Capítulo 14

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14.1 Sobre huesos sin profanar

Tras haber acabado el asalto, nuestro camino volvió a ser de profunda calma. Aunque hablaba con Eleanor de cosas menos agravantes que lo relacionado a las pesadillas, seguía dudando del sentido de sus presencias en ese instante. Era un gran contingente, pero superando el límite, logramos ganar la batalla.

Sin embargo, ¿de dónde habían llegado? Aunque antes hubiéramos pasado por distintas secciones con múltiples otras rutas, en ningún momento sentí el sonido desagradable que emitían. Pero cuando nos encontraron, fue tras un largo tiempo en un túnel recto. Era como si hubieran sabido de antes que entraríamos ahí.

No pude evitar sentirme observada. Mi intuición no paraba de golpearme en la nuca con la idea. De todas formas, pensaba en esos momentos que no tenía sentido divagar en ello. No había evidencia lógica que justificara mis preocupaciones.

La ruta finalmente se vio iluminada por luz natural. Eleanor se veía un tanto maravillada por el espectáculo, pero yo sabía que algo estaba muy mal. El acueducto no tenía luz natural, seguía estando a kilómetros bajo la superficie. Y porque era la primera vez que lo observaba al desnudo.

— ¡Ay madre del cielo, ¿cómo es que esto pasó oculto todo este tiempo?! — preguntó Eleanor con profunda emoción. Su silueta se veía diminuta ante la estructura que había frente a nosotras.

— Porque esto no era así la última vez que vine. — le respondí. — Algo arrancó prácticamente toda la tierra que rodeaba a la estructura...

Los acueductos solían ser prácticamente una extensión de las minas, pero dada la sabiduría que tenían algunas de las personas que escolté en tiempos de honradez, vine a entender que no era algo producido por abrir la tierra. Debía haberse visto enterrado hace mucho tiempo, y los mineros lo habrían descubierto por accidente, decidiendo sacarle provecho y ocuparlo. Pero estaba segura que ninguno de esos mineros había visto lo que tenía frente a mis ojos.

— Eleanor, dame tu mano. Este lugar... podría no ser lo más estable del mundo. — le respondí.

Me es difícil describir lo que en esencia me parecía un paisaje imposible. Observaba con profunda calma, porque no era la primera vez que veía algo tan sobrecogedor. Pero no solo me causaba impresión, sino que también miedo. Un miedo tan furtivo, inexplicable, que casi no me pude percatar.

Apenas puse un pie sobre la estructura, sentí escalofríos. Miré nuevamente lo pequeñas que éramos ante la masiva estructura, ante su propósito más distante que la edad de todos nuestros ancestros, y pensé en volver atrás.

El horror de Stygia no debe repetirse.

Pero contuve mis miedos irracionales, y caminé sobre el esqueleto. Bajo nuestros pies había un vacío de aspecto infinito, y a causa de las pequeñas grietas que podíamos observar en la corteza, la luz bañaba de forma antinatural todo el lugar. En esencia, lo que me hacía no entender la situación, era el hecho de que la ciudad no se había venido abajo. Si las pequeñas entradas de luz eran las masivas grietas que pintaban la superficie, ¿cómo es que no estaban todos los edificios del filo ahí abajo? En el abismo.

A medida que caminábamos sobre el misterio, me percataba de que había algo inusual en la forma en que la estructura reaccionaba a la luz. Asumía que los años que estuvo en las profundidades de la tierra le habrían afectado de alguna manera, por lo que lo tomaba como un detalle curioso y nada más. Lo demás me seguía afectando de sobremanera, más que la oscuridad que aguardaba al mirar abajo.

— Morrigan, tranquila... — dijo Eleanor.

— Lo siento. Usualmente esto no me alteraría, pero, hay algo en este lugar que simplemente me saca de... mi centro.

El Sueño de EleanorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora