Bucky observa desde el muelle las olas de un mar en calma. Hace frio, el viento no ha dejado de azotar sus mejillas, revolotear su cabello e intentar quitarle el saco que alguna vez fue de su padre. Cuando el cielo empieza a oscurecer, se gira sobre sus talones y emprende el camino a casa, alzando con una mano el frente del traje. El saco apesta a cemento y tierra, diferente a la primera vez que lo uso, cuando olía a pólvora y sal. Sin embargo, quizá solo fue por las palabras de su padre tras darle el abrigo en su cumpleaños dieciséis: "esto fue bendecido por dios", y junto a eso, la historia de cómo ese saco lo acompaño durante la guerra y a volver sano a salvo con su familia. Bucky entonces decidió guardarlo como la prueba de aquella historia el cual nadie quiere volver, sin embargo, hay días que no tiene ningún propósito más que calentarlo. En cualquier caso, no piensa en la parte milagrosa de la historia, quizá si esta bendecida, quizá solo es un objeto de suerte, incluso si a él no le ha dado ni lo uno ni lo otro. Igual no necesita bendición, ni mucho menos suerte. Lo que necesita son preguntas, respuestas y claridad. ¿Dios se lo daría? Aunque está casi seguro que la mitad de las preguntas serian respondidas con una palabra: Fe. Mientras la otra mitad: Pecado.
Cuando llega a casa, su hermana es la primera en recibirlo con un cuaderno de matemáticas en la mano.
—Buenas noches —saluda a su padre.
—Buenas noches, hijo —responde el aludido sin mirarlo, está sentado en el sofá leyendo lo que parece una revista vieja- llegas temprano, otra vez.
Bucky no responde, recibe el cuaderno que su hermana ofrece y le da una ojeada. Los problemas de esta noche son fracciones.
—Es cierto, ¿ya no pasas por casa de Steve? ¿Se han peleado? —cuestiona su madre saliendo de la cocina—. Querido, ayúdame a poner la mesa —esta vez le habla a su esposo.
Su padre se levanta del sofá, y antes de llegar a la mesa, le da una breve mirada a Bucky. Una pregunta silenciosa.
No se habla más de Steve, ni en la cena, sino después de una hora, cuando Becca logra resolver un problema sola.
—Ves, no es tan difícil —le dice Bucky a su hermana, dándole una palmaditas en el hombro.
—Sí, pero es porque eres mejor enseñando que papá o mamá —responde la niña, sonriendo- me alegra que llegues temprano para ayudarme.
—¿Sí?
—Sí, aunque también tienes que ir a ver a Steve —continua su hermana alzando la vista.
Bucky frunce el ceño, señala el cuaderno para que ella vuelva al problema. Su hermana obedece, pero no deja de hablar:
—Es en serio, Bucky, mamá dice que Steve está solo, por eso debes acompañarlo cuando su mamá trabaja mucho. O puedes decir que venga, entonces los dos me ayudan con la tarea.
—Eres una interesada, hermanita —bromea Bucky, sacudiendo el cabello de la niña.
Ella se queja, pero está riendo cuando le da un golpe en el estómago que apenas puede percibir. Luego, mientras termina los ejercicios, la menor le está contando sobre como gano la competencia de carrera en la escuela ese día, incluso fue más rápido que los niños. Entonces uno de ellos la había molestado después, y ella lo había retado a una carrera el cual había ganado.
—Y me dijo que como era niña no contaba.
—Qué tontería -respondió Bucky de inmediato, mientras se cepillaba los dientes.
Su hermana había terminado con sus deberes y se alistaban para ir a dormir. El baño era pequeño, pero para ese tipo de aseo solían competirlo.
—¡Sí! Y le dije que se vaya a la mierda.
Bucky se atraganta, escupe la pasta dental en el lavado y se echa a reír a todo pulmón. No puede creerlo o quizá sí. Incluso puede imaginarlo.
—Muy bien, hermanita -felicita Bucky entre risas-, pero no repitas esas palabras frente a mamá o papá.
Minutos después, Bucky esta recostado en la cama, en su habitación oscura y silenciosa, donde solo entonces, aquello que ha pospuesto se acomoda entre sus sienes.
Y ya ha pasado más de una semana.
Se gira hacia un lado, acomodándose de costado, pensado en la similitud de la situación hace un par de años cuando Steve le dijo que le quería y él había salido corriendo. Ahora también había salido corriendo, literalmente, pues en ese momento la madre de Steve había abierto la puerta principal y ellos se habían separado como si un rayo hubiera golpeado entre ello. Por otro lado, no era como si estuviera escapando, solo está tomando tiempo... ¿Tiempo para qué?
No es como si el sexo fuera tabú. Ha charlado de ese tema con su padre en algún momento, con sus amigos de la cuadra cuando fuman y beben. Aunque en todas esas conversaciones es sobre sexo con mujeres, sobre cómo tratarlas, como no tratarlas. En cuanto a Steve, con él ni habían hablado del cuerpo femenino. Incluso había pensado que su amigo no sabía nada sobre el tema, pues las veces que parecían cruzar esa línea, lo habían hecho a ciegas. Sin nada en la cabeza más que instinto visceral.
Pero, de repente: "Lo harías conmigo"
No hay duda, Steve siempre lo confunde, lo confunde hasta el punto de dejarlo sin dirección en las profundidades de un bosque.
Suspira, cierra los ojos e intenta dormir. El sueño no llega. Es como si hubiera goteras en el techo, en su cabeza, filtrándose así pensamientos asociados a esas tres palabras. Esas tres condenadas palabras.
Lo harías conmigo, Lo harías conmigo, lo harías conmigo.
"No lo sé, Steve", responde su propia voz en su mente, "Quizá".
Sí, quizá, quizá abrazaría a Steve hasta sentir cada hueso de su cuerpo, besaría cada centímetro de su rostro, lamería su manzana de Adán y luego viajaría hacia el sur. Ahí, donde sus manos le pican por explorar.
Y entonces cuando termine se convertirían en cenizas, en palabras del mundo, en sus propias conciencias. En las de dios.
"Sí, sí lo haría, pero..."
—Nos matará —susurra. Sintiendo en instante la necesidad de gritar.
***
.Me disculpo por la demora :( cuando dije que se actualizaría cada quince días y paso meses. Y-Y
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Diecinueve
Fanfiction"Tu madre se llamaba Sarah y tú te ponías periódico en los zapatos." Hay dudas si lo que tienen es una relación, si dará frutos. ¿Son más que amigos y menos que una pareja? los 30s no tienen respuestas. Continuación de Dieciséis.