Vladimir

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Enséñame lo que no se

Que tus tibias manos me guíen en este camino oscuro

Enséñame lo que no se

Que la ruta de tus besos sea un lugar seguro

Enséñame lo que no se

Ayúdame a descubrir lo que vive en mi

Enséñame lo que no se

Que eres lo que me faltaba, mi principio y mi fin

La noche había llegado y debido al cambio horario el cuerpo de Ramsés había sentido ciertos estragos. No lograba conciliar el sueño y se había mantenido completamente aislado, casi no probaba alimento y estaba deprimido. Aún no lograba aclimatarse, pero su poderoso orgullo no le permitía que fuera "cosa pública" su situación.

Las tres omegas que estaban a su disposición lo visitaban, pero él se negaba a tratar con ellas. El Zar les había pedido que lo cuiden y vigilen, Ramsés lo suponía y no confiaba en ellas para nada.

– Señor – le dijo una de ellas – esta noche el Zar recibirá a toda la corte y usted debe de asistir. – le dijo la mas joven que se había quedado con él toda la tarde, ella era la que menos le desagradaba, pero le molestaba saber que vivía para servir a un tirano.

– No quiero ir – dijo de forma categórica, removiéndose en el sillón en el que estaba frente a una chimenea, leyendo un libro. Desde que llegó al lugar había pedido que le enseñen ruso y esta omega joven se había encargado a enseñarle, empezaban muy temprano y terminaban muy tarde, en menos de una semana Ramsés ya casi dominaba por completo el idioma.

– Señor, usted "tiene" que ir – le dijo, le dijo ella. Esta omega admiraba el temple de Ramsés y su temperamento, en cierta forma le agradaba, pero no se atrevía nunca a hablar un poco más de lo necesario.

Ramsés la miró de arriba abajo, él no estaba acostumbrado a seguir indicaciones, menos "tener" que hacer algo. Se dio cuenta con la insistencia de que se trataba de una orden de su captor. "Encima quiere presumirme como un trofeo en su corte, juro por mi nombre que no se olvidará de esta noche"

Llegada la hora empezó a arreglarse, no se acostumbraba al clima y muchos temían que en algún momento su cuerpo no resista. El venía de una zona muy cálida y ahora estaba en un extremo completamente frío. Se puso el jubón grueso que habían dispuesto las omegas que lo atendían, irónicamente lo habían mandado a hacer a su medida y bordar con el sol naciente que era el escudo de su familia, además de eso dispusieron que use un pantalón a juego, se miró al espejo y se sintió disfrazado debido a lo distinto que era llevar eso en comparación a los trajes tradicionales de su calurosa tierra. El tema del clima había sido lo más complicado a parte del encierro.

Cuando salió de su habitación estaba resguardado, lo colocaron en el centro de 4 alfas que tenían un olor muy concentrado, pero en general podíamos decir que olían a vodka. Recorrió al lado de ellos varios pasadizos

Al llegar a la sala de la Corte sintió todas las miradas puestas en él, ingresó a la instancia con la frente en alto y no hizo ni el menor intento de una reverencia. Nicolás, el hermano omega del Zar y su hermosa barriga de embarazo, había estado conversando con sus damas de compañía que ahora lo seguían de un lado al otro cuidando su vientre. Al verlo los dejó y se acercó a saludarlo.

– Ramsés querido ¿Cómo estás? – saludo Nicolás acercándose, mostrando orgulloso su marca renovada y su barriga prominente. Le dio dos sonoros besos en la mejilla con total intensión de dejar claro en al corte que era de su agrado y estarían en aprietos si le hacían algún desplante.

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