Capítulo 8.

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Simplemente me senté al lado de Valentín sin decir nada, dando a entender que no pensaba moverme de ahí.

Me crucé de brazos y lo miré a Dani.

—¿Te vas a volver a ir o vas a dejar de ser un hijo de puta? —Levanté una ceja interrogante esperando su respuesta.

Él suspiró y negó con la cabeza.

No hagas esto.

—Tenemos un pacto, si ayudar al otro va a hacer que tengamos problemas directamente no lo ayudamos —me explicó antes de dar media vuelta y empezar a caminar.

—Pero... Dani. —Hice un puchero rogándole que se quede.

—Perdón, pero son mambos suyos. —Se encogió de hombros sin dejar de caminar.

Definitivamente no los entiendo.

—Chau, la concha de tu madre —susurre enojada.

Escuché como Valentín soltó un quejido y de a poco fue abriendo los ojos.

Lo miré feliz.

—¡Estas vivo! —festeje con una sonrisa —. Pense que no la contabas —hablé con humor... ponele.

Valentín me escaneo con sus orbes celestes.

Se detuvo en mis ojos pensando en lo que me quería decir.

—Te tendrías que haber tomado el palo como él —soltó con la voz un poco rasposa.

Después de que lo cuide y me cague de frío por su culpa, eso es lo primero que me dice.

—Con un gracias alcanzaba. —Rodé los ojos y le alcancé una botella de agua.

—No entendes... —Negó con la cabeza y con cuidado tomó unos tragos de agua.

—¿Qué te paso? —Quiero saber todo. Después de sufrir tanto mínimo me merezco saber porqué pija esta así.

—Nada. —Cerró la botella y la dejó en el piso.

Lo miré con cara de culo.

—¿Posta? ¿a vos esto te parece nada? — pregunté irritada.

—Nadie te pidió que me ayudes ——aclaró antes de seguir —. Mis problemas no te incumben —finalizó.

Negué con una sonrisa socarrona, casi al instante me mordí el labio intentando ocultarla.

Intento ocultar que esto me afecta.

Intento ocultar las ganas que tengo de llorar de la bronca.

Intento esconder que estoy desesperada. Por más que me haga la fuerte y parezca la más pijuda tengo miedo, me cago de miedo y me siento solam desde que mis viejos se fueron no me pude encontrar, lo único que me mantiene viva es pensar en ellos diciéndome que lo haga y que si me suicido estarían decepcionados de mi, porque no alcancé la victoria y me rendí.

Victoria... que nombre más choto.

Exhale aire y volví a mirar a Valentín.

¿Para qué me esfuerzo en ayudar a las personas si nunca me agradecen?

¿Para qué doy todo de mi si después cuando yo estoy en las malas todos desaparecen?

Intentó dar lo mejor de mi siempre con las esperanzas de que el karma o algo me lo devuelva, pero nunca lo hace.

—Sos re choto amigo. —Me levanté para irme.

Hice unos metros y el viento me recordó que él tenía mi campera. Apreté mis puños enojada, di media vuelta y volví para quitársela con orgullo.

Me la puse y otra vez me fui, para esta vez no volver y no mirar atrás.

No me voy a gastar en un pibe como este.

En primer lugar lo tendría que haber dejado tirado en el piso a su suerte. Que se salvé él si tanto no me incumbe.

Ni sus amigos lo hubieran ayudado.

Escuché a Valentín llamarme una vez pero lo ignoré. Varías fueron las veces que escuché mi nombre salir de su boca con pocas fuerzas.

No le di bola hasta que sentí su mano agarrando mi muñeca.

Volví a morderme el labio con cierta rabia y lo encaré.

—¿Qué? ——pregunté irritada. Trataba de parecer lo más indiferente posible. Intentado que no se note la preocupación que sentía por verlo levantado en esas condiciones.

—Gracias —susurró.

Algo me golpeó el pecho.

Algo más fuerte que yo pasó por mi cabeza.

Lo miré con las cejas levantadas.

Voy a ignorar la sensación cálida que recorrió mi cuerpo al escuchar esa palabra.

—¿Me seguiste solamente para decirme eso? —ya que estoy voy a intentar sacarle un poco más de ifo. Soy muy molesta, ya se.

—Eh... —dudó un poco —. Si —sentenció.

—Ah, mira vos. —Bajé mi vista a sus manos, tenía la bolsa y mi mochila, no evité quitárselas con preocupación —. Sos re estupido. —Él al escuchar eso sonrió.

—Gracias —volvió a repetir más seguro.

Basta.

—Con un gracias no alcanza. —Agarré su brazo y lo puse arriba de mi hombro para ayudarlo a caminar.

—Si, ya sé. —Me miró con una chispa de felicidad en sus ojos —. Nunca nadie se preocupó por mí. —Apartó la mirada con una sonrisita.

Mis viejos se preocupaban por mi, pero ya no están para seguir haciéndolo.

—Siempre hay una primera vez.

¿Qué boludes acabo de decir?.

—Espero que esta sea la última —susurró.

La última primera vez, ah ok.

Compañeros de Calle; Wos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora