XVIII

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La noche siguiente, Bucky cena junto a Steve y la señora Rogers. Steve aún no está del todo recuperado, pero negocia con su madre para cenar y volver a la cama apenas termine. La señora Rogers acepta, pero no da tregua cuando su hijo quiere quedarse más tiempo. Con el fin de no verlo renegar, Bucky se sienta a su lado en la cama y le cuenta sobe su lectura de Un mundo feliz. 

—Es facinante. Frio y facinante —asegura Bucky. Tiene el libro en una mano y cree sujetar la respuestas del tiempo en la mente humana—. Aquel futuro cuenta con alta tecnología, una sociedad organizada y con libertades que ignoran cualquier religión o cultura, pero todo aquello sin poder albergar amor. 

—¿Entonces no hay parejas, familias? —pregunta Steve.

—Familias no, parejas sí, pero solo para complacerse. Todo debe ser parte de las necesidades físicas, nada debe pasar la línea de las emociones o sentimientos. Así que tampoco está permitido el arte o la música.

Steve lo mira por un momento.

—Suena como un lugar que no me gustaría vivir. 

—Cierto —acepta Bucky, hace una pausa y agrega—, aunque no tendríamos más problemas de trabajo, comida y salud.

—Quizá no suena tan mal, pero sin mamá —dice en voz baja— sin ti…

Hay otro silencio, Bucky sonríe y desliza una brazo sobre los delgados hombros de Steve. 

—Daría todo con tal de verte siempre sano, Steve —susurra, y decirlo en voz alta suena tan real, tan coherente.

Steve asiente, pero se mete en sus pensamientos como si no supiera que responder. 

—¿Qué sucede?

—Si pudiera, haría que mamá y tú no tuvieran que hacer sacrificios...

Bucky quiere soltar que no es un sacrifico, que la señora Rogers odiaría escucharlo así, que es indignante escucharlo, pero la mirada perdida de Steve lo detiene.  

—¿Por qué piensas eso?

Esta vez Steve se demora en responder, su respiración releva sus pulmones estropeados; se ve agotado y pálido. Como una hoja de otoño a punto de caer. 

—Por cómo se ven las ojeras de mamá, por cómo duermes en una silla. 

—¿Solo eso?

Steve frunce el ceño.

—O el gasto que hacen, noches en vela, es una lista larga. Es como si les robara —los ojos de steve se dirigen al libro que Bucky sostiene— su mundo feliz.

Bucky no puede evitar soltar una risa, aunque su amigo se ve más serio que un diccionario.

—Steve—dice negando—. Tu eres parte de ese mundo.

Steve lo mira por el rabillo de ojo, aún con el ceño fruncido, pero una sonrisa que se niega a salir.

—Eres un idiota —murmura.

Bucky resopla, aliviado, pero fingiendo indignación.

—¿En serio? Porque estaba seguro que el idiota eras tú.

Se rien y empujan los hombros, aunque como Bucky aún no ha soltado a Steve, es más una pelea de cabezazos. Ambos se quejan cuando se golpean de verdad, pero vuelven a la carga, hasta que Steve logra safarse de Bucky. No dura mucho, Bucky vuelve a sujetarlo, está vez más cálido y suave.

—Pero Steve, ¿puedes creerlo, verdad? —pregunta en un susurro.

—Mas bien lo puedo sentir —responde Steve con el mismo volumen. 

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⏰ Última actualización: Feb 10 ⏰

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