Tan rápido en el tiempo congelado

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—¿Qué es lo que tengo que hacer? — desaté sus muñecas y piernas de las sogas que se aferraban a su cuerpo—. Aunque no esté de acuerdo con lo que estás haciendo, supongo que no tengo de otra.

—Y no la tiene, en verdad lamento mucho todo esto — la ayudé a poner en pie y a caminar hasta sacarla fuera de la bodega por la puerta trasera —. Escuche lo que escuche, no entre. ¿Entiende, Sra. Adele?.

—Estas haciendo muy mal, deja que las autoridades se hagan cargo de ellos, Mandy — tomó suavemente mi mano.

—Ellos son la ley, y en la ley de las calles esta es la única manera de hacer pagar a los malos — sonreí y me dejó ir el brazo —.  Así son las reglas, prometo buscar a Andrew en cuanto salgamos de aquí — dejé en sus manos las llaves del auto de Dre, antes de atarlo, las tomé prestadas —. Si algo sale mal, váyase y no mire atrás por nada del mundo. Vaya con un oficial y pídale que la lleve a la tercera casa de pique en las bodegas abandonadas, ellos saben dónde se encuentran. Estoy segura que allá está Ariadna y Andrew.

—¿Qué pasará contigo?.

—Yo me sé cuidar, por mí no debe de preocuparse. Ahora haga lo que le pido, ¿sí? — asintió varias veces y sonreí antes de volver a entrar a la bodega.

Me quedé viendo a Dre y encendí el cigarro de marihuana en la espera de la entrada de Mario. Mis dedos pican por tener la piel de esos dos malditos debajo de ellos. Inhalar no es lo mismo que fumar, y en verdad, que el polvo mágico es mucho más útil y efectivo que la marihuana. Aunque me gusta fumarla y combinarla con la coca ya que son la apoteósica combinación de la perfección, no quita lo malo que es para la salud.

Varios minutos después, entró Mario azotando la puerta de la bodega. Apuntó su calibre treinta y ocho a mi cabeza, mientras con la cuarentena y cinco acaricié el rostro de Dre.

—Te estábamos esperando — lo miré de reojo y lo vi tensar la mandíbula —. Creí que te gustaría jugar como hace un rato, pero esta vez incluyendo a uno más.

—No seas estúpida, Mandy — reí soltando la colilla del cigarro al suelo —. Por lo menos piensa antes de actuar.

—¿Ah, sí? — levanté la cabeza de Dre y la misma cayó hacia atrás —. Por lo menos si me muero hoy, puedo dar la plena constancia que me los cargaré conmigo. Sabes que ustedes saldrán con las patitas hacia adelante y también sabes que nunca me equivoco, Mario — su mirada echó fuego más no dijo nada —. Sabes que tengo palabra, y la mía a diferencia de la ustedes, sí es una sola.

—Un solo movimiento y te vuelo la cabeza — sonreí dando un lento paso hacia él —. Estoy hablando en serio, quédate quieta ahí donde está.

—Tu postura de miliciano no me asusta — caminé muy lentamente con los brazos hacia atrás —. Estoy muy drogada y no pienso con claridad lo que hago. Supongo que necesito quien me baje la calentada que me ha dado.

—Cállate, estúpida de mierda — mordí mis labios y deslicé un cuchillo del cubrimiento de la sábana —. Sí te mato le hago un favor al idiota de mi hermano.

Quitó el seguro del arma y sonreí dando la vuelta al tiempo que lancé el cuchillo a su pierna. La sólida bala apenas si me rozó el hombro izquierdo, sonreí y descargué el arma en su pierna. Dos malditas balas era con lo que estaba cargada, y aún así, le di justo en el muslo. Al caer al suelo, me puse en pie y caminé hacia él.

—Seré rápida, así como lo has sido tú — tiré una patada a su arma y me subí sobre él, presionando mis piernas en sus brazos para dejarlo inmóvil —. Ni me sentirás.

—Te voy a matar, maldita perra — rechinó los dientes.

—Oh, creo que has fallado, mi amigo — caí con todo el peso sobre su cuerpo —. Ni cosquillas me has hecho.

Mi hombro ardía, solo un poco, debido al roce, pero es un dolor muy soportable. Saqué el otro cuchillo de entre la sábana como pude, y entre el forcejeo de Mario, tratando de liberarse, no me quedó de otra que enterrar el cuchillo en su pecho. Quería hacerlo sufrir muy lentamente, pero la rapidez es crucial en este momento. Una muerte lenta o rápida es lo mismo; sea como sea, terminaría muerto. Llevó la mano a su pecho e hizo presión en la cacha del cuchillo, con los ojos muy abiertos y perdiendo el color de su piel. La sangre empezó a mancharme y con una de mis manos estrujé en círculos el cuchillo dentro de su corazón. Sus quejidos son tan silenciosos, que amo la manera en la que muere. Tan rápido en el tiempo congelado.

—¡Mario! ¡Has matado a mi hermano, zorra! — sonreí.

—Has despertado justo a tiempo, papi — giré el rostro y su mirada furiosa se clavó en mí —. He saldado la primera cuenta contigo. Por lo menos te di el privilegio de ver a tu hermano una última vez, así sea muriéndose — me levanté del cuerpo inerte de Mario y caminé hacia Dre, limpiando mis manos con la misma sábana —. ¿Adivina quien sigue, bomboncito? — sonreí ladeado —. A ti te tengo lo mejor de mí, y aunque me gustaría ser un poco más lenta, mis manos se han acostumbrado a trabajar rápido. Sin embargo, tendrás la dicha de tenerlas pasando por tu asquerosa piel. Así que te sugiero; que te relajes y disfrutes de la atención que te voy a brindar, cabrón.

Peligrosa Atracción[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora