~Robar o perder~

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Una oscuridad densa y casi tangible absorbía cada rincón de la habitación, al grado de que la negrura hacía parecerla más grande de lo que realmente era. Nathan entró escoltado por los hombres que lo habían privado de su libertad. La penumbra era tan absoluta que tuvo que esforzarse para inspeccionar sus alrededores, y así logró distinguir más figuras apostadas en la sala. Eran más guardias. Todos en silencio.

La única fuente de luz era un foco desnudo suspendido justo encima de una mesa metálica

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La única fuente de luz era un foco desnudo suspendido justo encima de una mesa metálica. Frente a él, una silla vacía parecía esperarlo. Al otro extremo, oculto entre las sombras, un hombre fumaba un puro, delatado por el humo que cruzaba el haz de luz, mezclándose con las partículas de polvo flotando en el aire.

—¿Sabes por qué estás aquí? —preguntó una voz grave y seca. Bastó una sola palabra para dejar clara la frialdad de quien la pronunciaba.

—No —respondió Nathan con calma, analizando la situación con los ojos entrecerrados.

El hombre dio un sorbo a su whisky, sin prisa.

—Richard Croft fue un hombre que se hizo un nombre al encontrar numerosos tesoros a lo largo de su vida. Cada hallazgo fue registrado en bitácoras que resguardó celosamente en su residencia. Gran error. Un hombre con familia escogió el peor lugar para guardar secretos. Hace un par de meses, mis hombres saquearon su mansión en Londres.

Uno de los guardias se acercó por detrás de Nathan y colocó sobre la mesa varias fotografías: Richard Croft, Amelia Croft, la mansión Croft, una imagen del artefacto conocido como el Ojo de Oro y otra de Lara Croft. Era toda una exposición gráfica de lo que le estaban relatando.

—La misión era obtener información sobre la Grieta del Ojo de Oro. Richard lo mencionó en una de sus entrevistas. Sin embargo, muchos de mis hombres han resultado inútiles para completar la tarea.

El hombre chasqueó los dedos y otro guardia se apresuró a rellenar su vaso de whisky.

—Tuvimos que... liberarlos de sus cargos —añadió sin remordimiento.

—Si no te sirve, no lo acumules —bromeó Nathan, con una media sonrisa que logró relajar un poco la tensión. Se inclinó hacia la mesa, tomando las fotos con naturalidad. El dibujo del Ojo de Oro captó su atención casi de inmediato—. ¿Esto es lo que buscas?

—Ya tengo su ubicación. Mis hombres están en México intentando sacarlo del lugar donde está resguardado. —El tono del hombre era seco, sin emoción. No se molestó en explicar qué era exactamente aquel artefacto—. Lo que hemos conseguido son fotografías, indicaciones vagas, y algunos textos que mencionan una Grieta: un segundo componente que lo hace funcionar. Tengo una idea general de dónde podría estar.

El silencio que siguió fue tan espeso que el sonido de su garganta tragando el whisky pareció retumbar en toda la sala. A pesar de todo, la simpatía innata de Nathan comenzó a suavizar el ambiente. El hombre se recostó ligeramente en su silla, más relajado.

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