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MANDY

Me senté a pensar en medio del jardín con la mirada borrosa debido a las gruesas lagrimas que caen de mis ojos, y las gotas espesas y pesadas de la lluvia que mojan mi cuerpo. No hace mucho que discutí con Ariadna y me descontrolé un poco al decirle cosas muy hirientes y ella optó por herirme igual, Tras irse con la niña a casa de la Sra. Adele, me dejó muy en claro que eso era lo que estaba buscando; quedarme sola. Sé que no estoy sola, pero en toda esta situación la cual estoy viviendo, sí.

Nadie más se pondrá en mi lugar, de eso estoy muy segura. Estaba muy feliz, por más que el encierro me frustrara, me sentía muy bien. El abogado tuvo que soltar la cuerda para hacerme caer de nuevo en mi realidad. No puedo simplemente pasar como si nada por no sé cuántos años más de todo esto. Andrew no lo merece, Ariadna tampoco y mi pequeña sobrina no debe porque enterarse de lo que soy. Tengo la cabeza martillando en el corazón, el corazón quebrándose en mi pecho y el pecho siendo testigo de esta gran opresión que no me deja respirar.

El sol no salió iluminando, solo disipó un poco la nubosidad de la tormenta, para luego, esta misma, arremeter con fuerza en mi pequeño espacio de felicidad. No puedo pretender acabar la vida de otros por mis actos del pasado, sabia perfectamente de lo bueno y de lo malo. Fue mi decisión tomar el único camino que me brindó facilidad y relajación. Soy la única culpable de mis actos, no ellos. No voy a permitir que yo misma sea el acabose para personas tan de buen corazón.

Lo que me faltaba para completar el puto día de mierda que he tenido. Ver el menor de los hermanos Santana, hace que mi mente viva lo que esos malditos hicieron conmigo aquel día. Me repugna saber que aun queda alguien de ellos en este maldito mundo, aunque también sé que Charles es muy diferente a ellos.

—¿Ustedes se conocen? — preguntó Andrew tras el denso silencio. Todo me imaginé, menos que Charles se fuera aparecer aquí —. Van a hablar o solo se verán como si se fueran a matar.

—Saca a este bastardo de mi vista, Andrew — no soporto tener ese maldito muy cerca de mí, su parecido físico con Mario me altera bastante —. Solo está provocando a querer llevarlo de visita a sus hermanos.

—¡Pero que violencia! Los años te han vuelto más severa y controladora — dio pasos largos hasta quedar junto a Andrew —. Me importa una mierda lo que le has hecho a ellos, ya sabes — se encogió de hombros —, para mí no eran nadie en mi vida. Además que grandes motivos te debieron de haber dado.

—Igual llevas esa asquerosa sangre por tus venas — Charles es el menor de los hermanos Santana, y nunca tuvo buena relación con Dre y Mario —. Es que con solo verte el maldito rostro me dan nauseas.

—Ni la sangre ni el rostro me lo puedo cambiar, Mandy — resoplé con fuerza —. Deja el estúpido odio atrás, sabes perfectamente que no soy igual a ellos, y a decir verdad, vine a conocer la chica misteriosa de mi amigo; solo que no esperé que entre tantas Mandy, fueras tu. El mundo es un pañuelo, ¿no crees?.

—Aún estoy aquí y no han respondido a mi pregunta — Andrew me cubrió con su gaban sin importar que se mojara —. Volvamos adentro. Te vas a enfermar si sigues mojándote todos los días.

—Depende el tipo de mojadas — fulminé a Charles y rió dando la vuelta para entrar a casa. Sigue siendo el mismo hablador de años atrás —. Los esperaré en la sala mientras hablan. ¿Tienes algo de comer? Espero que sí.

—No sabia que se conocían, igual debí suponerlo cuando Mario lo obligó a eliminar los videos e infiltrarse en la red — me acordé sin prestar atención a mis palabras —. Que irónica es la vida.

—¿Fue el quien burló mi sistema de seguridad? — asentí, y rió irónico —. Tanto tiempo buscando el culpable y siempre estuvo en mis narices.

—No es su culpa, Andrew — se me quedó viendo más confundido de lo que por sí ya está —. Estaba amenazado, y en ese entonces era títere de esos bastardos. Mejor no hablemos de los muertos.

