Capítulo 11

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11.1 En la mirada de la catástrofe

Había olvidado lo sereno que eran los túneles subterráneos. Lo tranquila que solía sentirme durante la segunda mitad del tramo, sabiendo que todo estaría bien, porque usualmente no pasaba nada. Confiaba en poder lidiar con cualquier situación, en poder proteger a cualquiera de cualquiera. Sin embargo, cada vez más consciente de la escala de la destrucción y decadencia, una parte de mí acumulaba tensión.

Entendía cosas que Eleanor no, cosas que hacían remecer el subsuelo de mi consciencia. A medida que nos adentrábamos de nuevo en el vacío, equipadas con lo necesario para enfrentar la amenaza, me comenzaba a preguntar si ella desearía volver, sabiendo que, en definitiva, la ciudad no se recuperaría. Parecía algo irracional, una vez dedicaba reflexión a ello.

— Oye, Morrigan... ¿crees que las cosas sean diferentes en el filo? — susurró, sacándome de los pensamientos.

— ¿En qué sentido? Para mí ya eran muy diferentes antes de todo esto.

— ¿Por qué?

— Todo era diferente en el filo. No solo la situación socioeconómica. También lo eran las palabras, las miradas, el valor de las cosas. Ahí en el filo, cuando asomaba tras escoltar a una persona, nada tenía valor...

— Suena tan extraño que lo digas, a pesar de que las calles estaban prácticamente hechas de oro y plata en comparación al disco central. Pero, no lo dices en el sentido material, ¿cierto?

— Claro que no. Pero observé ciertas situaciones mientras estaba en el ejército. Cosas que me hablaron de la realidad oculta del filo. Y para cuando regresé de forma inesperada, sabía que, en realidad, nunca habría algo para mí en ese lugar.

— ¿Qué cosas, Mori? Si es que puedo preguntar...

— Uno de mis compañeros de escuadrón venía del filo. No había pocos de ellos ahí entre las filas, y sus habilidades no eran más impresionantes que las de los demás. Eran iguales a nosotros, excepto que, en el caso del filo, ellos podían visitar a sus familias. Cuando quisieran, básicamente.

— ¿Eh? ¿Y eso por qué?

— Porque así, prevenían que los hijos de los políticos y empresarios murieran acribillados en la guerra. Ese compañero que te digo, se llamaba Kaim. Para fortuna nuestra, el tipo sabía la razón por la que había entrado a la escuela, y posteriormente, al entrenamiento en armamento experimental.

Mientras hablaba de ello, podía notar que Eleanor estaba muy relajada. El ulular del viento comenzó a desaparecer a nuestras espaldas, y pronto, estaríamos en el laberinto.

— Kaim solía estar discutiendo con los superiores, y sabía que podía hacerlo. Hubo una sola ocasión en que visitó a su familia, y fue durante un periodo en que las cosas parecieron haberse calmado en el borde. Llevábamos un largo periodo de tiempo entre conflicto y conflicto, pero habíamos hecho lo nuestro.

— ¿Y por qué discutía tanto?

— Porque su familia intentaba sacarlo de ahí cada vez que se daba una eventualidad. Pero Kaim había entrado al ejército porque deseaba luchar de verdad por su país, decía que sentía que su familia eran sanguijuelas. No se llevaba bien con ellos.

— Entonces lo mío no es tan poco común...

— Tú eres mucho más humilde que Kaim. Él no se llevaba bien con su gente, pero tampoco se hacía tratar como menos.

— Pero yo tengo un departamento, y después de tanto andar en túneles me parece innecesariamente espacioso, de hecho. Pero tú me ayudarás a cambiar eso, ¿cierto? Por eso estamos en los túneles.

El Sueño de EleanorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora