I. Mundo de piedra

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Nota: La siguiente historia contiene escenas que para algunos pueden generar disconformidad. Por favor, leer bajo su propio criterio. Muchas gracias por la atención, y no siendo más; espero que sea de su total agrado. Besos y abrazos desde la distancia.

MANDY

¿Qué puede lograr en la vida una mujer que no posee estudios ni mucho menos cuenta con la experiencia laboral necesaria para buscar empleo en una buena empresa?  Quizás muchas logren tener buena suerte y hallar un buen empleo, dónde le brindan tan anhelada oportunidad de salir adelante.

En mi caso, cada oportunidad se ha ido por un barranco al instante que se dan cuenta que no poseo las capacidades suficientes para el puesto de trabajo. El correr de los años me ha hecho dar cuenta cuan importante es una carrera universitaria para la vida del ser humano. Las posibilidades de seguir en un mundo de mierda crecen con cada portazo invisible que me dan en el rostro. Ya perdí la cuenta, de las veces que he salido en búsqueda de un buen trabajo y tener la posibilidad de dejar una vez por todas la vida salvaje y silenciosa de la noche.

Suspiro resignada mientras veo como pasan los segundos en el reloj. Una noche más, un día más, un mes más y un año más dónde sigo siendo presa de mis malas decisiones. Mirando distraídamente por la ventana del pequeño cuarto donde vivo, me doy cuenta que así moriré; sin ninguna oportunidad de ser la mujer que soñé de pequeña. Si mi madre siguiera con vida, no sé cómo seria mi vida en el ahora, quizás hubiese sido algo diferente o tan solo sería una presa más de nuestro destino.

— ¿Ya estás lista? El jefe no quiere errores está noche — asiento dándole una mirada rápida a mi hermano.

— ¿Cuándo no he estado lista, Leo? — sonríe ladeado y coloco un par de guantes negros cubriendo mis manos —. No soy de cometer errores y lo sabes.

— Bueno, has estado muy perdida en las mañanas buscando trabajo, creí que ya te habías cansado de esta vida.

— ¿Tu no lo estás? ¿Te gusta vivir en este basurero de mierda? — se me quedó viendo en completo silencio —. Yo sí, y no encuentro la hora de poder salir de este roto de una vez por todas.

— Dre no te dejará ir tan fácil — asegura y negué.

— Dre no es nadie para detenerme. Si se me da la oportunidad, así se la más mínima; no dudaré ni un segundo para irme de aquí, Leonardo.

— Está conversación no va para ningún lado, mejor vámonos; los demás nos esperan — asiento, mi hermano mayor parece estar en deuda con un hombre que nos salvó de la calle para meternos en mundo de mierda.

No sé porque está tan aferrado a otorgar lealtad a un hombre que puede vender el alma de su madre muerta al diablo.

Salimos en silencio hacia la bodega que se encuentra a un par de calles de nuestro hogar, si es que se le puede llamar así a una sucia ratonera. Al llegar, los chicos ya se encuentran allí, como todas las noches en las que la durmiente noche revive con fuerza.

— Cada uno ya sabe su trabajo, ¿no es así? — todos asentimos con la cabeza —. Perfecto, saben que no me gusta repetir las cosas. Bien, ahora, saldrán en dos grupos. Les voy a pedir encarecidamente que no dejen ningún tipo de rastro, quiero todo limpio en cuanto acaben.

— Sí, señor — contestamos al unisono.

Dre es el jefe de la más poderosa banda criminal de Filadelfia. En su mundo solo puede haber un solo camino, y es seguir cada una de sus reglas sin protesta. La traición es el puñal más grande que él nunca va a tolerar en su vida. El hombre es atractivo y puede tener a cualquier mujer a sus pies, sin embargo se empeña en seguir tras de mí.

— Tú te quedas — me miró fijamente y asentí sin rechistar.

El resto de los chicos se fueron en los autos hacia las cocinas subterráneas de Dre y otros a cumplir el trabajo designado.

— ¿Vas a seguir haciéndote la difícil conmigo? — sus ojos cafés no muestran ninguna emoción —. Sabes que te haría mi reina si así me lo pidieras, mamacita.

