~Tierra Roja~

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Capítulo VI

La corriente los arrastró sin piedad, arrojándoles como piedras al río hasta dejarlos en un santuario aún más sepultado. Nathan y Kenna emergieron de las aguas con aliento agitado, rodeados por un silencio abismal. El recinto estaba decorado por cráneos, joyas y reliquias dispersa a modo de ofrenda para la monumental figura femenina forjada en oro. Una luz natural, escasa y tenue, se colaba desde lo alto como si el sol batallara por cumplir su misión de honrar aquel lugar sagrado con su ultimo aliento.

—Mira esto —dijo Kenna, ahogando su asombro en un silbido breve. Señaló una inscripción bajo la estatua—. La Reina Roja. "Los que se arrastren hacia nosotros se salvarán del final."

Nathan se aproximó al texto y lo analizó, sin lograr comprender del todo su significado.

—¿Qué final? —preguntó, curiosamente más intrigado por la historia enterrada en los muros que por los tesoros a sus pies.

—Las civilizaciones antiguas estaban plagadas de profecías —respondió Kenna, acariciando con los dedos una vasija rota—. Alguna debió convencer a los mayas de construir esta ciudad subterránea. Tal vez fue su forma de escapar del destino.

—Debemos encontrar a Lara —cortó Nathan, sacudiendo su interés por la historia. Por más fascinante que fuera aquel mundo oculto, él tenía claro su propósito. Sus prioridades, como sus motivaciones, habían cambiado.

—Tienes razón. Será mejor que... —Kenna palmeó su cuerpo, buscando sus armas. Su rostro se tensó—. No tengo nada. Ni siquiera el radio.

—Yo tampoco.

Concluyeron que Lara habría seguido avanzando, y que si querían encontrarla, debían seguir el único túnel que se abría frente a ellos, en dirección contraria al río que los había traído hasta allí.





Lara abrió los ojos de la tremenda oscuridad propiciada por el pesor de sus parpados. Un sabor metálico teñía su gusto provocado por la sangre. Se encontró al interior de un vagón de tren antiguo, transformado en celda. Las puertas habían sido soldadas con brutalidad, salvo una, que había sido sustituida por una reja forjada con herrería oxidada la cual permitía vigilar su interior.

Exploró el vagón en busca de una salida. Intentó mantener la calma mientras las posibilidades se desvanecían una a una. Fue cuando el destino, con uno de sus gestos silenciosos, hizo que su pie pisara una tabla suelta. Esta se levantó, revelando no solo una posible vía de escape, sino también un viejo cuaderno oculto en el hueco del suelo.


Diarios de un Desconocido

NOCHES DE ARREPENTIMIENTO: 2/4

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NOCHES DE ARREPENTIMIENTO: 2/4

"Encontramos varios rituales tallados en piedra, resguardados en el santuario de un dios que no reconozco. Debí haber tomado aquellas clases de maya que se me pasaron por la cabeza...

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