Entramos a la casa y me acompañó a la habitación para ayudarme. Estando detrás de mí después de secar mi cabello, deslizó la yema de los dedos en mi cuello. Me he vuelto demasiado sensible a su delicado y tierno toque.

—Tengo algo para ti — depositó un suave beso en mi hombro desnudo haciendo a un lado mi cabello —. Espero te guste.

El frio colgante que colocó alrededor de mi cuello, me erizó por completo. Dos hermosos corazones entrelazados uno al otro me hizo desarmar el mío. No es por el colgante, es el hecho de que tome su tiempo para comprarme algo como esto. Mis ojos se llenaron de lágrimas instantáneamente. Andrew me derrite con cada presente que me hace. Sabe cómo destruir esa coraza con tan solo unas palabras, un beso, un toque o un pequeño pero tierno detalle de su parte.

—No debiste...

—Se supone que el colgante era para después, pero dado el caso que lo otro está abajo, decidí dártelo de una vez — soltó mi cabello y me rodeó con sus brazos desde atrás—. Te ves muy hermosa hoy, pero no me gusta y me duele verte llorar. Sé que es difícil por lo que estas pasando, aun así, debes dejar de matar tu cabecita. Todo va a estar bien, te lo prometo, ¿sí? Ahora cambia esa carita triste y dame esa sonrisa malvada que me vuelve loco.

—Si no es porque Charles está allá abajo, no saldríamos de aquí — nos quedamos viendo por el espejo —. No nos vemos tan mal estando juntos. Eres muy atractivo, mi amor. ¿Eres un ángel o qué?.

—Soy un hombre del común que se obsesionó con una mujer en una noche — sonrió nervioso, y me giré para robar esos labios tan adictivos—. Además, que me volvería loco una vez más por ti — me giró y volvimos a callar —. ¿Te imaginas un hijo nuestro con el color de tus ojos? Sería muy hermoso.

Al escuchar la palabra hijo, quedé fría. Definitivamente he decidido no traer hijos al mundo. Soy una mujer que presenta cambios de ánimo con frecuencia, además de estar sentenciada a pasar muchos años en la cárcel. No supe que decir ni que hacer, mas, sin embargo, Andrew no insistió en el tema. Sus ojos se perdieron a otro lugar mientras me separé y me coloqué un pantalón corto negro y un buzo de punto de color blanco. Andrew se adelantó a bajar ya que el idiota de Charles le llamó.

—Que idiota — murmuré calzándome unos tenis —. La cagas, Mandy, siempre la cagas...

—No puedo creer que Mandy te haya violado, Andy — escuché reír a Charles tras ir bajando las escaleras —. Mierda, es que todo cobra sentido. ¿Quién no se obsesiona con tremenda hembra y más al ser virgen? Bueno, tu, no ella.

—Quieres callarte, te puede escuchar.

—Me emociona el hecho de que te la hayas cazado y derretido ese malvado corazón, si es que tiene uno esa mujer.

Me importa poco lo que diga Charles, mi mente está procesando lo de que Andrew era virgen. No puede ser, no cuando me dio tan grande placer. Aunque la mayor razón sea la droga, aún recuerdo el cómo me aprisionó entre sus brazos.

—Lo tiene...

—Muy en el fondo, y ese solo lo ves tu.

—Hablas demasiada mierda, Charles — me acerqué a la isla de la cocina, y Andrew se puso nervioso —. ¿Es cierto eso de que eras virgen, Andrew? — palideció en una fracción de segundo.

La puerta fue abierta abruptamente y reaccioné tomando el arma que guardé en el primer cajón de la cocina. El abogado quedó pálido tras el ver el cañón apuntando firmemente a su cabeza. El primero en reaccionar fue Charles.

—¿De dónde has sacado eso, Mandy? — cuestionó Andrew—. Estas loca, si te llegan a ver con eso, seguro te llevan.

—Es por seguridad, nada más. Además, que la Sra. Adele me devolvió mi arma hace unos días — Charles me la devolvió y la volví a guardarla en el mismo lugar —. Es mi bebé, y no se sabe cuándo puedan aparecer enemigos.

—Espero que esto no se vuelva a repetir, Mandy — advirtió Andrew —. Dámela.

—No te la daré...

—Bueno, no peleen — cortó el abogado —. Debí haber tocado la puerta y no entrar tan repentinamente. Tengo una noticia muy importante que decirles; salió el fallo de tu sentencia, Mandy. 

Peligrosa Atracción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora