IV

235 25 29
                                    

Es treinta uno de diciembre, hay música por todas partes, que incluso los bares más pequeños están abarrotados de gente. La música de la temporada suena como un dulce que invita a las parejas a bailar. En pocas horas será año nuevo. Bucky está casi llevando a rastras a Steve a uno de esos bares. Quizá no a rastras, pero le costó casi toda la semana después de navidad conversarlo para salir.

-Sigo pensado que es mejor pasarlo como en navidad, en familia.

Bucky rueda los ojos, y ve a Steve acomodando su abrigo que es como dos tallas más grande para aquel cuerpo delgado. No se pierde tampoco el momento cuando su amigo se aparta un mechón de cabello rubio de su frente. Algo que hace cuando esta nervioso.

—Esta escusa es nueva, siempre decías que eras menor de edad.

—Y lo soy —Steve dice con firmeza.

—Son solo escusas tuyas -Bucky se encoge de hombros, levantado sus manos, tiene puesto unos guantes oscuros, regalo de su madre la semana pasada. Ayuda con el frio helado de la ciudad.

—No son escusas.

Bucky suspira, Steve está prácticamente murmurando aquellas palabras detrás de su chalina nueva. Otro regalo de la semana pasada.

—Deja de quejarte, veras que nos divertiremos, hay buena música, y la bebida es mejor que el vino de esa vez.

—Sera como en mi cumpleaños- se escucha un gruñido, molestia ante el recuerdo. Bucky ríe, y recibe una mirada huraña de su mejor amigo.

Bucky no podría olvidar el cumpleaños diecisiete de Steve, ni aunque pasara cien años. Como no le dejaron pasar la puerta y el portero llamo a la policía diciendo que un niño había traído una identificación falsa. Una vergüenza que Steve estuvo enfadado toda una semana.

—Sera diferente, además te ves más ... más alto —Bucky intenta, ladeando la cabeza hacia su amigo. Pero este lo ignora.
Cuando llegan, Steve parece querer retroceder, que Bucky debe empujarlo hacia adelante. Cruzan la puerta sin problemas, Bucky puede jurar que Steve al fin está sonriendo de lo que lleva el día, así que lo demás se relaja. El bar lleno, hay grupos de amigos y parejas. Ríen y beben, y hay una decoración sutil sobre el nuevo año.

—Venga, pidamos nuestra primera bebida antes del fin de año —invita Bucky, dándole un golpecito con el hombro a Steve, que se ha quedado quieto observado alrededor. Y aunque después lo niegue, Bucky está seguro que esta emocionado.
Bucky pide dos cervezas, y aunque encargado mira a Steve más tiempo que cualquier otra persona, sirve las bebidas.

—Demonios, sabe terrible —escupe Steve al primer sorbo, haciendo un gesto con la lengua que provoca una sonrisa en los labios de Bucky.

—Exagerado —bromea, y toma de su vaso, no es la primera vez que lo bebe cerveza, pero en definitiva nunca es agradable al primer sorbo. Por lo que al segundo está sonriendo como si fuera un experto— te acostumbraras.

—No sé si quiero eso.

—Veras que sí, hace algo interesante con la garganta —señala Bucky su propia garganta, mientras Steve le mira con una ceja alzada.

Otra risa. Y Steve prueba otra vez el contenido del vaso. Bucky permanece observando cuando su mejor amigo hace un gesto y como la pequeña manzana de adán se mueve, Steve no vuelve a escupir, pero no se restringe de tragar con asco, como si fuera lo peor que ha probado en su vida, pero para Bucky, aquella vista es como si fuera lo mejor que ha visto esa noche.
Mientras que el reloj se pasea lento para ser las doce, se quedan conversado con otra ronda más de cervezas. Bucky comienza a sentirse cada vez más relajado, quizá por la música o la bebida, o porque estar ahí con Steve se siente de los más natural del mundo. No va negar, que antes de invitarlo, por un momento, en su paranoia, creía que la gente vería otra cosa que dos amigos en un bar. Pero se había dicho que habría tanta gente pensado en su propia borrachera, promesas y amores de nuevo año para fijarse en ellos, y no se había equivocado. Parecía que eran los únicos con la música de fondo, aun con el crescendo. O quizá solo él se sentía así. Bucky piensa que quizá ya es un hecho que lo que siente por Steve hace que muchas veces olvide todo lo demás, como estar solos viendo el puente Brooklyn hasta estar sentados en el sillón de la casa de cualquiera de los dos, con los brazos rosándose, escuchando alguna novela en la radio. No hay nada, no hay nadie. Únicamente Steve y él. Y suena tan ridículo en su cabeza, pero tan real cuando lo vive.
Para cuando va ser cinco para las doce, Steve y Bucky se miran sonrientes, y comienzan el conteo hasta que exclaman junto a todos los presentes: "Feliz año nuevo" se dan un fuerte abrazo que incluso olvidan las bebidas en sus manos. El abrazo es cálido, alegre, es buena, muy buena. Y hay alegría chispeante y nuevas promesas en el aire. Entonces Bucky desea tanto separar a Steve un poco para poder besarlo, pero solo permanece así, con aquel cabello rubio haciendo cosquillas en su barbilla.
Media hora después, están observado las parejas bailar con otra ronda de cereza que cada vez amarga menos.
-Esa señorita te está mirando -Steve le dice, y cuando gira hacia la dirección donde su amigo está mirando ve a un grupo de amigas donde una pelirroja le esta mirando y sonríe cuando se siente descubierta. Bucky le devuelve la sonrisa, pero vuelve la vista a Steve, él tiene la vista fija en él ahora, y Bucky sabe que significa.
-¿Y tú invitaras a su amiga?
Steve inclina la cabeza levemente, en modo de afirmación, pero hay duda en su rostro, aun así, Bucky decide no desperdiciar ese momento, se bebe lo que queda de cerveza en su vaso para empezar a caminar hacia las señoritas. Gira un momento sobre su hombro, observando a Steve seguile, y por su cara puede saber que se está arrepintiendo.

DiecinueveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora