Capítulo XLVI. Amistad valerosa
La primera impresión que Mia daba, era siempre la misma: la típica niña mimada siempre alegre por todo y sin ningún problema en su vida, teniendo todo cuanto quería en el momento en que lo quisiera, pero, la verdad, era claramente.
Cameron se llevó esa primera impresión sobre Mia, sobre todo la parte de que no debía tener ningún problema en su vida, ni siquiera pensó en que aquello fuera posible cuando le preguntó si tenía hermanas o no, ni siquiera cuando hablaron sobre la confianza para con otras personas. Él creyó que una chica que, había estado sonriendo delante de un desconocido, delante de la mascota de éste, no podía dejar de hacerlo al recordar simplemente a sus hermanas, pero estaba claro que, únicamente con aquello, no podía sacar sus deducciones. Cameron no podía saber si realmente era considerable, o al menos comprensible, que se entristeciera por ello, o si, por el contrario, era una soberana estupidez que lo hiciera.
Mia, abrazada a Cameron y con Nica intentando ponerse bajo su brazo derecho, para así estar cerca de ella, seguía llorando sin poder contener las lágrimas, sin poder contener por más tiempo aquello que sentía: que estaba completamente sola. Era cierto que tenía a Ian y a Anabel, pero, sin ellos allí con ella, ¿quién le quedaba?
Las palabras de Cameron le hicieron saber que quizá fuera cierto que su madre la quiso, ya que estaba claro que no la había abandonado, pero lo cierto era que Mia lo prefería, prefería que la hubiera abandonado y quizá tener una madre que la quisiera, a tener una madre que no le demostraba en lo mínimo que así fuera. Quizá hubiera una persona que le hacía realmente no desear que así fuera, y ésa era su hermana Anabel.
Mia era consciente de que nadie puede agradar a todo el mundo, pero, incluso por programas que había visto en la televisión, sabía que todo hijo y toda hija siempre son aceptados y queridos por sus padres. ¿Por qué su caso era diferente?
- Mia, no puedes pensar que tu madre no te hace caso o incluso que no te quiere. – le dijo Cameron en un susurro.
En ese momento y ante aquellas palabras, Mia apartó a Cameron, para que así la mirara a los ojos, y, mientras seguía llorando, comenzó a nombrarle por qué motivos sí podía pensar de aquella forma. O ella creía que podía.
- No como y a mi madre no le importa – comenzó a decir llorando y llena de rabia, mirándolo a los ojos – vomito y nadie en mi casa lo sabe, he estado varios días con la mano vendada y nadie se ha dado cuenta, y de mi madre ni siquiera hacía falta que me escondiera – dijo con aún más rabia en la voz – cuando salgo y entro a mi casa, si mi madre me ve, me dice que creía que estaba en mi habitación. A nadie le importa si salgo de mi casa, si entro o si me pasa algo. No le importo a nadie, Cameron, y mucho menos a mi propia madre. – dijo Mia con la voz cortada, a causa de continuar llorando y los sollozos.
Quizá todo aquello fuera de aquella forma o quizá no, pero, aquélla, era de la forma en que Mia lo veía, y, lo que estaba haciendo con Cameron, soltar todo lo que llevaba dentro, todo lo que sentía, era lo que necesitaba hacer.
Nunca había contado todo aquello, puesto que casi todo era reciente, pero lo cierto era que se alegraba de haberlo hecho, e incluso sentía la extraña necesidad de seguir hablando, de seguir sacando todo aquello que llevaba dentro y le oprimía, pero, el pensamiento de que quizá Cameron pudiera molestarse, o incluso pudiera pensar que estaba pagando con él todo lo que sentía, le hizo quedarse callada de nuevo.
Mia volvió a bajar la mirada, alzando el brazo derecho casi obligatoriamente, puesto que Nica pretendía meterse debajo, y se limpió las lágrimas con su mano libre, puesto que le encantaba sentir el calor que Nica le daba.
Cameron no le dijo nada, únicamente se quedó observándola, analizando todo aquello que le había dicho en un momento, asimilándolo, puesto que ni él mismo era capaz de entender cómo alguien podía ser tan desgraciado con respecto a la falta de cariño de su propia madre, pero lo cierto era que estaba seguro de que no sería así completamente. Ninguna madre odia a sus hijos, y menos si aún los mantiene con ella pese a tener otras opciones.
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Amores distintos [pausada].
Teen FictionAmelia, o Mia, y Dylan se conocieron en la fiesta de cumpleaños de una amiga, en la que estuvieron hablando entretenidamente y, a pesar de conocerla poco, él la estuvo ayudando y apoyando cuando sufrió un fuerte mareo. Desde ese día, se vieron sólo...