XVII. Laberinto

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-¿Quién es usted y que hace en mi casa? ¿Cómo entró? - traté de levantarme pero su mano me apretó fuerte por el hombro, obligándome a manteneme de rodillas en el suelo. Colocó el pie sobre mis piernas y presionó fuerte, agachándose un poco hacia mí.

¿Quién es este hombre? Me cuestioné, tragando saliva. El puño de hace un momento me sacó todo el aire. ¿Será el hombre que Mandy me ha dicho que trabajaba con ella? Pero, ¿por qué ha dicho esas cosas?.

-Tengo pocos modales, Andy Andy - la única que me dice así es mi madre -. Soy Dre, el esposo de Mandy. ¿La recuerdas? -. se me quedó viendo con una sonrisa en los labios. El corazón se me aceleró hasta el punto de paralizarse por completo. ¿Desde cuándo está casada y por qué no me lo había dicho? -. Has memoria, ella es rubia, curvas de infarto, ojos preciosos, boquita de caramelo y, un trasero que dan ganas de comer a mordiscos cada instante del día...

-Sí, sé quién es - murmuré ante la descripción que dio de ella. Mandy me ha mentido, ella solo estaba huyendo de este hombre y ahora, me he metido en problemas por imbécil.

Traté de ser buena persona y ayudarla pero es imposible confiar en alguien que no es del todo sincera.

-Sí, esa misma que te cogiste - sonrió de lado y apretó mi hombro -. He pensado mucho en que debo hacer contigo, con tu mamita, con Ariadna y con Mandycita; cada uno de ustedes me han pelado los huevos. En especial, tú.

Llevó una mano por detrás de su pantalón y me eché hacia atrás al ver que sacó un arma de fuego. Sonrió malicioso, y colocó el cañón en mi cabeza.

-No sé sí volarte está cabeza o la otra - rió ligeramente -. Y, por más que quiera asesinarte, no lo haré. Mereces tener un trato diferenciado por haber tenido una noche exclusiva con mi mujercita. ¿Qué opinará tu mamita al saber que has ayudado a una asesina drogadicta? ¿Está de acuerdo con todo el circo de mierda que has montado para incubrirla. ¿Sabes? Ella nunca cambiará la vida loca y salvaje, por un putito informático que no sirve como hombre.

El inesperado golpe que me dio con el arma en la cabeza, no me lo esperaba. Caí de lado en el suelo, y el dolor se expandió por toda la zona impactada. Dos hombres entraron y me sacaron a rastras con ellos, subiéndome a una camioneta negra donde Ariadna se encontraba amarrada de brazos y piernas.

Me tiraron como un costal de papas en el interior del auto y cerraron la puerta con fuerza. Rápidamente me acerqué a ella quitándole la soga que cubría su boca.

-Ariadna, ¿estás bien? - asintió con la cabeza. Le ayudé a incorporarse, y solté sus piernas -. No comprendo lo que está pasando.

- El fue quien mato a Leo, Andrew... sabes lo que significa, ¿verdad? - asentí sin saber en lo que en realidad me había metido de cabeza y sin pensar -. Él nos va matar y a desaparecer, Andrew. Mi bebé...

Su desesperado llanto solo me provocó mucho más miedo del que por sí ya tengo.

-Tranquila, hallaremos la manera de escapar - soltó un risa irónica.

-Ese desgraciado es el diablo, Andrew. Está demasiado obsesionando con Mandy y ahora que se ha enterado que ustedes han tenido algo; hay que temer a lo que sea que esté pensando en hacernos a todos. Él va arrasar con todo a su paso, sin importar llevarse a personas que no tienen nada que ver con el asunto en cuestión. No conoce de límites, cuando algo se cruza en su camino, no descansará hasta sacarlo de el.

Me quedé en silencio pues las palabras no me salieron de la boca. Yo soy un hombre muy diferente, uno que se ha dedicado a sacar una carrera y una vida ejemplar; no un delicuente o un asesino como lo es ese hombre y la misma Mandy. Ahora me estoy arrepintiendo en haberle ayudado. Me he ganado un pase directo al cementerio de huesos de un loco. Fueron varias horas en las que estuvimos en ese espacio tan reducido mientras el auto en ningún momento se detuvo, solo, supongo yo, a dónde nos han traído. Los mismo dos hombres nos bajaron del auto y nos adentraron a una casa abandonada. El olor era horrible, la putrefacción se percibía a cientos de metros. Ariadna se alteró de inmediato.

-No, aquí no. Andrew, ¿qué vamos a hacer? - su rostro se puso sumamente pálido, pareciese que sue fuera a desmayar.

- Cálmate - susurré y negó varias veces con la cabeza. Las lágrimas salieron sin premeditat de sus ojos -. Eso no le hace bien a tu bebé.

- Estamos en el maldito deshuesadero humano de Dre, Andrew. De aquí solo hay una forma de salir... - palidecí en segundos.

No hay necesidad de ser malo para no entender las palabras de Ariadna. Sé perfectamente lo que quiso decir. Nos llevaron por un camino estrecho. Las paredes parecieran hablar entre lamentos, gritos y dolor. Al llegar al fondo del pasillo, nos llevaron por caminos diferentes. No la quería dejar sola, Ariadna se ve sumamente asustada y sería un mentiroso al decir que yo tampoco lo estoy.

- Bienvenido a tu nueva casa - dijo el hombre, lanzándome contra una cama hecha de cemento -. Disfruta tu estadía Mira que te han dado la habitación vip, exclusiva para hombres como tú.

Me escupió en el rostro antes de salir y dejarme encerrado con llave en el reducido cuarto. El olor a podrido era mucho más fuerte en este punto de la casa. Una caneca azul me llamó la atención. Sin embargo, no fui capaz de ir a ver qué había en el interior de la misma. Me quedé ahí sin saber que hacer. Todo se me ha salido de control y no tengo la clave para poder salir de este laberinto en el cual me trajo una atracción momentánea. Un fuerte grito hizo que cada uno de mis huesos se salieran de su lugar, pues estoy seguro que ha sido Ariadna quien ha gritado pidiendo ayuda.

Peligrosa Atracción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora