Limbo en la tierra

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CAPÍTULO XIV

La derrota se apoderó del cuerpo de Lara en el instante en que su espalda chocó contra la suciedad del suelo áspero. No había logrado impedir el despertar de aquel poder ancestral, del que tanto se ignoraba. 

El dios de la muerte había abierto los ojos. Y con ello, Lara sintió que todo estaba perdido: se encontraban atrapados en un lugar del que no podían salir. 

Todos los presentes comprendieron que algo estaba mal, el despertar del dios se anunció, de repente con el mar furioso, acarreando el violento vaivén de sus olas, y las tormentas nacieron de la nada, amenazaban con hundir cualquier embarcación que se atreviera a desafiarlo.

—¡Maldita sea! —exclamó Lara, golpeando con fuerza el portal que se había cerrado bajo ella.

Abraham se pasó ambas manos por el rostro, presa de la frustración. Se sentía culpable. Podría haberlo evitado, pero había temido a la muerte. Era uno solo contra los demás elementos de Craken que aún continuaban con vida en aquel momento.

—¡Mierda! —exclamó también, resignado ante la idea de que el caos temido, finalmente se liberaría sobre la tierra.

—¿Qué fue eso? —preguntó, aterrado y tartamudo, uno de los tres elementos que habían sobrevivido. El miedo les caló hasta los huesos al presenciar la forma en que la deidad se había materializado ante ellos.

Abraham los miró de reojo. Los ignoró. No podía perdonarse no haberlo detenido.

—El dios de la muerte —respondió Nathan, mientras recogía el ojo de oro del suelo—. Un dios encerrado y privado de sus tributos durante tantos años solo puede pensar una cosa: devorar tu alma moribunda cuando estés por cerrar los ojos. Y lo hará una y otra vez... hasta acabar con todos nosotros.

Caminó hacia Lara y se arrodilló junto a ella.

—Parece que después de todo... sí era el Xibalbá, Nathan —dijo Lara, antes de que él pudiera pronunciar palabra.

—Me alegra haber tenido razón... —bromeó. Pero al ver el rostro de Lara, su tono cambió—. Aunque dadas las circunstancias, no hay nada que celebrar.

—¿El mural que viste? El que hablaba de la destrucción de la civilización... ¿era por Ah Puch?

—En realidad, no lo sé, pero esa destrucción nació al momento en que alguien se fusionaba con el Nahual. Y no era una lágrima lo que caía... —le mostró el objeto en su mano—. Era esto. El Ojo de Oro.

—Entonces... es verdad que todos moriremos —murmuró ella, resignada, consciente de lo difícil que sería llegar hasta su tío Atlas.

Nathan, al notarla rendida, reaccionó.

—Lara... Todo estará bien. Solo tenemos que llegar a México...

—Nathan, el mar enfureció, nos matará antes de que siquiera podamos abandonar esta isla. Y si por algún milagro logramos sobrevivir, será demasiado tarde para evitar que Atlas haga lo que sea que planea.

—¿Atlas? —preguntó Nathan, desconcertado.

—Ese hombre que se fusionó con el Nahual es mi tío: Atlas DeMornay.

—Lara estas alucinando. Ese hombre era James Killo —comentó Nathan, en un intento de brindarle consuelo. Ignorando que con ello estaría evidenciando su pasada alianza con Craken.

Esto sucedió en un momento de desconexión, desinteresado ignoró la magnitud de lo que había dicho. Abraham, que se había sentado derrotado con las manos en la cabeza, alzó la vista con sorpresa y se acercó.

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