Que se haga mi voluntad

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Era ya el momento y la hora. La abadía estaba llena y los invitados en ella, William había llegado al lado de Aroom con un perfecto traje, había llegado montando en un hermoso potro blanco, vestido con los colores de su casa rojo y dorado, los bordados hacían su traje más elegante y su corona de oro con rubíes le daba el perfecto aire imperial necesario para el evento. Tenía el corazón acelerado, además de los miles de pensamientos que invadían su cabeza. Recordaba todo lo sucedido la tarde anterior, las palabras contundentes de Eren diciendo "no voy a casarme" y ese terrible nudo que se había formado en su pecho a partir de ese momento.

– ¿Tú crees que Eren llegue? – le preguntó Aroon tan nervioso como su amigo, traía puesto su uniforme militar, con una franja roja y sus condecoraciones, varios omegas contuvieron el aliento al verlo, era un alfa joven, soltero y guapo. Ante sus palabras sacó a William de sus propios pensamientos. Toda la corte de Lyonesse estaba presente y algunos habían estado haciendo sus apuestas, claro todo organizado por Aroom.

– Si, él vendrá – dijo William, pero en realidad no estaba tan seguro, sabía que Eren era capaz de hacer lo que quisiera y sobre todo era capaz de tomar las decisiones menos esperadas basadas en lo que considera correcto. Pero en estos momentos ¿qué era lo correcto para Eren?

En su bolsillo derecho tenía la caja con los anillos y como si fuera un tic nervioso constantemente la tocaba solo para asegurarse que la tenía. Su corona brillaba ante las luces y le daba un aspecto más romántico al ambiente, sus ojos azules contrastaban dramáticamente con lo oscuro de su barba y su cabello, para los omegas esa barba le daba puntos extra como alfa atractivo. En su nerviosismo desvió la mirada y en medio del público vio a Alsir al lado de Nill, el omega lo miró unos segundos para luego esconder su rostro mirando a otra parte; en ese instante William cayó en cuenta de que no había tenido al omega en sus pensamientos desde la tarde anterior, se dio cuenta que más le había importado hablar con Eren que aclarar sus sentimientos con Alsir, Nill por su lado había dejado de usar su uniforme imperial, pero se le veía muy bien arreglado con los colores de su familia.

Ramsés estaba sentado al lado de su prometido un príncipe Prusiano que no le agradaba a nadie, quizás Ramsés estaba feliz pero había algo en ese príncipe que no terminaba de agradar. En el palco preferencial habían llegado los invitados rusos de Eren, que habiendo tan poco tiempo, no se pudo cancelar la invitación. Y ahí estaba William dando la cara, junto a Aroom, porque Aymar al saber que su madre vendría se refugió en su barco y lo peor de todo es que la reina madre se había rehusado a salir de Lyonesse.

La tarde anterior fue para William un calvario, luego de que Eren hablara con Alsir y Nill no volvió dirigirle la palabra se retiró a sus aposentos y el alfa por más que intentó, no encontraba la forma de abordar el tema, en un inicio pensó que la solución era darle un espacio, para que Eren reconsidere, pero al cabo de unos minutos se dio cuenta de que esa no era la mejor decisión.

La terrible sensación que sentía en su pecho era algo completamente nuevo para él, cuando creyó que Alsir lo había traicionado la sensación de dolor había sido muy grande, pero nada comparado a esto que sentía ahora, su alfa se había dedicado a rasguñarlo por dentro y sus aullidos lastimeros no le dejaban ni siquiera concentrarse, atribuyó todas esas sensaciones a su sentido de responsabilidad.

En el palacio las noticias corren como pólvora y toda la corte de Lyonesse ya sabía de la situación de Alsir y que el emperador no quería casarse. El alfa de William estaba desesperado, el rechazo de Eren le había dolido, pero eran tantas cosas las que habían sucedido en poco tiempo y no supo cómo enfrentarlas. Fue en busca de Eren a sus habitaciones y tocó hasta cansarse, el omega nunca abrió, pero sabía que en ese instante estaba ahí, su olor a Jazmín y naranja le llenaban los pulmones.

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