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Al día siguiente, Steve esa dando los últimos arreglos en los estantes de la librería cuando escucha la puerta abrirse. Asoma la cabeza para decir al cliente que la tienda está cerrado, pero se queda mudo cuando ve a dos hombres de unos cuarenta años paseando la vista de un lado a otro. La posibilidad es grande.

—Buenos días. —Se acerca, sin soltar el libro que acaba de recoger para acomodar.

Recibe la mirada curiosa de ambos hombres, uno de ellos, el más alto vestido con un traje oscuro planchado pulcramente, de esos trajes que solo se ve a actores en las películas, le sonríe como si hubiera estado esperándolo.

—Buenos días —saluda—. ¿Se encuentra el señor Crisol?

Steve niega con la cabeza, intentado sonreír, mientras aprieta el libro con ambas manos y dirige su mirada hacia el otro hombre que se alejado hacia los estantes de libros. Tiene el cabello revuelto ylleva dos gorras en la mano, su traje es de acabado simple, uno que podría conseguir en el mercado de pulgas de la parroquia. Steve espera conseguir un nuevo par de guantes para semana
santa.

—Soy el señor Hall —continua el primero, extendiendo una mano hacia él.

Steve no tiene dudas. Son ellos. De repente, un costal invisible de clavos se aloja en sus hombros.

—Mucho gusto, soy Steve, Steve Rogers. —Los clavos chillan a cada movimiento.

—¿irlandés? —pregunta el hombre aun sonriendo, su tacto es como si llevara guantes de cuero.

—Mis padres lo son.

Hall asiente y señala a su compañero.

—Él es señor Sccader.
—Sccader, solo Sccader —interrumpe el aludido, mientras se acerca.

De la misma forma, Sccader saluda con un apretón de manos, y a pesar de las orejas bajo sus ojos castaños claros, tiene una sonrisa despreocupada.
Se quedan en silencio lo que parece un largo minuto, Steve retrocede y señala detrás de él.

—El señor Crisol llegara como a las once.

Hall mira su reloj, asiente.

—Desacuerdo, entonces imagino que tenemos un momento para hablar con usted.

Steve cree tener la misma sensación de cuando era un niño y vio el choque de dos autos, nadie salió herido, pero el impacto lo había dejado sin saber que hacer o como moverse. Hasta que los conductores salieron y empezaron a discutir. Su corazón latió con fuerza, hasta que Bucky tomo su
mano mientas señalaba los autos y decía: " podrá repararlos". Steve dudó sobre esa afirmación, pero Bucky comenzó a parlotear cómo había visto autos en peor estado siendo reparadas en el taller cerca a la estación de bomberos. Después, Steve dejo de prestar atención, la policía había llegado y separado a los conductores. Habían llegado más gente y Bucky lo fue alejando de ahí, aun hablando. Steve se dio cuenta cuando llegaron a casa que su corazón ya no parecía salirse del pecho y que la mano de Bucky aún lo sujetaba.
Deseaba que en ese momento sujetar la mano de Bucky, pero luego recordó la sensación, la
tranquilidad. Solo era un trabajo, buscaría otro, se arreglaría.
Steve asintió y minutos después estaban detrás de la tienda, dónde el señor Crisol y él solían
comer. Era de unos diez metros cuadrado, con cajas alrededor, pero dando espacio a una mesa en el centro donde solo había un termo con agua caliente y una cafetera despostillada.

Steve prepara  café y se los ofreció junto a unas galletas del día anterior. Ambos hombres
aceptaron con gratitud.

—Háblanos de ti, Rogers —dice el señor Hall, tras darle un sorbo al café humeante.

DiecinueveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora