Nathan Drake ha sido contratado por un hombre peligroso para sabotear a Lara Croft.
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#1 Tomb Raid...
Los aventureros se adentraron entre las múltiples paredes del templo de Ayutthaya, siguiendo los movimientos del grupo de hombres que merodeaban en su interior. Entre ellos, para su sorpresa, se encontraba Abraham... vivo.
Lara, acompañada de Nathan, analizaba con atención cada movimiento del grupo. Siguieron a los hombres hasta que finalmente llegaron a un hotel. Allí, planearon interceptar a Abraham por sorpresa en su habitación.
Diarios de un desconocido
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NOCHES DE ARREPENTIMIENTO :4/4
Todo se ha salido de control.
Una pirámide brotó del suelo, revelando la grieta a todos los presentes... Al menos me aseguré de retrasar su descubrimiento mientras conseguía que Lara se apareciera por acá.
Ah... al final sé que no todo está perdido porque Lara sigue viva. Tengo que lograr que vuelva a mí. Y para eso... usaré la grieta.
Va a llegar a mí.
Junto con ese hombre que la acompaña.
Recuerdo haberlo visto antes, pero no estoy seguro de dónde fue... o incluso si realmente fue él a quien vi aquella vez que ya no recuerdo.
No puedo pensar con claridad ahora que los artefactos están en sus manos, pero de algo estoy seguro: Lara me seguirá. He dejado un rastro de bengalas por una de las salidas. Solo tengo que esperar.
-Abraham
Tras leer el escrito, Lara comprendió finalmente a quién pertenecían los diarios que habían encontrado en el camino hacia el Ojo de Oro y la Grieta de Cristal. El desconcierto la invadió. Además de descubrir que Abraham había logrado atraerla hacia él, los escritos exponían de forma casi desesperada que sus intereses eran mutuos.
Y lo más inquietante: aquella última entrada despertó en Lara una semilla de desconfianza una vez más. Antes de que ella o Nathan pudieran intercambiar palabra alguna sobre lo leído, Abraham entró en la habitación.
Ambos se ocultaron rápidamente entre las sombras, aprovechando la escasa iluminación de la cómoda. Se posicionaron en silencio, listos para cualquier movimiento.
Abraham entró con la misma serenidad que lo caracterizaba. Se quitó los guantes de cuero negro al llegar al escritorio junto a la ventana, y sonrió mientras corría las cortinas. Sabía que estaban allí. Lo sabía y le complacía.