Sonreí ladeado sin dejar de mirarlo.

— ¿No te han dicho lo peligroso que es decirle esas palabras a una mujer? — la torcida sonrisa que mostró no me agrada para nada —. Además, que no sería justo con todas esas mujeres bellas, que escojas a una simple mujer como yo para que sea tu reina.

— ¿Estás celosa de mis mujeres? — se acercó y reí —. Ya sabía yo que dentro de ese corazoncito estaba metido.

— No me hagas reír, Dre — sonrió y por alguna razón esa sonrisa me generó algún tipo de cosquilleo en mi estómago —. Ahí nunca estarás, solo porque me digas que me harás tu reina.

— Bueno, quizás no en tu corazón pero si puedo meterme en otros lugares — nunca se había atrevido a ir tan lejos como hoy. Su cercanía me desestabiliza un poco.

— ¿Quieres dejar las estúpidas bromas para otro día? Ahora bien, ¿para qué me has hecho quedar? ¿Qué es lo que tengo que hacer? — se me quedó viendo y sonrió malicioso.

— Tenemos que hacer, mi reina. Nuestro trabajo es muy sencillo. Bueno, más que todo el tuyo.

— Habla y no le des tanta vuelta al asunto, ¿a quien debo pasar a mejor vida? — sonrió.

— Me gustas cuando sacas tu lado más perverso. Cómo me gustaría saber si en la cama eres igual.

— Te quedarás con las ganas de saberlo, Dre — sonreí y me hizo entrega de una tableta.

— Ese es el muñequito que debes cocer — asentí viendo a un hombre mayor iluminando la pantalla —. Te daré el mejor de los tratos si me traes su cabeza en dos días.

— Hecho, pero ya sabes en dónde puedes meterte tu dichoso trato.

— Entre más brava más me gustas, mi reina — envolvió su gran mano en mi nuca y me haló hacia sí —.  Enciendes el fuego de cualquier hombre con solo una mirada llena de veneno.

— Ahora eres poeta — rozó nuestros labios y de nuevo apareció el cosquilleo junto a un calor soportable —. De razón las traes a tus pies, jefecito.

— Mejor dime; papi, mi amor o mi vida — susurró lamiendo mis labios —. Tarde que temprano te haré mi mujer, mi reina.

— ¿Cuántas pepas te has metido? — aprovecha que he hablado para meter su lengua en mi boca y besarme apasionadamente. Sus labios son suaves y saben muy bien.

— Ninguna, por ahora. Pero sería una ricura ponerlas en tu cuerpo y probarlas con tu sabor — mordió mi labio inferior y solté un quejido —. Sí, mi reina, así mismo te voy a escuchar cuando estés pidiendo por más.

— Déjale los sueños a los niños, tu ya estás muy viejo para eso — me solté de su agarre y frunció el ceño —. Me pondré manos a la obra. Adiós.

Giré y salí de la bodega dejándolo con una expresión de molestia en el rostro. Al parecer no le ha gustado mi comentario. Un muerto más y mi conciencia empieza a pesarme por todo lo que he hecho durante cinco años que he trabajado para Dre.

En lugar de ir a la ratonera que tengo como casa, me desvío al club nocturno; nada mejor que ponerme a volar antes de seguir manchando mis manos, y que este mundo de piedra siga consumiendo mi sucia alma.

Las calles como siempre de frías, y sin embargo el calor se va apoderando de mi sangre. De lejos veo a Mario quien aspira profundamente de la poderosa química. Sonríe, más no dice nada  El diablo se atraviesa como puñales por mis huesos. Mis labios resecos empiezan a ser mojados pausadamente por mi lengua. Al llegar a él; estira la bolsa a mi dirección y con una sola aspirada mi nariz queda cubierta por la blanca cristalina. El veneno está en mi cuerpo mientras siento como la sangre arde en cada una de mis venas y mi corazón empieza a martillar como loco dentro de mi pecho. El duro viaje que se avecina me recuerda que la coca es uno de mis más grandes tropiezos en mi lucha de salir del infierno.

Peligrosa Atracción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora