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Bill ha faltado a la escuela y a la iglesia, no ha visto a Jeffrey ni ha salido de su habitación.

Después de que su padre irrumpiera en la casa de Jeffrey de aquella forma, bueno, se podía predecir que las cosas no tendrían un final bonito para él. Y no lo tuvieron; el castigo le había dejado el ojo izquierdo completamente morado e hinchado y estaba seguro de que las heridas de su espalda aun no terminan de cicatrizar, después de todo, la carne se había abierto y él no había podido curarla solo.

Tontamente, había esperado a que su madre entrara en su ayuda, esperaba que viniera a él simplemente, no esperaba palabras, algún gesto silencioso habría sido más que suficiente para calmar la necesidad de algo que no comprende pero que duele.

Ella no había venido ni ayer ni hoy y él no la había visto desde antier.

En su mente, había nostalgia más que rencor, sin embargo él no comprende el porqué de ese sentimiento, después de todo no sé puede tener nostalgia de algo que no se ha vivido, su madre jamás a sido más que una presencia gris en su vida, algo que sólo existe sin motivo y sin razón y que sólo existe por el mero y simple hecho de existir. Por lo tanto, no hay trato que anhelar, no hay palabras para extrañar, ni siquiera miradas que buscar, no hay acciones que asumir y no hay nada que se pueda traducir a cariño o a algo parecido. Por lo menos no de ella.

Es por eso que, a veces, cuando su padre lo golpea, trata de convencerse de que lo hace porque lo quiere, porque se interesa en él y porque le importa. Porque, bueno, por lo menos él lo mira.

Y después de todo, ha sido él quien le trajo un par de pastillas y un vaso con agua cuando vino a decirle que no iría a la escuela ni a la iglesia hasta que las heridas de su rostro mejoraran. No dijo nada más, y dejó el medicamento y el agua sobre la mesita de noche, se dio la vuelta y se fue.

Bill no lo piensa mucho, toma las pastillas y bebe el líquido del vaso, se recuesta sobre su costado menos maltratado y cierra los ojos casi sin notarlo.

Minutos después, cuando Bill se despierta sin soñar, hay toques suaves sobre la puerta de su recámara, son firmes pero cuidadosos y a él le lleva un par de minutos comprender que hay alguien llamando a su puerta. Se endereza sobre su espalda y hace una mueca cuando la piel maltratada se apoya contra la superficie de las almohadas.

Los toques cesan por unos minutos, y no hay más que silencio después, él se dispone a hablar, pero no tiene oportunidad de hacerlo porque la puerta se abre y se cierra casi simultáneamente y lo próximo que ve a es a Jeffrey de pie frente a su cama.

Bill lo observa con los ojos muy abiertos, no puede siquiera imaginar cómo es que Jeffrey está en su habitación. No después de que su padre le haya prohibido hasta la mención de su nombre.

—¿Q-qué haces aquí?

—Espera un minuto.

Jeffrey se acerca hasta la ventana de su habitación, la estudia un de cerca un par de minutos; la abre y sin previo se desliza por ella, Bill oye el golpe seco cuando el pelinegro aterriza sobre el césped del jardín.

Con dificultad se levanta sobre sus pies y camina hasta la ventana, sólo para encontrarse a Jeffrey subiendo de regreso con agilidad. Da un paso hacia atrás cuando el niño más alto da un salto y cae frente a sus pies.

Se levanta de inmediato; se sacude los pantalones, levanta la vista y con una sonrisa le extiende algo a Bill.

El niño más bajo le observa con confusión, luego observa el objeto que le ha extendido; es una radio de color negro, es pequeña y muy bonita. Bill la toma entre sus manos y la observa de cerca por un par de segundos. Levanta la vista y ve a Jeffrey sonriéndole con suficiencia.

𝗰𝗵𝗲𝗿𝗿𝘆; izzaxl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora