Capítulo 10

5 1 0
                                    

10.1 Inversión para el mercado incógnito

Cuando finalmente nos separamos de la escuadra de Karsas, quien aprovechó de tomar otra línea para volver a su ruta, sentí el dolor que emana de las despedidas. No, no éramos las personas más cercanas, ni emotivas. Pero era la persona que se encargó de salvar mi vida, cuando yo ya había hecho lo que podía. Así que, a medida que la distancia se extendía y el vagón desaparecía, me aseguré de sintonizar la radio que nos había obsequiado.

— Eres parte de la escuadra, Morrigan. — dijo mientras me la pasaba, todavía cruzando por la línea a cielo abierto. — Puedes ponerte en contacto con nosotros cuando lo necesites.

— ¿Y no para preguntar qué tal el clima?

Se ve jodidamente arenoso, Miki. — declaró en la radio. — Sobrevive, un pequeño recordatorio. Ojalá vernos de nuevo.

La estación Paseo de Eurídice nos recibió con menos presencia de polvo, pero la misma soledad que consumía al resto de la ciudad. Agradecía no tener la compañía de las pesadillas, me bastaba con el fusil que llevaba colgando del brazo. En los muros, obras de arte que antaño iluminaban las mañanas de la gente yacían torturadas por signos de enfrentamiento. Balas, cortes irregulares y rastros de sangre seca eran la poca decoración del lugar.

Con frialdad, me explicaba lo serena que caminaba en semejante paisaje mediante la compañía de Eleanor y el hecho de que, posiblemente, las pesadillas habían terminado su trabajo en ese lugar. Salté la boletería, y la autora de mis pasiones inestables lo imitó bastante bien. Olvidaba que lo de que fuera una princesa era idea mía. Desde ahí en adelante, la estación poseía un par de pasajes relativamente extensos, pero que nos permitirían acceder a un paseo comercial antaño muy visitado.

— Estuviste genial ahí dentro, Mori...

— Tenía las motivaciones adecuadas, el resto de la escuadra también hizo un trabajo excelente. Aunque, la mía solía ser un poco más silenciosa.

— Supongo que sobrevivir es toda una motivación, ¿no?

— Osea, creo que eso es un instinto. Tampoco soy psicóloga, pero si sobrevivir es prácticamente tu trabajo, aprendes a motivarte con otras cosas.

— ¿Cómo cuáles? — me preguntó, arrojando esos ojos suyos en mi dirección. No me podía permitir mirarlos, aunque deseaba hacerlo. Primero prefería salir del metro, y hallar un lugar seguro.

— Proteger a mi equipo es una de las más importantes. Para mí, a pesar que no nos comportábamos como tal, eran una familia. Así que cuando las cosas se tornaban en nuestra contra, me mantenía en la zona pensando en ellos. Si perdía el control, las consecuencias serían irreparables.

— Pero no lo hiciste, ¡fue increíble! Estaba muerta de miedo, pero, la forma en que limpiaste ese vagón completo... Aunque, estaba preocupada también.

— Lo siento por exponerme, pero la otra opción era demasiado riesgosa. Para ti, para Karsas, para el escuadrón...

— ¿Y para ti no?

— ... sí, también. Pero, bueno, tendré un instinto de supervivencia bastante endurecido, porque el de preservación es mi punto débil.

— Entonces vamos a fortalecer eso, ¿de acuerdo?

Sus ojos lograron hallar los míos. La dulce miel me hacía sentir tranquila, incluso tras la escaramuza en el metro.

— Está bien, profesora Eleanor.

Su risita me hizo comprometer subconscientemente. No era fácil, porque usualmente no tenía muchas ataduras para justificar seguir andando. Pensaba que morir protegiendo a Vareek y a mi equipo valía la pena. Pero cuando el impulso onírico destruyó su cabeza, perdí gran parte de mi ambición. En parte, no me sorprendió que el resto de la escuadra se disolviera poco después.

El Sueño de EleanorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora