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Bill Bailey nunca ha sido fanático de la vida. No de la suya. Después de todo, la suya es y siempre ha sido una mierda total.

Cuando sus vacaciones de verano recién comenzaron, no puede decir que sus problemas se hayan solucionado completamente, pero su vida había mejorado de una forma considerable; el dejar de ver a sus profesores y a sus tontos compañeros había sido demasiado bueno y él casi había podido acostumbrarse a ello por un tiempo, pero luego, cuando menos se dio cuenta las vacaciones habían terminado y él, inevitablemente, había tenido que regresar a ese infierno que tiene por nombre: Instituto Jefferson.

Lo único que ha podido rescatar rescatar de volver a esa rutina, es que después de la escuela, el camino de regreso a su casa, siempre es la parte menos jodida de su día. Siempre que puede se escabulle entre los árboles toma su cuaderno de dibujo y se pierde a la par de los trazos de su lápiz; a veces, cuando se siente triste, sigue de largo el camino hasta su casa y no se detiene; y cuando los días no son tan malos se desvía hasta el camino que lleva al lago.

Y como el día puede contarse entre esos que "no tan malos", la lógica le grita que se vaya directo al lago, sin cavilaciones y sin reparos. Después de todo, el camino está vacío hoy; los profesores cancelaron sus dos últimas clases del día, por lo que, aún es demasiado temprano para que las vacas paseen por ahí y dejen sus mierdas por todo el asfalto; en su casa hoy sus padres estaban demasiado ocupados peleando para percatarse de su existencia; en la escuela nadie lo había molestado por quinto día consecutivo, lo cual era sumamente extraño, si se detiene a pensar en ello, pero Bill no lo hace porque él no va a cuestionar su maravillosa suerte esta semana.

Después de todo, es probable, que por primera vez en mucho tiempo pueda terminar una semana completa sin ningún hematoma en su cuerpo, sin verse envuelto en algún tipo de problema con terceros y sin ser castigado por sus padres.

Es por ello, que se siente predispuesto a probar su buena suerte una vez más. El verano está en pleno apogeo y los días son insoportablemente calurosos; el camino hacia el lago es, simplemente, una pequeñísima desviación en su rutinario camino de la escuela a su casa. ¿Qué más da si llega a su casa unos minutos más tarde de lo habitual?, probablemente sus padres ni siquiera lo noten ¿Y si lo notan?, ¡que lo hagan! Hoy le da igual. No ve más impedimento que el de no saber nadar, y sin embargo no cree que le cueste demasiado aprender por sí mismo. ¿entonces qué más podría cuestionar en ello?

Es su plan y su pequeño regalo después de una buena semana, que sigue siendo una semana de mierda ante sus ojos -si considera su vida familiar-, pero todavía es la semana menos mierda en sus 14 años de existencia. De todos modos, no tiene mucho que perder, su buena suerte no puede durar para siempre ¿verdad?

No, por supuesto que no. Concluye para sí mismo mientras comienza a caminar en dirección al lago.

Tan pronto como comienza acercarse, se percata de murmullos, lo que parecen ser risas bastante escandalosas y el golpeteo producido por la ruptura de la tranquilidad del agua. Se detiene antes de llegar y maldice por lo bajo a quien sea que haya arruinado sus planes.

El lago, a pesar de su atractivo, jamás ha sido el sitio favorito de los lugareños. Podría ser que resultara novedoso para los turistas, pero ese pueblo es tan gris que jamás recibe visitas. Es por ello que le resulta extraño encontrarse con personas por ahí, y se pregunta ¿quién diablos tuvo la grandiosa idea de ir al lago, justo hoy?

Se oculta detrás de un árbol pequeño para no ser observado mientras trata de identificar a los idiotas que arruinaron sus planes. Sin embargo, le resulta algo difícil distinguir los rostros de los intrusos sin sus lentes, por lo que mete la mano al bolsillo trasero de sus pantalones y en un movimiento rápido coloca los lentes sobre su nariz. Le lleva un par de segundos enfocar su vista, pero logra identificar una de las siluetas; es un pelinegro alto y delgado, que reconoce enseguida como compañero en su grado, Jeffrey Dean Isbell. Sí, recuerda bien su nombre, y no es porque le haya prestado atención, no, más bien es la rareza de este la que le hace recordarlo. Bill no conoce a muchos Jeffrey Dean Isbell después de todo.

𝗰𝗵𝗲𝗿𝗿𝘆; izzaxl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora