había hecho.

Tras despedirse con un dulce beso, Mia le dio un paraguas a Ian para que así no llegara a su casa más empapado de lo que ya estaba, y, éste, con el corazón completamente lleno de alegría y una gran esperanza, se dirigió hacia su casa sin poder quitar la sonrisa que, desde que había besado a Mia por primera vez ese mismo día, se había formado en sus labios.

Así, Mia cerró la puerta y, mientras se dirigía hacia su habitación para así ducharse por tercera vez en un mismo día y cambiarse de ropa antes de que alguien, quien fuera, llegara y la viera empapada de pies a cabeza, las dudas comenzaron a asaltarle en su cabeza.

¿Y si aquello resultaba ser un error, un error que luego no podría remediar? ¿Y si se daba cuenta de que aquello sólo servía para hacerle daño a Ian y hacerse más daño a ella misma? ¿Y si resultaba que Ian se daba cuenta, o desconfiaba de ella, y dejaba de hablarla?

Mia era de la idea de que, la letra i griega y la conjunción si, juntas, servían al ser humano para atormentarse durante toda su vida, bien por acciones realizadas en el pasado, o no realizadas más bien, o bien por acciones realizadas en el presente, y, en aquel momento, se estaba dando cuenta del poder que juntas estaban teniendo sobre ella.

Intentando dejar las dudas y preguntas a un lado, Mia cogió el primer pijama que vio en su armario, ropa interior y unas zapatillas de estar por casa tipo bota, de tacto suave y color gris y rosa claritos, y se dispuso a entrar en el baño, dispuesta a darse una ducha relajante. Sin embargo, un sonido en la planta baja de su casa hizo que pospusiera el baño: era su móvil.

Dejándolo todo encima de su cama, salvo las zapatillas, bajó las escaleras rápido pero con cuidado para no caerse y, cuando llegó hasta la pequeña mesa de la entrada, donde estaba su móvil, éste dejó de sonar.

Mia, suspirando porque se hubiera cortado y hubiera bajado para nada, lo cogió y, mientras comenzaba a subir de nuevo las escaleras, lo desbloqueó y vio de quién era la llamada perdida, de aquella persona que menos se hubiera podido esperar, de aquella persona que había logrado olvidar por un momento: Dylan.

Amores distintos [pausada].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora